Publicado: Jue Feb 27, 2014 12:15 pm
por Domper
Casus belli

30 de Julio de 1940

— Statthalter, le felicito por su elección. El pueblo alemán ha sabido decidir.

— Schellenberg, no sea irónico, por favor. Ese humor suyo algún día le llevará a la ruina. Usted fue el encargado de asegurar la elección.

— Statthalter, no fue preciso. Los sondeos que hicimos predecían un triunfo abrumador ¿para qué mancharlo? Preferí no intervenir, al contrario, invité a observadores neutrales para que diesen fe de la limpieza del plebiscito.

El coronel Schellenberg se estaba mostrando como un manipulador nato. Goering había quedado satisfecho de su papel en el comité especial, por ello le había nombrado enlace de la cancillería en el Abwehr y en el Ministerio del Interior. De facto, era Schellenberg y no Canaris quien controlaba la inteligencia alemana. Aun conociendo su capacidad, a veces le sorprendía. Menos mal que el coronel era demasiado joven y poco conocido como para aspirar a sustituirle. De hecho Goering estaba pensando en hacerle una oferta: cuando se retirase, tras ganar la guerra y consolidar la nación, podría ser su sucesor. Pero solo si mantenía una absoluta lealtad. Schellenberg podría ser o el mejor apoyo, o el peor enemigo.

— Bien, coronel, cuénteme que pasó con el barco español.

— Recordará que les regalamos a los españoles unos cuantos cañones viejos. Sobrantes de la marina del Kaiser que llevaban veinte años oxidándose.

— Ha sido un regalo envenenado, por lo que veo — responde Goering.

— Cierto. La condición para que recibiesen los cañones era que se enviasen a Canarias para su defensa, e inmediatamente tras su llegada fueron embarcados en un transporte militar. Durante su viaje a Canarias el barco fue interceptado por los ingleses. Resultó que un submarino nuestro estaba de caza, y hundió un crucero. Y los ingleses no tuvieron mejor idea que hundir al barco español.

— Vaya coincidencia más afortunada para nosotros. Usted no tendría nada que ver en ello.

— Fueron los ingleses los que metieron la cabeza en el lazo. Desde hace algún tiempo sospechaba que los ingleses leían nuestros códigos. El general Kesselring dice que aunque han intentado todo tipo de tácticas sobre Inglaterra, nunca consiguen la sorpresa. Por eso probé un jueguecito. Envié un mensaje dirigido a nuestro cónsul en Canarias, informándole que los españoles pretendían reforzar las Canarias previamente a la declaración de guerra, y que iban a enviar un barco cargado de material alemán. El mensaje fue cifrado mediante la cifra diplomática. Además de eso, envié otro mensaje con la clave de la Luftwaffe, informando de la fecha de salida y la prevista de llegada del barco, y de su rumbo. También pedí a Marschall que sugiriese a Doenitz que enviase un submarino para escoltar al barco español. Y los ingleses han picado. El ataque que han sufrido los españoles indica que esos condenados ingleses pueden leer tanto la cifra diplomática como la de la Luftwaffe. Tan solo la cifra naval parece segura, pero teniendo en cuenta que el método de cifrado es similar, no confiaría mucho en ella.

— No puede ser, me aseguraron que era imposible descifrar nuestros mensajes — se sorprende Goering.

— Pues los ingleses han conseguido lo imposible. De alguna forma han conseguido leer los mensajes cifrados con la máquina Enigma. Habrá que revisar nuestros procedimientos, e ir pensando en desarrollar algún otro sistema. Pero yo por ahora recomendaría que mantuviésemos las claves actuales, y las usásemos para cebar a los ingleses con algunos mensajes que tengo preparados.

— ¿Cómo han reaccionado los españoles?

— Pues como era de esperar, se han subido por las paredes. Han retirado el embajador de Londres y han expulsado al embajador británico de Madrid. Además han decretado la movilización de los reservistas en las Canarias, y han enviado un convoy, escoltado con lo que les queda de flota, con el resto del material que les enviamos y todo lo que han podido reunir en la Península. Esta vez los ingleses no se han atrevido a molestarles, porque tras lo de Mers–el–Kebir y Dakar este nuevo ataque ha sentado muy mal en los países neutrales.

— En resumen, que España va a entrar en guerra.

— No estamos seguros todavía, nadie sabe lo que pueda pensar ese generalote que tienen por dictador. Es muy ladino. Pero por lo menos han autorizado a repostar submarinos en puertos españoles. Espero que eso no sea causa de un nuevo incidente que les lleve a la guerra.

— Le veo venir — responde Goering —. Pero sea discreto, por favor, no quisiera que todo esto nos saltase a la cara.

— Había pensado enviar otro mensaje a Las Palmas sugiriendo que el petróleo yanqui que recibe España se usa para repostar a nuestros submarinos. Si España no entra en guerra es solo porque tienen miedo a quedarse sin petróleo. Pero si de ninguna forma lo van a tener…

— Schellenberg, recuérdeme que no juegue a las cartas con usted. A veces me da miedo ¿Y Francia? ¿Cómo van las negociaciones con Pétain?

— Von Papen no está seguro, pero la repatriación inmediata de 50.000 prisioneros ha creado muy buena impresión. Más importante, la marina francesa ha empezado a desplazar los cruceros y destructores de Dakar y de las Antillas a Casablanca. También sabemos que ha habido incidentes entre ingleses y franceses en Alejandría. Creo que Pétain ya ha aceptado y solo falta que nos lo confirme. Querrá adelantarse a los españoles. Aunque tal vez necesite un empujoncito que le decida.

— ¿Cómo piensa empujarles? —pregunta Goering.

— Había pensado en seguir usando la radio. A nuestra embajada en Tokio le interesará saber que la flota francesa en Alejandría va a autohundirse bloqueando el puerto.