Publicado: Mar Mar 11, 2014 3:50 pm
por Domper
Visita de cortesía

27 de Enero de 1941

El Tenente Carlo Emanuele Buscaglia discutía airado con el capitano Erasi.

— ¿Esa va a ser nuestra arma secreta? ¿Quiere que me juegue el pellejo tirando eso en las barbas de los ingleses?

El capitán Erasi entendía a su valiente subordinado, pero órdenes eran órdenes. Los alemanes habían cedido a la Aeronautica Militare unas pocas de sus minas magnéticas. Demasiado pocas para resultar efectivas, por eso habían diseñado la nueva arma secreta.

A medianoche las alarmas empezaron a sonar sobre Alejandría. El puerto estaba sufriendo ataques ocasionales desde Diciembre, pero esta vez los contactos eran tantos que se esperaba un ataque duro. Lamentablemente el puerto de pega que se estaba construyendo en una bahía próxima aun no estaba acabado, y los bombarderos del Eje no tuvieron dificultades en encontrar sus blancos. Mientras las bombas silueteaban los muelles, y los reflectores iluminaban el cielo, media docena de trimotores Savoia Marchetti SM.79 sobrevolaron la bahía a ras de agua y dejaron caer varios objetos al mar.

La mañana siguiente el destructor HMS Foxhound encontró uno de los objetos cuando la explosión de una mina magnética le deshizo la proa. La navegación por el puerto quedó paralizada mientras los dragaminas buscaban más minas. La noche siguiente fue Suez el puerto visitado por los SM.79, y al día siguiente tres Savoia lanzaron minas a pleno día en Port Said. Los ingleses enviaron lanchas y buzos a buscar las minas, que no aparecían, y mientras la navegación por el Canal quedó paralizada.

El Almirante Cunningham miró por la ventana hacia el desolador panorama del puerto. Al fondo un depósito de combustible seguía ardiendo cubriendo de humo oleoso el puerto. En el dique seco estaba el portaaviones Illustrious, preparándose para su vuelta a Inglaterra tras ser parcheado. Pero esperaban turno el portaaviones Eagle y el acorazado Warspite, su buque insignia. Aunque los daños causados en el Warspite por el torpedo alemán eran importantes, no corría peligro inminente. Mucho peor era la situación del Eagle: tras una titánica lucha se había podido remolcar el lisiado portaaviones hasta Alejandría mientras seguía filtrándose agua por los mamparos dañados. Aunque las bombas trabajaban a pleno rendimiento, si el barco no podía entrar en el dique seco tendría que ser embarrancado para que no se hundiese. Pero antes era necesario sacar al Illustrious del dique, y eso no sería posible mientras el fondo de la rada siguiese llena de minas.

El Rear Admiral Elliot, capitán del puerto de Alejandría, entró en el despacho de Cunningham. Un ayudante llevaba un amasijo de tela, cuerdas y algas.

— Almirante, me gustaría que le echases un vistazo a esto.

— Elliot, por favor, no tengo tiempo para basura — respondió Cunningham. — Y tú tampoco tienes tiempo mientras el fondo del puerto siga minado ¿Aparecen esas dichosas minas o no?

Elliot aguantó la bronca. Aunque Cunningham solo le superase en un grado, era un oficial con mando de flota, y por tanto se consideraba un ser superior al que un contraalmirante retirado debía rendir pleitesía. Seguro que le molestaba la familiaridad. Pues iba dado. El contraalmirante Elliot había dejado su confortable retiro para dirigir esta base llena de moscas. Si Cunningham seguía molestándole, se volvería para Inglaterra, donde le habían ofrecido ser el comodoro de un convoy.

— Almirante, eso no es basura sino un engaño del demonio. Yo también supuse que los italianos estaban usando un tipo de mina camuflada y por eso no encontrábamos todas las que habían lanzado. Por eso intenté otra cosa, ordené que las lanchas del arsenal recorriesen el puerto lanzando anzuelos…

— ¿Pensaba que las minas iban a picar?

— No, almirante — siguió Elliot. Las minas no aparecerían, pero podríamos pescar un paracaídas. Puse vigías en el puerto con la orden de señalar la dirección en la que cayesen las minas, para poder triangularlas y buscar ahí. Y hemos encontrado varios paracaídas como este.

— ¿Y qué tienen de especial? En la flota desde hace algún tiempo sabemos lo que es un paracaídas.

— Este es especial. En lugar de tener argollas para fijarlo a la mina, está unida a una red vacía. Pensamos que los italianos lanzaron bloques de sal. Debieron pensar que nuestros observadores contarían las minas lanzadas, y que las encontraríamos enseguida. Al lanzar parte minas y parte bloques de sal no podemos saber si lo quedan minas en el fondo. Nos han hecho buscar minas inexistentes y han conseguido mantener cerrado el puerto sin gastar una lira.

— Malditos espaguetis, no esperaba que fuesen tan ingeniosos. Entonces ¿Está libre el puerto ya?

— No, almirante, lo siento. Los italianos también han lanzado minas de verdad, ayer mismo encontramos otra. Recomiendo mantener el puerto cerrado hasta mañana.

Esa noche volvieron los Savoia a Alejandría.