Publicado: Mar Mar 04, 2014 2:14 pm
por Domper
Fuego

11 de Octubre de 1940

En la Línea de la Concepción los soldados británicos seguían cavando.

La conquista de Sierra Carbonera había proporcionado a los ingleses una buena posición defensiva que impedía el acceso al istmo. Pero la ampliación del perímetro requería fuerzas mayores y había sido preciso trasladar un tercer batallón.

Los españoles, tras unos tímidos contraataques el segundo día, habían permanecido tranquilos, salvo por alguna actividad de patrullas. Por desgracia lo limitado de la guarnición disponible había impedido enviar patrullas, y la información disponible sobre las actividades españolas era limitada. Un desertor español había dicho que se estaban trasladando importantes refuerzos a la zona.

La tranquilidad en el perímetro no se extendía a Gibraltar. El segundo día se produjeron seis incursiones de bombarderos a gran altura. Aunque las defensas antiaéreas derribaron cuatro de los aviones atacantes, mostraron la principal debilidad de las fortificaciones: la mayoría de los emplazamientos habían sido construidos a principios de siglo y estaban muy expuestos a las bombas. La guarnición, refugiada en túneles y trincheras, apenas sufrió bajas, pero tres de los nueve cañones de 234 mm en los que se basaba la defensa de la Roca quedaron fuera de combate.

Después de perder cuatro bombarderos el primer día los españoles modificaron su táctica: ahora sus baterías de costa empezaron a disparar contra los emplazamientos de la artillería antiaérea. Tras una semana de bombardeos solo quedaban tres cañones de 94 mm. Fue entonces cuando comenzaron a actuar los bombarderos ligeros a baja cota. A finales de Septiembre todos los cañones de 234 mm y parte de los de 152 mm habían sido destruidos.

Mientras las líneas inglesas seguían en calma en el lado español la actividad aumentaba. La tarde del día once, víspera de la Hispanidad, dos generales españoles se acercaron a San Roque, desde donde observaron las líneas inglesas de Sierra Carbonera. Se trataba de los generales Juan Vigón y Rafael García Valiño. Los dos generales formaban un dúo temible. Vigón había concebido la estrategia franquista en la segunda mitad de la guerra, cuando las ofensivas de Aragón y de Toledo habían sido modelo para la Blitzkrieg. García Valiño era un excelente táctico que en tres años había pasado de mandar un regimiento a dirigir un cuerpo de ejército, y que con 42 años era uno de los generales más jóvenes de Europa.

La toma de la La Línea por los ingleses sin apenas resistencia había causado conmoción en Madrid. Vigón, jefe del Alto Estado Mayor, cesó fulminantemente al Capitán General de Andalucía, Fidel Dávila, nombrando en su lugar a García Valiño. Durante el mes de Septiembre Vigón coordinó los bombardeos de Gibraltar, mientras García Valiño traía refuerzos. Ahora se desplegaban en el Campo de Gibraltar dos divisiones de veteranos de guerra. Sobre todo, se había reunido una impresionante masa artillera. La artillería costera del estrecho siempre había sido muy potente, e incluía treinta cañones pesados, desde 240 a 381 mm. Algunos eran viejos, pero se usarían hasta que se agotase la munición. Además se habían trasladado a la zona diez obuses pesados “legionarios” de 305 y 260 mm, más diez grupos de campaña españoles con obuses de 105, 150 y 155 mm. Los alemanes habían llevado tres monstruosos morteros de 600 mm, cuatro cañones ferroviarios de 240 mm, y ocho grupos de artillería de campaña.

García Valiño explicaba a Vigón los pormenores del ataque:

— Juan, está ya todo preparado. Mañana a las ocho empezará el baile. La serpiente inglesa ha sacado la cabeza, se la vamos a cortar.

— Tienes razón, el incapaz de Dávila nos ha hecho un favor. En lugar de un cese merecía una medalla. Con haber puesto un par de ametralladoras hubiese podido defender la Línea, pero entonces los ingleses se hubiesen escondido en los túneles de Gibraltar y hubiese sido muy difícil sacarlos. Pero al retirarse les ha cedido a los Misters ese precioso cerro que será su tumba.

El problema de Gibraltar había sido estudiado cientos de veces en las academias militares españolas. Las armas modernas hacían que Gibraltar ya no fuese inexpugnable, pero su conquista podía ser muy costosa. También se había considerado el supuesto en el que los ingleses extendían su perímetro: sería más fácil atacarlo, pero los defensores tendrían tiempo de retirarse a sus túneles. Cerrar el istmo entre La Línea y Gibraltar no era fácil. Además, aunque se rompiesen las líneas inglesas, avanzar a través de La Línea no sería tarea sencilla. Un desembarco desde la bahía de Algeciras o desde el Mar de Alborán sería aun más peligroso.

García Valiño temía repetir la experiencia del Ebro, cuando miles de sus soldados habían perecido atacando las líneas republicanas a pesar de intensísimos bombardeos artilleros. Por ello iba a usar la táctica que le permitió romper el frente en la Sierra de Cavalls. En lugar de una preparación artillera prolongada, usaría todos sus cañones de campaña para batir un pequeño sector del frente entre Sierra Carbonera y La Línea. La preparación duraría solo diez minutos, e inmediatamente se produciría el asalto. Entonces los cañones cambiarían sus objetivos para batir La Línea, protegiendo el flanco derecho español, y sobre todo para intentar cerrar el istmo. Mientras la aviación, la artillería de costa y los cañones pesados bombardearían los emplazamientos de los pocos cañones que quedaban en Gibraltar.

A las 8:30 se inició el bombardeo, y veinte minutos después la cota 57, la más meridional de la Sierra Carbonera, había sido tomada por las tropas de García Valiño.

En Gibraltar el gobernador, el general Gerard Liddell, observaba la batalla desde un respiradero de su túnel de mando.

— Mayor, ordene a los Devonshire que se preparen para retirarse a La Línea, y que les cubran los Black Watch. Luego, que se retiren ellos.

— Gobernador, hemos perdido el contacto con los Devons y con los Blacks, el bombardeo ha debido cortar los cables de teléfono.

— Envíe una patrulla para repararlos, o envíe mensajeros. Pero es imperativo que llegue la orden.

Una hora después el mayor informó al gobernador que la patrulla y los mensajeros se habían perdido, y que solo tenían contacto por radio. En Sierra Carbonera los ingleses resistían bien, pero la pérdida de la cota 57 les había dejado aislados.

Gerard Liddell comprendió entonces cuales eran las intenciones españolas. No querían reconquistar La Línea sino que iban a por todo. Si perdía los tres batallones del perímetro sería imposible cubrir los accesos a Gibraltar.

— Mayor, los Dons quieren atrapar a nuestros soldados. Ordene a los Devons y a los Blacks que se retiren. Si es imposible, que aguanten hasta la noche y que entonces rompan el cerco. Los Somerset deben resistir en La Línea hasta la noche, y retirarse cuando lo hayan hecho los otros dos batallones.

Fue imposible. Los defensores de Sierra Carbonera estaban superados cinco a uno, y los bombardeos y asaltos continuos habían roto la cohesión de las unidades. Otra división española atacaba al 2º batallón de infantería ligera de Somerset en La Línea. Aunque las ruinas de lo que había sido una ciudad facilitaban la defensa, los ingleses estaban eran superados por los españoles 10 a 1, y soportaban un bombardeo de artillería que no se recordaba desde el Somme. A mediodía la resistencia se rompió y los Somerset intentaron retirarse. Fue entonces cuando toda al artillería española dirigió sus ataques contra el istmo, que se convirtió en una trampa mortal. Solo unos pocos soldados pudieron llegar a la Roca. Durante la tarde las posiciones inglesas en el cerro, aisladas, sin municiones y plagadas de muertos y heridos, se rindieron.