Publicado: Lun Mar 17, 2014 4:03 pm
por Domper
Impresiones

27 de Febrero de 1941

— Herman, esta es la traducción del discurso de Churchill en el parlamento. — El general Schellenberg despachaba con Goering.

— ¿Cómo es que Churchill sigue en el poder? Me prometiste que el gobierno inglés caería cuando los expulsásemos de Egipto.

Schellenberg pensó que él no había hecho ninguna promesa, y que ese condenado inglés estaba demostrando tener más vidas que un gato. Con todo, la maniobra de Egipto había sido un éxito resonante que se estaba celebrando en todo el mundo. Varios países neutrales, entre ellos Turquía y Argentina, se habían solicitado una visita de plenipotenciarios alemanes. En el frente interno la gran victoria de Egipto se había celebrado en las calles, con especial alegría al saber que había sido poco costosa. La derrota de la flota inglesa en la conocida como la batalla de Damietta se veía como una venganza tras la pérdida de la flota en 1918.

— Statthalter — Schellenberg prefirió pasar a un tono más formal — Churchill ha demostrado ser más listo que un zorro al pedir una votación del Parlamento antes que sus opositores estuviesen preparados, y se ha ganado a los parlamentarios con su oratoria. Nadie esperaba su sinceridad, y con ella desarmó a sus oponentes. Pero ¿qué cambia con su discurso? Ni una coma. Egipto ha caído en nuestras manos, y nuestros tanques han llegado al Canal de Suez. La Royal Navy ha sido barrida del Mediterráneo, y el cuerpo expedicionario inglés en Grecia ha quedado casi aislado. Incluso es mejor que Inglaterra aguante un poco más: así su derrota será peor y nuestras condiciones podrán ser más duras.

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— Lo siento, Dorothy, pero ese tipo me subleva. Está llevando a nuestro país a una catástrofe y esos memos del Parlamento le aplauden.

— Edward, por favor, cálmate…

Edward Frederick Lindley Wood, Vizconde de Halifax, había estado escuchando el discurso del Primer Ministro en el Parlamento por la radio. Tras presentar su renuncia a Churchill por las matanzas de La Línea, había visto como el Premier llevaba paso a paso el país hacia la catástrofe. La invasión de Andalucía, lanzada sin provocación, no solo había enfrentado a Inglaterra con casi toda Europa, sino que había acabado en un desastre al perder Gibraltar y el acceso occidental al Mediterráneo. No contento con ello, Churchill había enviado un ejército a Grecia persiguiendo un sueño enloquecido, mientras el Eje preparaba su ofensiva en Egipto. Tras la derrota cualquier político medianamente honesto hubiese dimitido pero no, ese intrigante chaquetero había conseguido convencer a los asnos del parlamento con un discurso florido. Bonitas palabras, sí, pero ¿qué había cambiado su discurso? Porque los panzer alemanes seguían asomados al Canal de Suez, los países neutrales se cuestionaban sus alianzas, e incluso Stalin empezaba a ambicionar un bocado del Imperio Británico.

Lord Halifax recordaba esas tardes en Yorkshire, en los días negros de Mayo de 1940, cuando temió ver su patria violada por la bota hitleriana. Fue el momento para haber buscado la paz. Ocasión que la oratoria churchilliana abortó. Luego el Promer Ministro había respondido con cañonazos a la mano tendida por Goering, y luego se había lanzado contra Francia y España. Churchill había sembrado vientos, y Halifax temía ver las suaves colinas de Yorkshire aplastadas por la peor tempestad de la Historia.

Para Lord Halifax estaba siendo también un drama personal. Su primogénito Charles había desaparecido en los combates en la frontera. El embajador rezaba porque hubiese sido capturado, pero aun no tenían noticias. Además las cartas de su hermano, piloto de la RAF en Egipto, relataban los combates desesperados sobre el Canal de Suez. Como su familia, tantas otras estaban sufriendo en su amada patria. Eso tenía que acabar.

— Dorothy, esto tiene que acabar. Hablaré con algunos amigos a ver si hay forma de detener esta locura.

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— Bueno, Ramón, los ingleses no se rinden ¿Y ahora, qué? —El dictador Franco, que había entrado renuentemente en la guerra, temía que esta continuase.

— Paco, Churchill siempre ha sido un gran orador, y ha contado a los hijos de la Pérfida Albión lo que quieren escuchar. Que Egipto no es importante, que siguen dominando el mar, que si Napoleón por aquí, Napoleón por allá, y que van a ganar la guerra. Mucho floreado pero poca sustancia. —contestó Ramón Serrano Suñer, el “cuñadísimo”, hombre fuerte del régimen y Ministro de Asuntos Exteriores.

— Es que en realidad no ha cambiado nada ¿Qué importancia tenía Egipto? — Franco alardeaba de sus conocimientos militares —. Total, han perdido el Canal de Suez, que con Italia en guerra de poco servía. Han conquistado una ciudad llena de moscas, y punto. Para conquistar los pozos de petróleo de Mosul les quedan dos mil kilómetros de pedregales. Mientras siguen conquistándonos las Canarias, una a una. Ayer mismo desembarcaron en El Hierro y La Palma. Ya solo conservamos Tenerife y La Gomera.

Serrano Suñer no era tan pesimista — Paco, no lo veas todo tan negro. Desde Suez hasta Mosul quedarán muchos kilómetros, pero los panzer los recorrerán en un plis plas. Además ahora que el Mediterráneo vuelve a abrirse a la navegación nos llegará petróleo de Rumania y de Baku.

— No será tan fácil. Si los ingleses no se rinden, una de dos: o se les bloquea con submarinos, o se desembarca en su isla. Ambas cosas son difíciles. Por desgracia no tenemos opción, y nuestro destino está ligado al de Alemania. En cuanto volvamos a tener un poco de petróleo ordenaré que el Canarias salga de nuevo al Atlántico.

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— Almirante ¿qué opina del mensaje de Churchill?

El almirante Darlan estaba reunido con el Jefe del Estado, el anciano Mariscal Pétain, que lo había nombrado Jefe del Gobierno un par de semanas antes. El almirante, como buen marino francés, hacía gala de ser antibritánico. Bajo su dirección la flota francesa había colaborado con la inglesa contra Alemania pero, tras la derrota y sobre todo tras los sucesos de Mers el Kebir y Alejandría, se había sentido traicionado, por lo que había solicitado al Mariscal Pétain la declaración de guerra a Gran Bretaña. Pero el Mariscal había conseguido calmarlo. En los siguientes meses Darlan había reconsiderado su postura, pensando que la fortaleza naval británica le defendía contra los ataques alemanes, y que era mejor para Francia permanecer entre dos aguas a la espera de una oportunidad ¿La victoria alemana en Egipto lo sería? Esa era la pregunta real del Mariscal Pétain, y el destino de Francia podía depender de su respuesta.

— Que se trata de un discurso incendiario para la galería. La realidad es que Inglaterra ha sufrido una gran derrota y se va a ver expulsada del Mediterráneo. Es más, si no retira cuanto antes su ejército de Grecia, este se puede ver atrapado.

— Luego cree que los ingleses van a perder la guerra. — Dice Pétain.

— No me parece tan sencillo, Mariscal. Sí, los ingleses han sido derrotados en Egipto pero ¿qué han perdido en realidad? Un par de decenas de miles de soldados, bastantes menos que los que perdieron en cualquier batalla de la Gran Guerra — el Mariscal Pétain había sido uno de los líderes franceses durante la guerra anterior, no estaba de más recordársela —. También han perdido el Canal de Suez, pero este tiene escaso valor ya que el Mediterráneo está cerrado a su navegación. Pero Inglaterra sigue disponiendo de un ejército formidable, que ya han conseguido rearmar, y su flota es muy superior a las demás marinas europeas juntas. Además Churchill está recibiendo cada vez más ayuda norteamericana. No solo fusiles y cañones para rearmar los soldados escapados de Dunkerque, sino nada menos que cincuenta destructores, tantos como todos los destructores que nos quedan.

— Pero la flota británica solo ejerce su poder sobre el mar.

— Cierto, Mariscal. Pero mientras los ingleses puedan mantener sus líneas de comunicaciones abiertas podrán resistir. Peor todavía, su dominio del mar les permite atacar cualquiera de nuestras colonias, y les permite conservar las colonias que nos han arrebatado los traidores seguidores de De Gaulle.

— ¿Cuál sería su recomendación?

— Mariscal, creo que para Francia lo mejor sería mantener nuestra actual postura, tal vez un poco más favorable a Alemania, pero sin intervenir en la guerra. También recomendaría que asegurásemos a Churchill por medio de los americanos que, si él no actúa contra nuestras colonias, nosotros permaneceremos al margen.

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— Dime Harry ¿qué te parece el discurso de Winston?

— Presidente, una cosa es lo que dice y otra el trasfondo. Que sigue siendo el mismo: Inglaterra podrá resistir contra Alemania, sobre todo si nosotros incrementamos nuestra ayuda. Pero que por si solos nunca podrán vencer.

— Winston ya sabe que tiene todo mi apoyo, pero que no tengo tanta libertad de acción como cree. La opinión pública está contra la guerra, y la postura de Inglaterra, atacando a sus antiguos aliados franceses y a los neutrales, resulta cada día más criticada. Me costó Dios y ayuda que el Congreso aceptase la cesión de los destructores, y no sé si las Cámaras aceptarán el proyecto de Ley de Préstamo y Arriendo.

— Presidente, el Partido tiene mayoría en ambas cámaras.

— Ya sabes que no es tan sencillo. He tenido que recibir a varios congresistas y senadores que se oponen a una mayor implicación de los Estados Unidos en la guerra, especialmente ahora que parece que Inglaterra solo lucha por mantener su primacía en Europa.

— A cambio hay bastantes republicanos que apoyarían la ayuda a Inglaterra.

— Sí, Harry, pero el margen es muy pequeño, y no puedo permitirme un fracaso. Habrá que decirle a Winston que se tranquilice durante una temporada y no haga más patochadas ¿Te sientes capaz de viajar a Londres?

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El recientemente designado Jefe del Estado Mayor Central, el general Georgy Zhukov, presentaba su primer informe ante el Politburo.

— Camaradas, considero que aunque los imperialistas británicos han sufrido una gran derrota, su situación no es crítica. Las pérdidas que han sufrido son menores que las que tuvieron el primer día de la Batalla del Somme. En cuanto a su marina, sigue siendo muy superior a la alemana. Más delicada es su situación estratégica pues, si no retiran inmediatamente su ejército de Grecia puede quedar atrapado, y no dispondrán de fuerzas con las que frenar el avance alemán

— ¿Alemán o del Pacto de Aquisgrán, camarada general? — preguntó el Mariscal Timoshenko, Comisario Popular de Defensa.

— Camarada, todos sabemos que el Pacto de Aquisgrán no es sino una farsa montada por Goering y Papen para dar una apariencia legal a su hegemonía europea. La estrategia del Pacto se decide en Berlín y los demás son solo comparsas. Incluso los italianos, a pesar de la fanfarronería de Mussolini, bailan al son de Berlín. — intervino el Ministro de Exteriores, Vyacheslav Molotov.

— Luego es un enfrentamiento entre Alemania e Inglaterra. — dijo Zhdánov, Presidente del Soviet.

— Siempre lo ha sido, camarada Secretario General — respondió Zhukov —. Dicen combatir por recuperar sus tierras perdidas, o para defender la libertad, pero realmente son los capitalistas alemanes e ingleses peleándose para dominar los mercados y lograr la supremacía mundial. — Nunca estaba demás un poco de ortodoxia ideológica.

— Entiendo, camarada general. Pero ¿usted cree que Inglaterra podrá superar esa derrota? — preguntó Molotov.

— Debiera poder hacerlo — repuso Zhukov. — Inglaterra sigue dominando el mar, por lo que cualquier intento de invasión alemán resultará muy costoso. Por otra parte, si Alemania sigue su ofensiva en Oriente Medio, las distancias son tan grandes que su ejército se debilitará. Camarada, creo que si Inglaterra es derrotada será no en el campo de batalla sino por su debilidad interna — Zhukov pensó que un poco de ortodoxia ideológica no vendría mal, sin saber la repercusión que tendrían sus palabras.

El temido Lázar Kaganóvich, que nominalmente desempeñaba cargos relacionados con la industria, pero en realidad era el encargado de vigilar al Partido, apoyo la declaración de Zhukov:

— Tiene usted razón, camarada general. La imperialista Inglaterra lleva a morir a sus trabajadores para que los capitalistas se enriquezcan, pero pronto el proletariado británico se levantará y acabará con la opresión, sobre todo si la guerra se prolonga. Como en 1917, una guerra prolongada ahondará las contradicciones internas de los fascistas y de los capitalistas y llevará a la Revolución, que se extenderá primero por Inglaterra y Alemania, luego pro Europa, finalmente por el mundo.

El secretario del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Stalin, tomo la palabra por primera vez.

— La reflexión del camarada Kaganóvich tiene gran valor ¿El Comité Central cree que la continuación de la guerra favorecería la Revolución Mundial? — Stalin miró a los presentes, que asintieron silenciosamente —. Bien. Camarada General ¿crees que Inglaterra podrá seguir luchando? — dijo dirigiéndose a Zhukov.

Zhukov tragó saliva, porque sabía que su respuesta le comprometería. Si se equivocaba sería premiado con una bala en la nuca. Por ello intentó tomar una postura tibia.

— Camarada, militarmente Inglaterra está lejos de ser derrotada, pero corre el peligro de sufrir una nueva derrota en Oriente Medio. Pero, como antes he indicado, para Alemania sigue siendo muy difícil desembarcar en Gran Bretaña y acabar con la guerra. Además la superioridad naval inglesa les permitirá mantener las comunicaciones con Estados Unidos y hostigar a los aliados de Alemania. Por eso considero que, desde el punto de vista militar, Inglaterra puede seguir resistiendo. Sin embargo no puedo opinar sobre el aspecto político.

Stalin miró al Comisario Popular de Asuntos internos, es decir, al jefe de la policía secreta, Lavrenti Beria.

— Camaradas — dijo Beria —, por desgracia nuestras fuentes en Inglaterra nos indican que el país aun no está maduro para la revolución. Desafortunadamente los socialtraidores laboristas han conseguido acallar a las masas obreras ofreciéndoles unas pocas migajas que los capitalistas se han dignado proporcionarles. Sin embargo, la posición de su Primer Ministro, Churchill, en menos segura. Aunque su discurso ene l Parlamento le ha ganado apoyos estos no durarán. Y si cae Churchill, es probable que sea sustituido por políticos como Halifax, partidarios de un acuerdo con Goering. Un acuerdo de ese tipo permitiría a los ingleses controlar a su proletariado. Si conviene que siga la guerra es preciso que Churchill se mantenga en el poder, aunque repugne apoyar a un asesino de trabajadores en el poder.

Stalin respondió: — Gracias, camarada ¿Cómo recomienda que apoyemos a Churchill?

— Directamente, poco podemos hacer — dijo Beria —. Tan solo podemos pedir a los camaradas del Partido Comunista de la Gran Bretaña que apoyen la guerra y a Churchill — todos entendieron lo que significaba esa “petición” —. Pero también podemos ayudar a Inglaterra de otra forma. Alemania depende de nuestras exportaciones. Sin nuestro petróleo, nuestro cereal y nuestras materias primas ni podrá seguir la guerra ni podrá mantener a sus aliados.

— ¿Recomiendas romper las relaciones con Alemania? — preguntó Stalin.

— No por ahora, camarada. Alemania dispone de un gran ejército victorioso y, aunque no sea enemigo para el Ejército Rojo, tampoco conviene provocarles. No, sería mejor que simplemente se produjesen “dificultades” que ralenticen las entregas.