Publicado: Mié Feb 26, 2014 5:37 pm
por Domper
León Marino

6 de Julio de 1940

La reunión en la cancillería se había prolongado demasiado, y los ánimos se estaban calentando. El Statthalter Goering había reunido a las cúpulas de las tres armas para planificar las posteriores acciones contra Inglaterra. Pero las posiciones del Ejército y la Marina eran cada vez más distantes.

El Ejército, recordando los baños de sangre de la Gran Guerra, era partidario de un ataque en frente amplio, desde Ramsgate hasta el Lyme. Un asalto amplio permitiría eludir las fortificaciones que los ingleses estaban levantando a toda prisa en las orillas del Canal, y tras el desembarco impediría la concentración de las reservas inglesas, permitiendo un avance decisivo que superase la línea del Támesis.

Pero a los representantes de la marina se les erizaban los pelos con solo pensarlo. Tras las operaciones de Noruega la Kriegsmarine se había quedado sin barcos: los más afortunados estaban en el astillero reparando daños, pero muchos otros se habían perdido. La zona del Canal por donde el Ejército pretendía desembarcar era demasiado ancha como para cruzarlo en un solo día con los medios de fortuna de los que se disponía, y la Luftwaffe no podría proporcionar suficiente cobertura. La Royal Navy podría campar a sus anchas, y en Narvik ya habían apreciado la decisión con la que usaban sus destructores.

Por eso la marina proponía una operación en un frente estrecho, asaltando un único punto entre Dover y Hastings. En esa zona el canal era más estrecho y se podría cruzar durante el día, bajo la sombrilla de los Stuka, y con la protección de campos de minas, lanchas rápidas y submarinos. Aun así la operación se consideraba muy arriesgada, pues los ingleses podrían plantar sus propios campos de minas. Pero era lo único posible con los limitados medios que se tenían.

Huelga decir que el Ejército estaba horrorizado por la propuesta de la marina. Los reconocimientos aéreos mostraban como en Dover se estaban cavando trincheras, tendiendo alambradas, construyendo blocaos y emplazando cañones. Un asalto frontal, aun contando con la sorpresa, lanzaría a la infantería alemana a una batalla como la de Verdún. El Ejército no quería saber nada de eso, y seguían pidiendo una operación más amplia. Porque ¿qué diferencia había entre cruzar el Canal o un río ancho?

Durante dos horas la discusión había pasado de intentar argumentar sus puntos de vista a enfrentamientos personales. Ahora el comandante en jefe de la Marina, el Crossadmiral Erich Raeder, y el del Estado Mayor de la Wehrmacht, el Generaloberst Wilhelm Keitel, se acusaban el uno al otro.

— Un río ancho — Raeder estaba indignado — Se han montado en un bote en el Spree y piensan que saben navegar. Repito que cruzar el Canal por donde quieren es suicida. Si se encuentran con una flotilla inglesa acabarán todos en el fondo. Y la Kriegsmarine no tiene buques pesados con los que apoyarles.

El Gereral Keitel, aun más enfadado, respondía — Si ustedes no tienen buques es porque los malgastaron en Noruega. Para compensar su ineptitud quieren que lancemos a nuestros soldados a una picadora de carne. Yo no sabré navegar, pero ustedes no saben de la guerra. Durante la anterior guerra, mientras ustedes bebían cerveza en Kiel, mis soldados morían en las trincheras — Keitel había sido gravemente herido en Bélgica en 1914 — La operación que nos propone es suicida.

— General, usted dispondrá del apoyo de los aviones del Statthalter. El ejército se ha paseado por Francia y Bélgica y ha derrotado a los ingleses. Si superaron la línea Maginot como no van a poder hacerlo con unas pocas trincheras.

— General, ese paseo por Francia ha costado ciento cincuenta mil hombres a Alemania. A mis soldados ya les gustaría poder combatir protegidos por medio metro de hierro, como ustedes.

Cansado de la discusión, Goering interviene:

— Caballeros, esto no está llevando a nada. Les voy a formular una pregunta, y deben responderme con total sinceridad. El futuro de Alemania puede depender de sus respuestas. General, ¿sería posible superar las defensas de Dover? Cuente con todo el apoyo de la Luftwaffe y con que los paracaidistas tomen un aeródromo.

— Statthalter, incluso así sería una operación muy arriesgada. En el asalto a la línea Weygand se vio como los aliados ya no se desbandaban ante los Stuka, sino que se escondían y aguantaban el chaparrón. Si los defensores no se desmoronan las tropas que encabecen el asalto serán masacradas. Y aunque consigan una cabeza de playa, se quedarán atascados en un terreno estrecho, pantanoso y fortificado. Creo que ni se conseguirá enlazar con los paracaidistas antes que las reservas inglesas los destruyan.

— ¿Usted cree que derrotarían a los paracaidistas con la Luftwaffe encima?

— Sí, Statthalter. Los aviones no pueden operar de noche, y durante el día solo permanecen unos minutos sobre el campo de batalla. Necesitaríamos apoyo artillero masivo, con todos esos barcos que están en el taller gracias al Almirante…

Goering se estaba cansando del enfrentamiento — General, no siga por ahí. La invasión de Noruega fue necesaria, y sin ella Alemania no podría tener el acero para sus tanques. Entiendo que el Ejército se niega a un ataque en Dover.

— Negarse, no, el ejército hará lo que usted ordene. Pero si vamos a Dover, seremos derrotados.

— Entiendo. Almirante Raeder, es su turno ¿La marina podría apoyar un ataque a Inglaterra en otro punto del Canal? No un ataque amplio, sino una operación como la que proponen en Dover, pero en otro punto. Le garantizo que la Luftwaffe impedirá que los barcos ingleses aparezcan.

El Almirante Raeder también se había cansado de esos aficionados a la guerra naval. Como Jefe de Estado Mayor del Almirante Hipper durante la Primera Guerra Mundial, había participado en todas las acciones del Mar del Norte, y había visto demasiada guerra como para que unos pisahormigas le pretendiesen dar lecciones. Cruzar un río… Iba a darles una lección de navegación.

— Statthalter, por mucho que lo desee, no podemos detener el tiempo.

— Almirante, no se vaya por las ramas, sea más concreto.

Raeder respondió, con el tono de un viejo maestro que enseña a sus discípulos — A eso iba. El asalto a Inglaterra precisará de varias divisiones en el asalto inicial ¿no es así, general?

Keitel respondió como un alumno aplicado — Desde luego, se necesitarán cinco divisiones en la primera oleada.

— Para esas cinco divisiones va a necesitar, como poco, mil lanchas de invasión. Que no tenemos, pero que podemos preparar modificando barcazas de canal. Esas barcazas, en mar abierto, no pueden moverse a más de cinco nudos.

Keitel pensó que había pillado al almirante — Bueno, en Agosto el día dura quince horas, y sus barquitas podrían recorrer… espere que calcule… ciento cuarenta kilómetros. Es decir, que se podría salir de noche de Boulogne, estar en Brighton al amanecer y volver en el día.

Raeder, con la expresión del profesor que acaba de pillar al alumno, le contestó — Claro, si consigue meter todas esas barcazas en Boulogne. Pero en un puerto del canal no cabe tanto barco. Menos si también hay transportes, destructores, minadores… Hay que distribuir la flota de invasión por todos los puertos entre Ostende y Le Havre. Resultará imposible que en un solo día se salga del puerto, se organicen los convoyes, se cruce el estrecho rezando para que las baterías inglesas no se dediquen al tiro a pato, y luego reunirse ante Brighton y desembarcar. Salvo que el Statthalter pueda detener el sol como hizo Josue, necesitaremos dos días completos para situarnos ante la costa inglesa ¿Sabe cuanto puede recorrer un crucero en un día? ¡800 kilómetros! Como para salir de Portsmouth, masacrar sus barcazas y volverse para tomarse una pinta antes que ningún Stuka pueda aparecer. Salvo que la Luftwaffe sea capaz de aniquilar a la Royal Navy en sus puertos, que lo dudo.

Goering estaba disgustado, pero no lo aparentó. Ya había decidido que sería imposible trabajar con Raeder y con Keitel. Pero necesitaba saber si el desembarco en Inglaterra era factible.

— Almirante, entiendo que solo sería posible un asalto en el estrecho de Dover. General Keitel ¿qué condiciones precisaría el Ejército para que el asalto triunfe?

— El asalto solo sería posible si los ingleses estuviesen desmoralizados, que no lo parece.

— Luego recomienda que no lo intentemos.

El Generaloberst Beck, silencioso hasta entonces, intervino — Statthalter, permítame que les interrumpa. El Generalleutnant Von Manstein tiene algunas ideas interesantes.

Goering recordaba a Von Manstein. Antiguo protegido de Beck, había propuesto la maniobra de las Ardenas que había derrotado a los aliados. Durante la campaña de Francia se había distinguido al frente de un Cuerpo de Ejército. Había sido muy crítico con el modo con que Runstedt había llevado las operaciones, diciendo que había dejado escapar a los ingleses. Tal vez tuviese una propuesta interesante.

— Statthalter, entiendo los argumentos del Grossadmiral — saludó a Raeder, que devolvió el gesto — y los del Generaloberst — Keitel no estaba satisfecho de la intervención de un subordinado —. Pero la invasión de Inglaterra, aunque sea arriesgada, es la única forma rápida de acabar la guerra. Propongo que la Luftwaffe consiga el dominio aéreo, mientras el Ejército y la Marina preparan la operación. Almirante ¿cuál sería la fecha límite?

Raeder, más relajado, respondió. — El Canal es famoso por sus temporales. Si no efectuamos la operación en Septiembre, habría que posponerla para el año que viene. Mejor sería Agosto. Pero reunir los medios de desembarco y prepararlos será un problema.

— Entiendo, es probable que no se pueda efectuar la operación este año, salvo que, como ha dicho el Generaloberst, la moral inglesa se hunda. Pero aun así recomendaría que se preparase la invasión con una fecha límite… digamos que para el 31 de Agosto. Y si no es posible, posponerla para año próximo.

Goering interviene — Pero desplegar todas esas fuerzas en el Norte de Francia afectará a la economía alemana.

— Sí, Statthalter — responde Manstein —. Pero si no preparamos la operación, los ingleses tendrán las manos libres para usar sus escasos recursos contra nuestros aliados. Sin embargo, si preparamos una invasión seremos nosotros los que tengamos libertad de acción. Se necesitará a la mayor parte de la Luftwaffe, pero solo a una fracción del Heer. Con el resto de nuestras fuerzas podríamos actuar contra los intereses ingleses. Y, aunque no se pueda lanzar la invasión este verano, se mantendría la presión. Se trataría de atacar sus comunicaciones, para estrangular su economía y hacerles pasar hambre. De invadir sus colonias, que solo necesitan un empujón para rebelarse. Si no se rinden antes, la primavera próxima estarán a nuestros pies.

Goering estaba satisfecho — Gracias, general, esta propuesta permitirá seguir amenazando a Inglaterra, y ofrece una vía para su derrota. Pero hay que meditarla seriamente. Me gustaría que encabezase un grupo de trabajo que la estudie. Designaré a un alto cargo de la Luftwaffe para trabajar con usted, y la marina deberá hacer lo mismo. Almirante — dijo a Raeder — ¿Cómo se llamaba ese almirante suyo que hundió al portaaviones inglés? Creo que está disponible

— El almirante Marschall actuó contra las órdenes y ha sido relevado del mando.

— Si no tiene un destino, será perfecto. Ordénele que se presente ante mi pasado mañana. General Von Manstein, espero verle también.