Publicado: Mié Mar 12, 2014 3:50 pm
por Domper
Confusión

20 de Febrero de 1941

El Teniente general Sir Archibald Wawell sabía que peor que las malas noticias era no tener noticias. Por eso estaba tan preocupado: su cuartel general de El Cairo no tenía noticias del general O’Connor desde la tarde anterior.

Tras la desastrosa batalla de Bardia, donde O’Connor había perdido casi todos sus tanques y la tercera parte de su infantería, Wawell le había ordenado resistir en Mersa Matruh. La posición no era ideal, pero apenas había defensas en El Alamein y había que ganar tiempo como fuese. Wawell confiaba en que O’Connor retrasase el avance alemán lo suficiente como para fortificar el “istmo” entre el Mediterráneo y la depresión de Qattara. Luego debería retirarse para unir sus fuerzas a los defensores de El Alamein. Siempre que esos endemoniados alemanes no fuese más rápidos.

Al producirse la inesperada ofensiva alemana Wawell había ordenado a la 6ª División Australiana que volviese inmediatamente. Pero la división ya había empezado su desembarco en el Pireo, y se tardaría por lo menos dos o tres días en reembarcarla. Contando el tiempo de navegación de vuelta y el desembarco, dudaba mucho que pudiese disponer de la unidad antes de diez o quince días. Costaría aun más hacer volver a la brigada de la División Neozelandesa que ya estaba en Grecia. Al menos la tercera brigada neozelandesa, recién llegada a Egipto, había podido ser enviada a El Alamein, donde estaba cavando defensas.

Lo malo era que el paso de El Alamein no era una estrecha llanura costera como las Termópilas, sino un corredor de tierra de casi 40 kilómetros de anchura. Intentar detener la ofensiva alemana con dos o tres brigadas sería como techar con papel de seda. Por suerte el embarque de la 9ª División Australiana estaba siendo tan lento que la mayor parte de su material seguía en tierra, y cuando se uniese a la brigada neozelandesa y al cuerpo de Ejército de O’Connor podría bloquear el avance alemán.

Pero la 9ª Australiana estaba mostrando la misma lentitud que le había impedido embarcar y seguía en Port Said. Wawell le había echado una buena bronca al general Morshead, pero no podía destituir a un general australiano. Morshead le había prometido que antes de una semana tendría a sus hombres ahí. Ojala tuviese esa semana. Solo podía confiar en que O’Connor aguantase en Mersa.

— Mayor ¿Ha conseguido contactar con O’Connor?

— No, mi general. Es como si su Cuartel General hubiese desaparecido.

Wawell estaba también preocupado por las noticias del interior y del Nilo. Alemanes e italianos estaban atacando oasis perdidos del desierto. El desastre de la frontera le había obligado a sustituir las guarniciones inglesas por el ejército egipcio. Wawell sabía que ese supuesto ejército era poco más que una turba armada con equipos sobrantes de la Gran Guerra, pero al menos podría encargarse de la vigilancia. Pero ni eso. Los alemanes habían enviado columnas de comandos al valle, donde habían interrumpido el ferrocarril en varios puntos y cortado las líneas de teléfono y de telégrafo. Solo eran picotazos, pero no sabía si se preparaba una incursión mayor. Siempre había pensado que el desierto occidental era una barrera impenetrable, pero los comandos alemanes no pensaban lo mismo.

— General — el ayudante interrumpió sus meditaciones —. Tenemos un informe de Fuka, una columna de vehículos blindados alemanes está llegando allí.

— Fuka está a solo 90 km de El Alamein ¿se ha confirmado el informe?

— General, estoy al habla con el Coronel Hamilton, que me confirma que sus tropas están combatiendo ya con los alemanes… Espere… La RAF confirma el informe, se están viendo columnas alemanas al Sur de Fuka dirigiéndose hacia el Este.

— ¿Y O’Connor? ¿Han visto algo los de la RAF en Mersa?

—Espere… Bien, me indican que prosiguen los combates en Mersa — dijo el mayor mientras sonreía.

— ¡Borre esa sonrisa de su cara! Si se combate en Mersa quiere decir que los alemanes han copado a O’Connor. Esperemos que aguante, pero eso nos deja sin tanques en Egipto.

Empezó a oírse ruido de motores. Hasta el momento los alemanes no habían bombardeado la ciudad, pero todo podía cambiar. Wawell miró por la ventana y vio un grupo de trimotores volando a baja altura. Pidió los prismáticos, y vio que los aviones arrastraban cintas.

— Mayor Bennet ¿Qué le parece que llevan esos aviones? No lo había visto en mi vida ¿Para qué son esas cintas?

— Mi general, creo que sé lo que es — Bennet había estado en Noruega y ya había visto de esas cintas — Esos aviones son transportes de paracaidistas que ya han lanzado su carga. Los alemanes están lanzando paracaidistas por algún lugar de aquí cerca.

Wawell palideció. No solo había perdido el cuerpo de ejército de O,Connor, sino que parecía que los alemanes estaban a punto de saltar sobre la ciudad. Vio como las calles se llenaban de soldados que corrían hacia los puentes del Nilo. Wawell reconoció el pánico en sus caras.

— Mayor Bennet, si los tanques alemanes están en Fuka y sus paracaidistas aquí, nuestras tropas en El Alamein están a punto de ser cercadas. Nos vamos. Ordene a Morshead y Freyberg que se retiren. Deben tomar posiciones en el Delta y prepararse para retirarse a la orilla Este del Canal de Suez. Ordene destruir los archivos y todo lo que no podamos llevar.

— ¿No podremos resistir en el Nilo? — preguntó Bennet.

— ¿Con qué?