Publicado: Jue Mar 06, 2014 8:11 pm
por Domper
Revelación

29 de Noviembre de 1940

En Berlín estaba nevando. Los niños alemanes podrían disfrutar de unas navidades blancas, pero a costa de un temporal que había obligado a suspender los vuelos y viajar en tren. Mejor. Por lo menos había podido dormir un poco durante el viaje. Al descender al andén de la Hauptbahnhof un capitán se le acercó y le saludó:

— ¿Coronel von Tresckow? Acompáñeme, por favor. Un vehículo le espera.

Von Tresckow estaba aturdido. Tras la revelación del geólogo italiano acudió inmediatamente al general Von Manstein. El general reaccionó como si le hubiese picado una avispa. Empezó a emitir órdenes, y le ordenó confirmar la historia, obligándole a recorrer la mitad de los despachos de Roma. Luego llegó la orden de trasladarse a Berlín de la forma más urgente posible pero sin poner en riesgo los documentos que llevaba.

— Coronel, suba al coche, por favor.

Von Tresckow subió y su sorpresa fue mayúscula, le esperaba nada menos que el recién ascendido Mariscal Beck, el jefe del Ejército. Se las arregló para saludar en el reducido espacio de la limusina.

— Coronel ¿qué tal es el tiempo en Roma? Mejor que aquí, supongo.

— Mariscal, si puedo serle sincero, no tengo ni idea. Vivo y duermo en mi despacho. La última semana apenas he dormido. Sabía que lo del…

— Coronel, guarde silencio, por favor. — El mariscal miró hacia el asiento delantero.

El coronel aceptó el reproche. Solo la fatiga había estado a punto de llevarle a una indiscreción. Lo que le sorprendía es que los italianos hubiesen sido capaces de guardar el secreto. Seguramente no había sido aposta, sino que el informe de Desio se había quedado perdido en alguna oficina polvorienta esperando que algún subsecretario le diese el visto bueno. Esos italianos… casi era mejor tenerlos como enemigos que como aliados.

El mariscal mantuvo el silencio y el coronel le imitó. Por la ventanilla pudo ver como los cacareados bombardeos británicos apenas habían causado daños en la capital, y el centro estaba intacto. Le sorprendió que el coche no se dirigiera hacia el Ministerio del Ejército sino que entró al patio de la Cancillería. Un ujier con un paraguas les abrió la puerta y les guió al interior.

— Mariscal, el Statthalter les espera en la Sala del Consejo. — El ujier les condujo por salas y pasillos. Los ordenanzas les saludaban y abrían paso.

El mismísimo Goering les iba a recibir, pensó el coronel. Vaya, y le parecía que lo de Roma había sido actividad. Von Tresckow era ambivalente respecto a Goering. Odiaba al nazismo y a los nazis, pero el régimen se estaba haciendo menos opresivo y las malditas SS habían desaparecido. Von Tresckow no se hacía falsas ilusiones, no se iba a permitir volver a los Hohenzollern. Pero ese Goering parecía una gran mejora tras el demoníaco Hitler.

El ujier les dio paso a la Sala del Consejo. Buena parte del gabinete les esperaba. Goering y, desde luego, su alma negra, el director de los servicios secretos, el general Schellenberg. También estaban el ministro de exteriores Von Papen e incluso el ministro de armamentos Todt. Von Treschow había oído rumores según los cuales Goering no le soportaba, por eso se sorprendió al verlo. Estaban presentes también un oficial de la fuerza aérea y otro de la marina a los que el coronel no identificó.

El Statthalter les recibió y les indicó que tomasen asiento.

— Mariscal, al conocer la noticia he convocado esta reunión para informar al Gabinete del hallazgo. Por favor, infórmeles.

— Statthalter, ministros, les presento al coronel von Treschow. Es el Jefe de Estado Mayor del general von Manstein en Roma, donde está organizando nuestra ofensiva en Libia. Como recordarán, en la conferencia celebrada el mes pasado se decidió efectuar una operación conjunta con nuestros aliados italianos destinada a destruir el ejército inglés en Egipto. La operación tiene como objetivo expulsar a los ingleses de Egipto y tomar el Canal de Suez, lo que asegurá nuestro dominio del Mediterráneo. Pero un objetivo aun más importante es destruir el ejército británico, de tal forma que se consiga un efecto moral que haga caer al gobierno de Churchill y poder negociar una paz justa.

— Una paz justa que devuelva a Alemania el papel como líder de Europa —dijo Todt.

Von Papen respondió con tono desabrido. —Mejor que Alemania como líder, será el alma de una Unión Europea. Tenemos que ser muy cuidadosos con el trato a nuestros aliados.

Goering interrumpió la discusión antes que comenzase —Ministros, les ruego que dejen hablar al Mariscal.

— Como decía, es prioritaria la destrucción del ejército inglés, pero no será tarea fácil, pues se trata de una fuerza motorizada de movilidad elevada que ante el primer desastre podría escapar. Por eso el general von Manstein pensaba efectuar un envolvimiento, con un ataque por la costa, por donde ya están avanzando nuestros aliados...

— Mariscal, llevan dos meses parados — dijo Goering — no sé a qué esperan.

— Excelencia, coincido con usted en la mediocridad del mando italiano, aunque hay que reconocer que sus medios son escasos y anticuados. El informe del General Rommel es deprimente. Pero eso nos favorece, porque ha hecho que el ejército inglés mantenga sus posiciones a bastante distancia del Nilo. El general Von Manstein había planeado un ataque frontal realizado por los italianos, que actuase como distracción, y una maniobra de cerco por el Sur. Aun así es probable que escape una fracción importante del ejército inglés. Por ello el general Rommel propuso una operación suplementaria: un ataque por una columna móvil que partiendo desde el interior de Libia y por el oasis de Siwa se dirigiese hacia el Nilo. Un lanzamiento de paracaidistas permitiría el cruce del río y luego el avance hacia Suez. El desembarco probablemente sería cerca de Giza.

—Entiendo. — dice Goering —. Los que escapen de la ofensiva en la frontera serían cercados por los paracaidistas y la columna de Rommel. Una victoria ante las Pirámides. Pasará a las leyendas durante el próximo milenio.

— Desde luego, Excelencia. Aunque estamos estudiando todavía la factibilidad de la operación. Pero al investigarla nos hemos encontrado con algo aun más importante. Si me disculpa, preferiría que fuese el coronel Von Tresckow quien les explique el hallazgo. Por favor, coronel.

El coronel se puso en pie y presentó su informe. — Statthalter, excelencias. El mariscal ya les ha explicado las intenciones del general. Pero entenderán de las dificultades que supone el movimiento de una columna en el desierto…

— A quien se le ocurre mandar tanques por las dunas — interrumpe de nuevo Todt —. Ese tal Rommel debe estar loco.

— Ministro, está equivocado — responde Beck — El Sahara no es como lo vemos en el cine. Apenas una pequeña parte está cubierta por dunas, el resto son planicies pedregosas ideales para los carros de combate.

Interviene Goering — Ministro Todt, le ruego que deje hablar al coronel, seguro que le interesará su hallazgo. Coronel, siga, por favor.

— Gracias, Statthalter. Les decía que el movimiento de una fuerza terrestre por ese medio puede ser difícil, y es importante un buen reconocimiento del terreno. Por desgracia, nuestros aliados italianos habían hecho muy poco en este sentido. Antes de la guerra no enviaron ninguna misión de exploración, tras la guerra tan solo unos pocos vuelos de reconocimiento.

— Típico — bufó Goering.

— Tiene razón, Statthalter. Esas fotos nos sirven de poco, porque necesitamos saber si el terreno aguanta el movimiento de tanques y vehículos pesados. El general Rommel sugirió que tal vez algún geólogo hubiese ignorado las fronteras y podría iluminarnos. Por eso me dirigí al Servizio Geologico desde el que me enviaron al Profesor Ardito Desio…

— ¿Desso? ¿Desio? No había oído hablar jamás de él — dice von Papen.

— No es famoso — responde von Tresckow — pero en su campo es una celebridad. Desio es una especie de aventurero que lo mismo escala los Alpes que viaja por el desierto como un beduíno. Me dijo que el terreno entre la frontera libia, el oasis de Siwa y el Delta es difícil pero practicable, y que hay caminos en mal estado. Al oírle hablar de oasis se me ocurrió que tal vez cavando pozos nos evitaríamos tener que transportar agua. Y entonces el profesor se empezó a reír. Me dijo que por ahí no íbamos a encontrar ni una gota de agua. Que solo encontraríamos petróleo.

— ¡Petróleo! — exclamó Todt.

— Sí, petróleo. Un mar de petróleo. Desio investigó la zona buscando minerales, y se encontró con el oro negro. Hizo varios sondeos y extrajo alguna cantidad de petróleo de primerísima calidad. Según Desio se podía usar en los vehículos casi sin refinar. Pero por entonces el Mariscal Balbo, virrey de la colonia, estaba más interesado en encontrar agua para regadíos y poder establecer colonos italianos. Desio tuvo que ponerse a buscar acuíferos, y la búsqueda de petróleo pasó a tener una prioridad mínima. Al empezar la guerra pararon las prospecciones.

Todos los ministros ponían cara de sorpresa. Solo Goering, Schellenberg y Beck sabían lo que Treschow iba a decir. Todt tenía la misma expresión que un niño que recibe su regalo de Navidad. Von Papen exclamó — Es inaudito, encuentran la solución de sus problemas y la ignoran ¿Los italianos son conscientes de lo que puede haber ahí?

Toma la palabra Beck — Creemos que no, ministro. Von Manstein tuvo conversaciones informales con el Alto Mando italiano y con Ciano, y no parecían saber nada. Von Manstein preguntó por la posibilidad de cavar pozos para agua, y les pareció perfecto. El general piensa que el descubrimiento se ha perdido en la maraña de la burocracia italiana. No quiso revelar nada sin la autorización del Statthalter.

Es Goering quien habla ahora — Caballeros, entenderán que el descubrimiento tiene una trascendencia enorme. Mariscal Beck, distribuya la documentación entre los ministros. Desearía que los estudien personalmente, sin informar a nadie de sus departamentos. Les convoco a una reunión mañana a esta misma hora para un análisis preliminar. Mariscal Beck, coronel Von Tresckow, Alemania está enormemente agradecida por su diligencia.