Publicado: Mié Mar 05, 2014 2:07 pm
por Domper
7. Frente interno

Música nocturna


23 de Octubre de 1940

La noche estaba despejada, pero la débil luna menguante apenas conseguía iluminarla. Los incendios de Harwich al Oeste y al Noroeste las luces de los proyectores y los destellos de la artillería antiaérea sobre Ipswich orientaban a los pilotos. Pero sobre el mar no se veía nada.

— Ahí están, mayor, dos luces verdes. Voy a soltar el cable. — El planeador se desprendió del He-111 que lo remolcaba. Siguiendo las instrucciones, el piloto del planeador viró al norte al divisar otro par de luces, estas rojas.

— ¿Ve algo? — El mayor Siegfried Grabert estaba preocupado porque suya había sido la decisión de no posponer la operación Küsschen. El mal tiempo no había permitido aprovechar la luna llena, pero si esperaba a que coincidiesen buen tiempo y luna tal vez hubiese que esperar hasta la primavera. Al menos la Kriegsmarine había podido situar las lanchas con balizas.

— Por ahora solo mar… espere, ahí veo la costa, y un río con una punta arenosa… ya veo la pradera ¡Agárrese fuerte, Mayor!

Momentos después el planeador tomaba tierra con un crujido, deteniéndose tras unos pocos saltos.

— Silencio. Esperemos a ver si llegan los demás.

Poco después llegaron otros tres planeadores a la estrecha pradera. Uno más se estrelló contra los setos situados al norte. Faltaban tres más.

— No podemos esperar. Adelante.

Un pelotón de comandos se dirigió hacia la playa, donde debía suprimir los blocaos que mostraban las fotos aéreas. Otro pelotón situó balizas en la pradera. El mayor se dirigió con dos pelotones hacia la mansión. Había pensado como tomarla por sorpresa.

La operación Küsschen era la primera incursión alemana en suelo inglés. La Batalla de Inglaterra había sido un fracaso para la Luftwaffe. La RAF había conseguido resistir y causar importantes pérdidas a los alemanes, que se habían visto obligados a suspender los bombardeos diurnos. El Blitz estaba siendo una tortura para miles de londinenses, pero el pueblo inglés estaba mostrando una fortaleza inesperada. La operación León Marino, el desembarco en Inglaterra, había sido retrasada sine die. Pero el OKW había ordenado mantener la presión sobre Inglaterra. Se mantenían los preparativos de invasión, aunque a menor ritmo. Y se decidió efectuar incursiones a pequeña escala, con el objetivo de mantener la alerta e impedir que los británicos enviasen refuerzos a otros frentes.

Bawdsey Manor iba a ser el primer objetivo. Era un palacio de estilo romántico construido a finales del siglo XIX por un político inglés, uno de cuyos descendientes lo había puesto a disposición del Ministerio del Aire. Allí se habían establecido los científicos que desarrollaron el radar. Al declararse la guerra habían sido trasladados a un lugar más seguro, pero Bawdsey Manor seguía siendo una estación de radar. Justo al norte del palacio se elevaban las altas torres del sistema de alerta conocido como Chain Home. También había una instalación portátil del sistema Chain Home Low.

El objetivo del ataque había sido seleccionado no por su relevancia sino por su situación. La mansión estaba en una península arenosa entre el estuario del río Deben y el mar, y el reflejo de la luna sobre el agua facilitaría la orientación de los planeadores. Además estaba rodeada de marismas, y solo una estrecha y serpenteante carretera la comunicaba con el interior. Un ferry comunicaba la estación con Felixtowe, pero solo durante el día.

La Operación Küsschen iba a ser el modelo de las operaciones interarmas.

La Kriegsmarine inició las operaciones. Durante las dos semanas anteriores varios convoyes de buques anfibios se habían dirigido desde Zeebrugge y otros puertos del Canal hacia Amsterdam, aparentemente para llevar a lugares más seguros las embarcaciones de asalto reunidas para la invasión. El día 21 había salido otro de esos convoyes desde Boulogne, con una docena de barcos anfibios escoltado por seis torpederas, tres destructores y cuatro dragaminas. Este convoy se adentró algo más en el Canal que los anteriores para evitar los campos minados de la costa. Pero al atardecer del 23 viró hacia el Oeste.

Esa misma tarde la Luftwaffe bombardeó Harwich. Mientras los bombarderos castigaban la ciudad, cazas Bf-110 patrullaron el Canal para impedir los vuelos de reconocimientos ingleses. Además los incendios ayudarían a orientar el asalto aerotransportado. Por la noche le tocó a Ipswich. Durante varias horas los bombarderos nocturnos alemanes lanzaron bombas incendiarias y bengalas sobre la pobre ciudad.

Mientras un grupo de Ju-52 remolcó los planeadores que llevaban a una unidad de comandos Brandenburger, entre los que había soldados que habían vivido en colonias inglesas. Se preveía que la luna menguante dificultaría la navegación, por eso dos lanchas torpederas de la marina se adelantaron para señalar el rumbo a los planeadores. Los comandos tenían que tomar la mansión y suprimir las defensas costeras, preparando el terreno para el salto de dos compañías de fallschirmjäger.

John Taylor miraba preocupado los destellos sobre Ipswich. Esperaba que sus tíos estuviesen seguros, pero la ciudad parecía sufrir graves daños. Cada pocos minutos pasaban aviones alemanes sobre la mansión, y Taylor rogaba para que ninguno lanzase sus bombas antes de tiempo. Taylor era un agricultor de la cercana Alderton. Demasiado mayor para el ejército y demasiado joven para haber conocido la Gran Guerra, pensaba que el servicio en la Home Guard iba a ser otra cosa. Disciplina militar, entrenamiento, armas modernas… nada de eso. Solo guardias interminables a la puerta de la Mansión, con un fusil herrumbroso que tenía más años que él, vigilando a unos señoritos estirados de la RAF que se dedicaban a jugar con la radio. El condenado caserón estaba en el rincón más húmedo de Inglaterra, y las lluvias de la semana pasada le habían afectado a los huesos. Por lo menos la noche era despejada.

Otro avión pasó en vuelo rasante, y Taylor se encogió. Entonces vio una luz por el camino y unas voces.

— Waltzing Matilda, Waltzing Matilda, You'll come a Waltzing Matilda, with me...

— ¡Alto! ¿Quién va?

— And he sang as he watched and waited 'til his billy boiled "You'll come a Waltzing Matilda, with me?"

La linterna iluminaba a media docena de soldados con uniformes de la RAF. Tambaleantes, cantaban a voz en grito el Waltzing Matilda y movían la luz como si quisiesen alertar a todos los alemanes de Europa.

— Apagad esa luz si no queréis que un Jerry nos tire una bomba ¿Quiénes sois?

— Australia e Inglaterra, hija y madre unidas… hip.

— ¿Santo y seña?

— Australia e Inglaterra…

— Quedaos quietos u os frío. — Taylor tomó el fusil y lo apuntó hacia los australianos, cuando vio unos fogonazos. Sin saber como soltó el fusil y cayó al suelo ¿Cómo podía ser? No había oído nada…

Doce horas después el General Alan Brooke, al mando de las fuerzas de defensa de Inglaterra, visitaba el lugar.

— Tenga cuidado, general, puede haber bombas trampa. Ya hemos perdido a dos hombres allí. —Señalaba las ruinas ardientes de la mansión.

— ¿Qué ha pasado aquí, capitán?

— Ha sido una operación minuciosamente planeada, general. Los bombardeos de Harwich e Ipswich fueron una distracción mientras comandos alemanes en paracaídas y con planeadores aterrizaban en la pradera. Sorprendieron a los centinelas, tomaron la mansión, mataron al personal y escaparon en botes. La alerta no sonó porque debieron cortar las líneas de teléfono. En el puesto de control no se alarmaron pensando que el bombardeo de Ipswich las habría cortado. En Alderton oyeron ruidos pero pensaron que serían bombas desviadas. Decidieron enviar una patrulla de la Home Guard para prestar ayuda, pero no estuvo preparada hasta un par de horas después. Luego se encontraron con minas en la carretera. Cuando llegaron aquí al amanecer, ya no quedaba nada.

— ¿Cuántos eran?

— Unos doscientos creemos, por los paracaídas que han dejado y por los planeadores. Allí — señaló hacia unos árboles — se estrelló un planeador y hemos encontrado un par de jerrys muertos. Alguno más en las instalaciones de la RAF.

— ¿Hemos hecho prisioneros? ¿Algún herido?

— Ninguno, se los llevaron.

— ¿Y nuestras bajas?

— En las instalaciones de la RAF, por lo menos cincuenta. Otros veinte o treinta en la mansión. Unas pobres chicas auxiliares se quedaron atrapadas cuando la casa se incendió. Además han destruido las instalaciones del Chain Home. Aunque todavía no hemos podido hacer un recuento completo.

Alan Brooke estaba cada vez más malhumorado — ¿Es que falta gente?

— Sí, por lo menos una docena de técnicos y alguna chica, no sabemos si están bajo las ruinas.

— O si los han capturado y se los han llevado.

— Es posible, señor. — El capitán mostraba su creciente inseguridad.

— Tampoco sabemos si se han llevado algo, claro.

— Será difícil saberlo hasta que se enfríen los escombros. Pero …

— Continúe, capitán.

El capitán tragó saliva. — Falta un equipo de radar Chain Home Low.

Alan Brooke no daba crédito a lo que oía — ¿Dice que faltan partes de un radar?

— No señor, falta el radar entero. Era un equipo móvil en camiones, y creemos que los alemanes lo encontraron, lo embarcaron en sus lanchas y se lo han llevado.

Alan Brooke ya no pudo aguantar más. — Capitán, esto es inaudito. Usted estaba a cargo de la defensa de este lugar, uno de los más importantes de la costa ¿y qué hace? Dormir como un bendito mientras los jerrys se llevan nuestro equipo más reciente ¿Es que no veía que la instalación estaba al borde del mar? ¿Y que al otro lado del mar estaban los alemanes?

— Señor, confiábamos en la Royal Navy y…

— ¡Ni Royal Navy ni puñetas! La marina ha perdido dos destructores intentando cazar a esos alemanes que se colaron sin que usted se enterase. No sé como explicaré esto al Primer Ministro. Pero sí sé lo que voy a hacer con usted ¿le gustan las Shetlands?