Publicado: Lun Mar 24, 2014 3:02 pm
por Domper
Muy caliente

12 de Marzo de 1941

Luis de la Sierra. La Guerra de Supremacía en el Mediterráneo. Ed. Juventud. 1976.

El combate de Scarpantos

La derrota inglesa en Egipto y la destrucción de la Mediterranean Fleet abrió los grilletes que atenazaban a la Regia Maritima. Habiendo recibido 100.000 toneladas de petróleo, procedentes de las reservas alemanas, la flota italiana podría cumplir la misión para la que había sido construida: conseguir la supremacía naval en el Mare Nostrum.

El 20 de Febrero aparejó de Tarento una división de cruceros compuesta por los cruceros pesados Zara, Fiume y Gorizia, los ligeros Montecuccoli y Attendolo y cuatro destructores, para interceptar a los buques ingleses que pretendiesen escapar de Alejandría. La segunda división de acorazados, compuesta por el Andrea Doria y el Giulio Cesare, acompañados por seis destructores, les proporcionarían cobertura en caso de encontrarse con fuerzas superiores.

A la mañana siguiente la división de cruceros fue descubierta por un avión Maryland de reconocimiento procedente de Cefalonia. Sabiendo que esos avistamientos solían ser seguidos de la inoportuna visita de torpederos enemigos, el almirante Iachino ordenó aumentar la velocidad y un cambio de rumbo al Sur Suroeste en cuanto se retiró el avión de reconocimiento inglés. La medida fue un acierto, porque la RAF envió desde Cefalonia a once torpederos Albacore en búsqueda infructuosa de la flota enemiga.

El avistamiento de la formación italiana hizo que el almirante Cunningham preparase una salida de Alejandría de los dos acorazados que le quedaban, ignorando que el frente inglés en Egipto se había derrumbado y los Panzer alemanes se dirigían hacia su base naval. Alertado a tiempo, ordenó la retirada a Suez de los barcos supervivientes de la Mediterranean Fleet, con los catastróficos resultados relatados en el anterior capítulo.

Ignorante del peligro que había corrido, la agrupación de cruceros italiana cambió su rumbo al Sudeste en demanda de la costa africana, que avistaron al amanecer del día 22. Al acercarse a Tobruk Supermarina comunicó a Iachino que un avión de reconocimiento había detectado tráfico naval intenso entre Alejandría y Mersa Matruh, por lo que el almirante italiano ordenó aumentar la velocidad a 28 nudos para intentar interceptar a los barcos enemigos antes de caer la noche. El recuerdo del combate del Cabo Passero pesaba en el ánimo de Iachino, que no quería exponer sus cruceros a los torpederos ingleses por la noche.

A las 17:30 se avistaron desde el Zara columnas de humo cerca de tierra. Iachino envió al destructor Camicia Nera a investigar, resultando ser un pequeño convoy formado por cuatro pequeños mercantes y la corbeta canadiense Louisbourg. La pequeña corbeta intentó defender a los mercantes, pero su cañón de 102 mm no era enemigo para los cuatro de 120 mm del destructor italiano, y quince minutos después el valiente barquito canadiense se incendiaba y se hundía. El destructor Corazziere, gemelo del Camicia Nera, persiguió a los mercantes, que acabaron embarrancando. Iachino ordenó al Corazziere que se reincorporase a la formación mientars seguía hacia el Este.

A las 18:10 desde el Zara se descubrieron otros tres buques: se trataba de los destructores Hasty, Hereward y Hotspur, que evacuaban tropas desde Mersa Matruh. Los tres destructores acababan de esquivar un ataque efectuado por bombarderos Cant Z 1007, cuando se vieron rodeados por los piques de los proyectiles de los cruceros italianos, que abrieron fuego desde 16.000 yardas. El tiro italiano resultó sorprendentemente preciso, y la primera salva centró a los destructores ingleses. Estos aumentaron la presión de calderas hasta alcanzar los 35 nudos, pero los obligados zigzags para evitar el fuego italiano les impidieron aumentar distancias. Milagrosamente, solo un proyectil disparado por el Gorizia alcanzó al Hereward, causando daños moderados pero sin afectar a la propulsión. Al caer la noche el almirante Iachino suspender la caza.

Durante los dos días siguientes la agrupación italiana patrulló ante Mersa Matruh sin divisar buques enemigos, pero su presencia fue suficiente para aislar a las tropas de O’Connor que, cercadas, tuvieron que capitular el 24 de Febrero.

El éxito conseguido por Iachino animó a Supermarina a lanzar una operación mucho más ambiciosa. La conquista de Egipto había hecho que las bases de la costa norte libia resultasen seguras y se pudiesen utilizar en caso de emergencia. Eso permitiría a la flota italina lanzar un ataque contra los convoyes ingleses que comunicaban Haifa y El Pireo. Para esta operación se agregaron a la fuerza italiana el novísimo acorazado Littorio, en el que Iachino enarboló su gallardete, y la tercera división de cruceros pesados formada por el Trieste, el Trento y el Bolzano.

Según lo planificado, la flota italiana debería situarse entre Creta y Chipre sin ser advertida. La actividad aérea inglesa había disminuido, pero seguían efectuándose misiones ocasionales de reconocimiento, por lo que se decidió que la agrupación italiana pasaría entre Malta y Cefalonia por la noche, dirigiéndose hacia la costa libia para dar suficiente resguardo a Creta.

La tarde del 9 de Marzo la flota italiana zarpó del Pireo con rumbo Sur sin ser observada, aunque a la mañana siguiente un Maryland de la RAF procedente de Cefalonia descubrió el fondeadero vacío y dio la alerta. El ministro de marina griego, el Almirante Sakellariou, consideró que la operación era un nuevo intento de enviar buques de superficie a Rodas. Ordenó a los convoyes que se refugiasen en el puerto más cercano, y desde el Pireo salió al mar el buque aliado más potente que quedaba en el Mediterráneo, el crucero acorazado Giorgios Averof, acompañado por los modernos destructores Vasilefs Georgios y Vasilissa Olga.

El Giorgios Averof era un crucero acorazado construido en los astilleros italianos de Livorno en 1910. Era una copia mejorada de los cruceros de batalla italianos clase Pisa, y durante las guerras de los Balcanes se había ganado el apelativo de “el afortunado” en la marina helénica al haberse enfrentado en solitario en dos ocasiones con la flota turca, derrotándola sin sufrir apenas daños. Pero los años no pasan en balde y el Averof hubiese tenido que ser retirado mucho antes de la guerra. Sin embargo la situación económica griega no lo había permitido, y el Averof seguía siendo el buque insignia de la trimilenaria marina. Aunque su vieja maquinaria no le permitía superar los 17 nudos, su potente artillería, cuatro cañones de 234 mm y ocho de 190 mm, le permitirían batir a cualquier crucero italiano. La flotilla griega, dirigida por el capitán Ioannis Vlachopoulos, al mando del Averof, se situó entre Creta y Chipre, al sur de Rodas, donde podría interceptar los movimientos italianos.

Ignorando que su salida había sido advertida la flota italiana siguió con los planes previstos. Al amanecer del día 10 avistó la costa libia, dirigiéndose entonces hacia el Este. Una vez llegada la flota a la altura de Mersa Matruh Iachino permaneció a la espera con sus buques pesados, y destacó a la 1ª División de cruceros pesados y a la 2ª de cruceros ligeros, bajo el mando del vicealmirante Carlo Cattaneo, para interceptar la navegación aliada. El crucero pesado Zara lanzó un hidroavión a reconocer el pasaje entre la punta más oriental de Creta, el cabo Sideros, y la isla italana de Scarpanto. El hidro observó en las cercanías del islote de Elassa “un acorazado y dos cruceros” con rumbo Este.

Cattaneo sabía que en el Mediterráneo no quedaban buques pesados modernos enemigos, por lo que supuso que el acorazado era el viejo Kilkis, un predreadnought norteamericano que Grecia había adquirido en 1914 y que conservaba como buque escuela. El Kilkis montaba cuatro cañones pesados de 12 pulgadas, pero Cattaneo pensó que sus tres modernos cruceros podrían batirlo en un combate a larga distancia. Tras informar a Iachino del avistamiento Cattaneo ordenó a sus buques aumentar su velocidad a 27 nudos y dirigirse hacia los buques avistados.

A las 13:15 se avistó la costa cretense desde el Zara, pero el mar estaba vacío de buques enemigos. Las órdenes de Iachino no autorizaban a Cattaneo a introducirse en el Mar Egeo, pero el vicealmirante no era un hombre rutinario, y decidió que atrapar al Kilkis compensaba el riesgo asumido, por lo que decidió explorar con sus barcos el norte de la isla de Scarpanto. A los pocos minutos de modificar el rumbo se avistó una columna de humo que solo podía proceder de un barco enemigo.

Casi simultáneamente los cruceros italianos fueron detectados desde el Averof. Conociendo las debilidades de su buque y lo anticuado de su dirección de tiro el capitán Vlachopoulos ordenó invertir el rumbo para acortar distancias cuanto antes.

Cuando la distancia cayó a 15.000 yardas Cattaneo ordenó disparar a sus tres cruceros pesados. Desde el Averof se intentó devolver el fuego, pero sus anticuados cañones solo podían elevarse hasta 20°, limitando el alcance a 11.000 yardas. Por entonces desde el Zara ya se avistaban las superestructuras del barco griego, que fue reconocido como un crucero acorazado. El vicealmirante italiano, sabiendo que sus cruceros superaban al barco griego en alcance y velocidad, decidió manteler la distancia.

A los quince minutos de iniciarse el combate al Averof se le acabó la suerte, al ser alcanzado en rápida sucesión por tres salvas del Gorizia. El grueso blindaje del crucero acorazado detuvo los proyectiles, pero Vlachopoulos comprendió que los barcos enemigos no le iban a dejar acercarse. Por ello ordenó a sus dos destructores que atacasen a los cruceros italianos, mientras el Averof viraba al Oeste para intentar buscar amparo en la cercana costa cretense.

Los destructores Georgios y Olga se lanzaron valerosamente contra los cinco cruceros enemigos, zigzagueando frenéticamente y cubriéndose con cortinas de humo. A 6.000 yardas los destructores lanzaron sus dieciséis torpedos contra los cruceros italianos, y escaparon a toda máquina. Desde el Zara fueron avistados los torpedos griegos, lo que le planteó a Cattaneo un grave dilema. Si realizaba la maniobra ortodoxa, es decir, daba la popa a los torpedos, el Averof seguramente escaparía. Cattaneo se arriesgó y dio la orden a la que no se atrevió Jellicoe en Jutlandia: caer hacia la flota enemiga y gobernar los torpedos individualmente. La arriesgada jugada estuvo cerca de salir mal, cuando dos torpedos afeitaron literalmente al crucero ligero Muzio Attendolo. Pero una vez esquivados los torpedos y atravesada la cortina de humo, desde los cruceros se vio a corta distancia a los dos destructores griegos y, poco más allá, al vetusto Averof. El Attendolo acribilló al destructor Vasilefs Georgios, que quedó al garete y ardiendo en pompa. El destructor Vasilissa Olga recibió tres proyectiles de 6 pulgadas procedentes del Montecuccoli y aunque sufrió importantes daños pudo mantener su velocidad de 35 nudos y escapar. Los tres cruceros pesados italianos libraron un duelo con el Averof a 7.000 yardas, distancia desde la que los pesados proyectiles griegos podían atravesar el blindaje italiano como si fuese de papel. Pero los cruceros italianos, disparando a tal velocidad que la pintura de sus cañones se quemó, abrumaron al vetusto crucero acorazado. Casi inmediatamente la dirección de tiro fue destruida, y fueron silenciadas una a una las torres, mientras que el Averof solo consiguió un impacto en el Zara que causó daños menores. En pocos minutos el crucero acorazado griego ardía de proa a popa y hacía agua por varios impactos en la flotación, por lo que el capitán Vlachopoulos decidió que su única oportunidad estaba en aproximarse a la ya cercana costa cretense para intentar embarrancar. Sin embargo Cattaneo no pensaba dejarle escapar, y ordenó a sus destructores acabar con el barco griego. El destructor Fuciliere se acercó y lanzó cuatro torpedos, de los que dos alcanzaron al antes afortunado y ahora malhadado Averof. Las vetustas cuadernas y mamparos del barco griego no estaban preparadas para soportar torpedos modernos, y el barco se desfondó, zozobrándose y hundiéndose en apenas un minuto. Los destructores Fuciliere y Granatiere recogieron a apenas treinta supervivientes del crucero griego, entre los que no estaba el valiente capitán Vlachopoulos. El Camicia Nera salvó a setenta supervivientes más del destructor Georgios. El destructor Vasiliesa Olga entró en la bahía de Suda a la mañana siguiente, dando cuenta del desgraciado combate.

Como remate a la operación Iachino ordenó a la 2ª División de cruceros ligeros dirigirse a Rodas, desde donde podrían interceptar los convoyes en el Mediterráneo Oriental. Otra división de cruceros ligeros quedó basada en Tobruk, cerrando efectivamente el Mediterráneo Oriental a la navegación británica.