Publicado: Mié Mar 12, 2014 3:43 pm
por Domper
Capítulo 10. Sangre y arena

El vuelo de la abuela


11 de Febrero de 1941

El Unteroffizier Meyer sobrevolaba el interior de Marmárica con la “abuela”, su Henschel Hs 126, en lo que esperaba fuese su última misión con ese trasto. El Hs 126 era un monoplano de ala en parasol que había sustituido a los viejos biplanos de observación Heinkel. El Henschel era un avión duro, capaz de operar desde pistas cortas sin preparar, y sus buenas cualidades a baja velocidad le permitían reconocer hasta los más mínimos detalles. Pero ahí se acababan sus cualidades. Cuando los Hs 126 empezaron a ser entregados a las unidades de reconocimiento los cazas biplanos habían sido sustituidos por monoplanos de altas prestaciones ante los que el Hs 126 estaba indefenso. Se había decidido reequipar la unidad con los nuevos Focke Wulf Fw 189, pero los nuevos aviones se estaban retrasando, y Meyer había tenido que salir con la abuela.

Meyer había llegado a Libia a principios de Diciembre, y su primer mes y medio de operaciones había sido una perita en dulce. Vuelos plácidos en los que la RAF brillaba por su ausencia. Incluso había podido darse el lujo de ametrallar a alguno de los coches blindados de reconocimiento británicos. Pero uince dáis antes todo había cambiado. Los cazas ingleses empezaron a patrullar en gran número y en pocos días cuatro compañeros de su escuadrilla no habían vuelto. Otros tres aviones llegaron tan dañados que tuvieron que ser desguazados, y tres días antes Meyer había escapado por los pelos de un Hurricane salido de Dios sabía donde. Por lo visto los ingleses habían establecido bases aéreas avanzadas y estaban empeñados en impedir los reconocimientos alemanes. Mala señal. Si los ingleses no querían mirones era porque estaban tramando algo, y los jefes querían saber lo que ocultaban. Por eso Meyer había tenido que volver a volar con la abuela.

Meyer llamó por el interfono a su ametrallador — Karl, atento, estamos ya sobre territorio enemigo. Vigila sobre todo a tu derecha que no nos salga nadie desde el sol. — Karl era uno de los mejores observadores de la escuadrilla, pero mejor era mantenerlo despierto y atento.

El avión apenas había empezado a sobrevolar las líneas inglesas cuando Karl le advirtió de una nube de polvo al Sur. Que raro, los ingleses no solían alejarse tanto de la costa. El regimiento de caballería inglés encargado de la vigilancia, el 11º de Húsares, era famoso por su determinación e iniciativa, y a veces se introducía muy profundamente en el desierto. Pero esa nube de polvo era demasiado grande…. Y pronto vieron más.

— Karl, voy a echarle un vistazo a esas polvaredas, atento. — Meyer inclinó su avión hasta pocos metros de altura. Así podría esconderse tras los cerros rocosos y podría sorprender a los intrusos.

— Karl, están justo detrás de esa colina. Preparado. — Meyer rodeó la elevación, y se encontró sobrevolando un mar de vehículos ingleses. Coches de reconocimiento, camiones, hasta pudo ver varias decenas de tanques. Entonces oyó un grito por el interfono — ¡Inglés a las siete, rompe a la izquierda! — Meyer encabritó su avión y vio como pasaban las trazadoras tras él, y luego como lo rebasaban dos aviones.

Los dos Hurricane siguieron atacando al alemán, pero el Henschel, aunque no era rápido, era muy ágil a baja cota, y Meyer eludió a los atacantes una y otra vez con giros cerrados, mientras intentaba volver hacia el Oeste. El ametrallador había dejado de disparar ¿se habría atascado su arma o habría sido herido? Meyer siguió virando como un loco cada vez que uno de los cazas se acercaba. Finalmente uno de los cazas se acercó demasiado, y cuando el Henschel giró el Hurricane no pudo elevarse a tiempo y se estrelló contra el suelo. El otro Hurricane pensó que ya tenía suficiente y se retiró, mientras la baqueteada abuela volvía a su base.

Un ayudante despertó al recién ascendido Generalleutnant Rommel. El general aun no lucía los distintivos de su nuevo rango. Rommel sabía que el ascenso no se lo había ganado, sino que Beck se lo había otorgado para facilitarle las relaciones con la profusión de generale d’armata y maresciallo. La ofensiva que iban a iniciar dentro de cuatro días confirmaría su validez para el cargo.

— General, un informe urgente. La Luftwaffe ha detectado una columna inglesa doce kilómetros al Noroeste, en dirección Oeste.

— ¿Está confirmado ese reporte? — gruñó Rommel.

— Señor, ha hablado con el general Frölhich. Un avión de observación descubrió a última hora una columna de polvo, y se enviaron aviones para confirmar la observación. Descubrieron al menos cien tanques y varios cientos de vehículos, que vigilaron hasta que se hizo de noche.

— O sea, que han tardado seis horas en decidirse a informarme. Parece que los ingleses se nos han adelantado… — Justo entonces el horizonte se iluminó al oriente. El ayudante comentó — ¿Ya amanece?

— Usted no vivió la Gran Guerra. Eso es la artillería británica. Rápido, mi coche, y sígame con el camión de comunicaciones.
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