Publicado: Mié Mar 05, 2014 2:08 pm
por Domper
Con diez cañones por banda

4 de Noviembre de 1940

— Capitán Suttcliff, contacto a 150°.

— ¿Puede identificarlo, segundo?

— Parece uno de nuestros cruceros, uno de los Leander. Tal vez el Ajax o el Achilles.

— ¿En medio del Atlántico? ¿está seguro?

— Sí, capitán. Dos torres delante y dos detrás, gran puente de mando, una única chimenea de gran tamaño. Ni italianos ni alemanes tienen nada parecido.

— Bien, será bienvenida cualquier ayuda. Igual los espaguetis se han atrevido a salir al océano después de todo y nos envían ayuda. — La pérdida de Gibraltar significaba que la potente marina italiana podría intentar incursiones en el Atlántico. Por ello el convoy seguía una larga derrota al Oeste de las Azores que les pondría fuera del alcance de los cruceros italianos, barcos diseñados para el Mediterráneo, muy rápidos pero de corta autonomía. Pero nunca se era suficientemente prudente —. Intente ponerse en contacto con el crucero mediante señales ópticas.

— A sus órdenes.

El capitán pensó que era demasiado viejo para tantos sobresaltos. Pero la llamada del pero el deber era ineludible, y por eso al iniciarse la guerra había abandonado su confortable retiro en Bristol y se había presentado en el Almirantazgo. Ahí le encomendaron el Mooltan, un paquebote de la P&O armado como crucero auxiliar. Con sus 21.000 Tn era uno de los cruceros auxiliares más grandes, y sus ocho cañones de 152 mm bastarían contra cualquier corsario enemigo. Desde Noviembre del año anterior el Mooltan había escoltado diez convoyes entre Freetown y Liverpool, sin perder ni un solo barco. Esta vez escoltaba al SLF-52, un convoy de 25 barcos. Otro crucero auxiliar, el Dunnotar Castle, protegía al convoy por la otra banda.

— Capitán, el crucero está respondiendo… espere… nos ordena que nos detengamos.

—¿Detenernos? Pídale la señal secreta.

Siete millas al Sudeste, en el puente de mando del crucero español Canarias. — Capitán, el barco inglés nos pide la señal secreta.

— Envíeles cualquier cosa a ver si ganamos un poco de tiempo. Mientras seguiremos acercándonos. Teniente Bergareche, vamos a virar al Norte poco a poco aumentando la velocidad, para que no lo noten desde el barco inglés. No orientaremos las torres por ahora. Aprovecharemos que el Canarias es de diseño inglés para hacernos pasar por uno de ellos, hasta que no puedan escapar. Pronto vengaremos al Bellver.

El teniente Bergareche observó a su superior con devoción. El capitán Rodríguez González era una leyenda en la Armada Española. Antiguo director de la Escuela de Tiro Naval de Cádiz, al comenzar la guerra civil se había unido a la dotación del novísimo crucero pesado Canarias como director de tiro. El crucero estaba siendo terminado en el Arsenal de El Ferrol, pero faltaban elementos claves que Inglaterra se negaba a suministrar, especialmente los sistemas de dirección de tiro. Bajo la dirección de Rodríguez González se desmontó el equipo de una batería de costa y se adaptó a su nuevo papel. Poco después el Canarias se hizo al mar, encontrándose con el destructor republicano Almirante Ferrándiz cerca de Gibraltar. En ese combate el Canarias batió los récords de distancia: disparando desde 20 km de distancia, centró al destructor republicano con la primera salva, lo alcanzó con la segunda y lo hundió con la tercera. Ese logro bastaría para inscribir al Canarias en la lista de los barcos con mejor puntería de la historia, pero considerando el apaño con el que se había logrado, mostraba la increíble capacidad del capitán español que ahora mandaba el crucero. El capitán de corbeta Flamarique, discípulo aventajado de Rodríguez González, era el nuevo director de tiro.

— Capitán, el convoy está cambiando de curso, y ese paquebote se interpone en nuestra derrota.

— ¿Ha podido identificarlo?

— Creo que sí, podría ser el Mooltan o su gemelo Maloja. Veinte mil toneladas, unos diecisiete nudos. Probablemente haya sido convertido en crucero auxiliar.

— Gracias, teniente. — El capitán de navío meditó sus opciones. Probablemente el convoy se dispersaría en cuanto el crucero español se desenmascarase. Había confiado en su parecido con los cruceros clase Leander le permitiría acercarse más, pero los ingleses no se habían creído el engaño. Además los cruceros auxiliares solían estar armados con cañones de 15 centímetros, que podían atravesar el liviano blindaje del barco español. Sería mejor mantener las distancias y valerse luego de la velocidad para dar caza a los barcos del convoy —. Timonel, aumente a 30 nudos y ponga rumbo a 30°. Capitán Flamarique, — ordenó Rodríguez por el tubo acústico — dispare contra el paquebote inglés en cuanto pueda.

A seis millas, el capitán inglés observaba las evoluciones del crucero. Vio como tomaba un rumbo paralelo al del Mooltan y le apuntaba con las torres.

— ¡Capitán, no es el Ajax! ¡Podría ser el crucero español Canarias! ¡Está disparando!

— Maldita sea. Ahí se acercan nuestras Cruces Victoria. Por lo menos no son alemanes, esos españoles no le darán a un granero a cinco pasos.

Contradiciendo al inglés, el Moltan fue rodeado de surtidores, y una sacudida indicó que no todos los disparos habían fallado.

— Capitán, la sala de calderas número 2 ha sido alcanzada, está siendo evacuada. — Una segunda andanada alcanzó al crucero auxiliar, y fragmentos de metralla barrieron el puente y abatieron al timonel —. Capitán, está sangrando.

Suttcliff se apretó la herida del brazo con la otra mano. — No es nada. Esos malditos españoles han tenido suerte, pero ahora nos toca a nosotros. Abra fuego cuanto antes.

Pero los proyectiles españoles no dieron tregua. Andanada tras andanada fueron alcanzando al desgraciado barco inglés. Las comunicaciones internas se cortaron, y una llamarada mostró que el pañol proel había sido destruido. A popa había incendios en todas las secciones. Aun así dos cañones seguían disparando con puntería local, pero los proyectiles caían lejos del crucero español.

— Capitán Rodríguez González, el paquebote inglés se ha detenido y ya no dispara. Arde en pompa y se está escorando.

— No se confíe, fueron los ingleses los que inventaron los barcos trampa. Timonel, rumbo a 330°. Le pasaremos por la popa y daremos caza al convoy. Mientras seguiremos disparando contra ese crucero auxiliar hasta que se hunda.

El Canarias cambió el curso hacia el convoy. — Capitán, otro barco grande se dirige hacia nosotros. Distancia nueve mil trescientas yardas, demora 355°.

— Ya veo, parece otro crucero auxiliar. Timonel, rumbo a 30°, le cruzaremos la ’T’. Flamarique, dirija las torres de veinte centímetros contra el recién llegado, y siga disparando contra el otro inglés con la batería de doce centímetros.

En pocos minutos el HMS Dunnotar Castle siguió el mismo destino que el Mooltan. Con el Canarias cruzado en su rumbo la puntería era mucho más sencilla, y los proyectiles españoles atravesaban el barco de proa a popa. El barco inglés intentó caer a estribor para responder al fuego, pero el timón no respondía. En pocos minutos no era ninguna amenaza.

— Timonel, vuelva al 330°. Teniente, ordene a los mercantes que se detengan. Capitán Flamarique, dispare contra los que no obedezcan.