Publicado: Jue Mar 06, 2014 8:12 pm
por Domper
Gasolina

5 de Diciembre de 1940

Walter Schellenberg. “Diario de Guerra”. Data Becker GMBH. Berlín, 1977.

”La noticia del petróleo libio causó tal impresión en Todt que sospeché que el ministro nos estaba ocultando algo. Aunque tenía informadores en el Ministerio, quise saber cuanto antes lo que pasaba. Recordé que en el Ministerio se había integrado el arquitecto favorito de Hitler, Albert Speer. Conociendo su fidelidad al desaparecido Führer pensé que no sería un títere de Todt y que tener con él una conversación franca podría ser ilustrativo.

Speer me impresionó gratamente: no solo me pareció un profesional muy inteligente y muy eficiente, con grandes dotes administrativas, sino también un patriota comprometido con el futuro del Tercer Reich. Una persona a quien tener en cuenta en el futuro. Gracias a su perspicacia descubrió una gravísima debilidad de Alemania, de la que me hizo partícipe: la situación energética era crítica.

Speer me dijo que en 1938 Alemania había consumido 44 millones de barriles de petróleo. Aunque extraíamos 3,8 millones de barriles de nuestro suelo, recibíamos 2,8 millones de Rumania, y fabricábamos 9 millones más en nuestras fábricas de petróleo sintético, necesitábamos importar de ultramar 28 millones de barriles.

Al iniciarse la guerra el bloqueo inglés impidió esas importaciones. Rumania pudo suministrarnos diez millones de barriles, Stalin nos entregó cuatro millones, y capturamos cinco millones en Europa Occidental, pero a pesar de ello la reserva estratégica alemana, que era de 15 millones de barriles en 1939, se redujo solo cinco millones. La decisión del Statthalter de entregar parte de nuestras reservas a España, Francia e Italia iba a dejar nuestros depósitos exhaustos. Según Speer Alemania solo podría mantener el ritmo de consumo actual hasta el verano, y eso con un racionamiento estricto.

La conclusión era obvia: sin petróleo no habría Pacto de Aquisgrán. Entre la producción rumana y la producción interna Alemania apenas podría compensar sus necesidades, y no podríamos ceder prácticamente nada. Si nuestros renuentes aliados se quedaban sin fuel podrían tentarles las ofertas de otros países. Aunque venciésemos a Inglaterra, la dependencia del petróleo exterior sería una espada de Damocles sobre nosotros. Estados Unidos ya había mostrado su voluntad de usar el petróleo como arma política contra Japón, y la mayoría de los campos petrolíferos del mundo o estaban en manos enemigas, o estaban en otros continentes, por lo que las potencias marítimas podrían cortarnos el grifo cuando quisiesen.

Temporalmente la URSS podía aliviar la situación, pues su enorme producción interna, de 250 millones de barriles, bastaría para su consumo y el de todo el Pacto. Además el transporte de ese petróleo se hacía por líneas interiores que podíamos proteger. Pero cualquier persona sensata vería que el Pacto de Aquisgrán era una amenaza para la URSS, y solo un iluso esperaría que Stalin nos suministrase el petróleo suficiente. Antes confiaría en una víbora que en Stalin.

Pero con el petróleo de Libia todo cambiaría. En la colonia italiana había reservas de petróleo que, según los informes, podían ser mayores que las soviéticas, y parecían de gran calidad. Lo mejor era que esos yacimientos estaban en un manos de nuestro mejor aliado, al que Alemania podía proteger. Aunque sería bueno tener otras fuentes de petróleo, Estados Unidos ya no podría chantajear a Francia o a España”.