Publicado: Jue Mar 06, 2014 8:10 pm
por Domper
La geología, estúpidos, es la geología

25 de Noviembre de 1940

El Coronel Von Tresckow estaba agotado. Ya sabía la forma de actuar de su jefe, Von Manstein: odiaba el papeleo, y tenía que ser su jefe de Estado Mayor, o sea, él, quien leyese todos los documentos y los resumiese. Von Manstein dictaría las órdenes correspondientes, que su Estado Mayor, o sea, él, tenía que redactar y presentar al Jefe para que las firmase. Eso era un trabajo a tiempo completo. Pero por lo visto no era suficiente, porque el jefe de operaciones, Rommel, era otro de esos locos que no podía ver un papel ni de cerca, y que recorría los caminos de Italia dictando órdenes que de nuevo él, von Tresckow, tenía que redactar.

Pero bueno, tampoco era todo tan malo. Hitler había muerto, y su sucesor estaba revelándose bastante más benigno de lo que creía. Ya no se perseguía a los judíos, incluso se había resarcido a alguno de ellos. Alemania ya no se creía la dueña del mundo, solo actuaba como el timonel hacia una Europa Unida. Bueno, por eso sí merecía la pena luchar. Aunque tuviese que pasar noche y día en un despacho.

Ahora tenía que resolver el último capricho de Rommel. Por lo visto había hecho una escapada a Libia y se había quedado horrorizado: las comunicaciones eran primitivas, absolutamente inadecuadas para la guerra moderna. La faja litoral, por la que los italianos habían avanzado a paso de tortuga, era estrecha y pedregosa, lo que complicaría las operaciones motorizadas. Rommel quería saber si el interior del país era apto para los tanques, para poder rodear a los británicos por el sur y atraparlos. Esperaba que los italianos hubiesen hecho algún reconocimiento de Egipto, al menos alguna visita clandestina ¡Ja! Eso sería soñar. Muchas pretensiones imperiales, pero en el Servicio Geográfico no sabían si lo que había al otro lado de la frontera era arena, marismas, o rocas. Vamos, que podría haber estado ahí el Himalaya y no lo hubiesen notado.

Rommel había pensado que aunque no hubiesen hecho reconocimientos tal vez algún geólogo supiese que terreno se podrían encontrar. Von Tresckow dudaba que sirviese para mucho: los geólogos estaban muy interesados en malaquitas, granitos o pizarras, pero no les importaba si el terreno podía resistir el paso de un tanque. Pero órdenes eran órdenes. Había solicitado la colaboración del Servicio Geográfico Italiano, y le habían enviado a un tal Ardito Desio. Por lo que leía en su expediente el tal Desio era una especie de aventurero. Héroe de guerra, había recorrido media África en camello, y entre joroba y joroba le había dado tiempo a confeccionar el mapa geológico de Libia. Bueno, ese Desio había viajado un poco e igual podría informarles.

— Teniente, haga pasar al señor Desio.

— A sus órdenes.

El italiano entró en el despacho. — Teniente, dígale al señor Desio que tome asiento, por favor…

— Gracias, Coronel, pero no necesitaré traductores — dijo Desio en correcto alemán —. Soy de Udine, y tengo amigos en el Trentino. Será un placer hablar con usted en su lengua.

— Me alegra oír eso — dice von Tresckow —. Perdone que no me ande con rodeos, pero es que estoy muy ocupado. Mire, usted ha sido un oficial de su ejército por lo que sabrá la importancia de mantener en secreto lo que voy a decirle…

— ¿Qué van a invadir Egipto?

— ¿Cómo lo sabe? ¿Ha oído algo? — se sobresalta von Treckow.

— Por favor, coronel, que no soy tonto. Hasta los gatos han visto pasar todos esos trenes cargados de tanques, cañones y bombas. Ahora ha solicitado mi ayuda. Soy un geólogo aficionado al montañismo que ha hecho un reconocimiento de Libia. Luego una de dos: o quieren escalar el Cervino, o van a invadir Egipto. Y no creo que tanto tanque sea de mucha utilidad en Suiza ¿no?

— Señor Desio, no puedo confirmarle ni desmentirle nada. Pero estoy muy interesado en las características del terreno en el interior de Libia y Egipto.

— Coronel, concrete un poco ¿Qué características del terreno le interesan?

— Las que pueda suponer: el tipo de terreno, si es duro o blando, y si puede soportar el tráfico de vehículos pesados. Si hay oasis o si se pueden cavar pozos…

El italiano se echa a reír — Pozos dice, los querrá para beber ¿no?

— No sé que le hace tanta gracia. Claro que son para beber. Las tropas en el desierto requieren grandes cantidades de agua.

Desio siguió con su expresión de regocijo — Mire, coronel, ustedes podrán cavar pozos, pero no creo que sus soldados puedan beber lo que encuentren. Aunque tal vez a sus tanques les guste más.