Publicado: Mar Feb 25, 2014 4:16 pm
Capítulo 1. Una visita a París
Un visitante inesperado
París, 26 de Julio de 1940
Es el final de la primavera, y el sol calienta calles vacías. Los parisienses se resisten a disfrutar del día. Los que no huyeron se esconden tras las ventanas de sus casas. A pesar de lo avanzado de la mañana solo una persona está en la calle. Viste de civil, pero el traje se nota que no fue hecho a su medida. Lleva un pequeño maletín y parece ir buscando algo. Finalmente encuentra la puerta que busca y empieza a llamar. Solo tras varios minutos de llamadas insistentes se abre una mirilla.
— ¿Qué desea? –gritan desde dentro.
— ¿Es el domicilio de Monsieur Aubriot? — dice en francés con fuerte acento alemán.
— Yo no hablo con boches. Váyase.
El visitante no se arredra —Mire, puede hablar conmigo, o con la Gestapo.
— Diga lo que tenga que decir — le gritan desde dentro.
— Preferiría no hablar en la puerta. Ya sabe, las paredes oyen
— Pase dentro, diga lo que quiera, y lárguese.
El francés es un hombre en la treintena, pero prematuramente envejecido. Arrastra la pierna izquierda y ha perdido dos dedos de la mano.
— Monsieur Aubriot, usted trabaja en la Ópera de París desde 1933 ¿no es así?
— Sí, trabajo en la Ópera ¿ahora es un crimen antialeman? —responde altaneramente Aubriot.
— Tranquilícese, por favor. Mire, Monsieur Aubriot, he estado hojeando su expediente. La Gendarmerie tuvo la deferencia de cederme sus archivos.
— Gendarmes, fascistas, nazis… poco se llevan — responde Aubriot.
—Siento disentir con usted — responde el visitante misterioso —. Los nazis son mucho peores. Usted no ha estado en Polonia.
Aubriot mira con curiosidad al intruso — No siga, no quiero saber nada de lo que dice. Váyase inmediatamente de mi casa.
El visitante ni se mueve — Espere, no soy un agente provocador de la Gestapo. Mire que le traigo — abre el maletín, que contiene varios cilindros envueltos en papel encerado — ¿Sabe qué es esto?
— ¿Y por qué tendría que saberlo? — contesta Aubriot.
— Como le decía, he estado leyendo su expediente. Pone que usted solicitó una excedencia en 1936, y que no volvió hasta 1938.
— Tenía que cuidar a mi madre.
— ¿Su madre vivía en España? Por favor, seamos serios. Sus padres murieron durante su infancia, y usted no tiene familia. En 1936, tras conseguir la excedencia, viajó a España, supongo que clandestinamente, porque no solicitó pasaporte. Llegó a Albacete y se enroló en el batallón Comunne de Paris de las Brigadas Internacionales. Combatió en las batallas de Brunete y de Belchite, donde fue herido. Tras recuperarse desertó y volvió a Francia, reincorporándose a su puesto en la Ópera. No ha vuelto a relacionarse con sus antiguos camaradas.
— Si usted sabe tanto sobre mi, también sabrá que el hijo de p*** de Marty me acusó de troskista y quiso fusilarme. Pero sigo siendo socialista y no delataré a mis compañeros.
— No vengo a eso — dice el visitante —. Mire, sé algo que tal vez le interese. Hitler va a visitar París.
— ¿Ese fascista quiere reírse de nosotros?
— Usted puede conseguir que se ría. Porque uno de los deseos del Führer es visitar el Teatro de la Ópera. Como buen brigadista, creo que usted sabrá usar esto — el alemán pone sobre la mesa el contenido del maletín: cartuchos de gelinita y dos bombas Laffite.
— ¿Tan cobardes son los alemanes que no saben ni matar a sus piojos?
El alemán no se inmuta tras el insulto —. Mire, le estoy dando la ocasión de vengar a su país. También podría darle el chivatazo a la Gestapo, que enseguida vendría a visitarle.
— También podría ir yo a la Gestapo y delatarle. — Aubriot contesta, pero con poca seguridad.
— ¿Un antifascista? Además ¿qué sabe de mi? Míreme ¿Cuántos alemanes hay como yo? — el visitante se ríe y entreabre su americana, mostrando una pistola automática —. También podría pegarle un tiro ¿Cree que la gendarmería investigaría mucho? Pero también puedo hacer otra cosa. — Le ofrece una de las Laffite —. Aquí tiene un recuerdo para Hitler ¿querrá dárselo de mi parte?
Un visitante inesperado
París, 26 de Julio de 1940
Es el final de la primavera, y el sol calienta calles vacías. Los parisienses se resisten a disfrutar del día. Los que no huyeron se esconden tras las ventanas de sus casas. A pesar de lo avanzado de la mañana solo una persona está en la calle. Viste de civil, pero el traje se nota que no fue hecho a su medida. Lleva un pequeño maletín y parece ir buscando algo. Finalmente encuentra la puerta que busca y empieza a llamar. Solo tras varios minutos de llamadas insistentes se abre una mirilla.
— ¿Qué desea? –gritan desde dentro.
— ¿Es el domicilio de Monsieur Aubriot? — dice en francés con fuerte acento alemán.
— Yo no hablo con boches. Váyase.
El visitante no se arredra —Mire, puede hablar conmigo, o con la Gestapo.
— Diga lo que tenga que decir — le gritan desde dentro.
— Preferiría no hablar en la puerta. Ya sabe, las paredes oyen
— Pase dentro, diga lo que quiera, y lárguese.
El francés es un hombre en la treintena, pero prematuramente envejecido. Arrastra la pierna izquierda y ha perdido dos dedos de la mano.
— Monsieur Aubriot, usted trabaja en la Ópera de París desde 1933 ¿no es así?
— Sí, trabajo en la Ópera ¿ahora es un crimen antialeman? —responde altaneramente Aubriot.
— Tranquilícese, por favor. Mire, Monsieur Aubriot, he estado hojeando su expediente. La Gendarmerie tuvo la deferencia de cederme sus archivos.
— Gendarmes, fascistas, nazis… poco se llevan — responde Aubriot.
—Siento disentir con usted — responde el visitante misterioso —. Los nazis son mucho peores. Usted no ha estado en Polonia.
Aubriot mira con curiosidad al intruso — No siga, no quiero saber nada de lo que dice. Váyase inmediatamente de mi casa.
El visitante ni se mueve — Espere, no soy un agente provocador de la Gestapo. Mire que le traigo — abre el maletín, que contiene varios cilindros envueltos en papel encerado — ¿Sabe qué es esto?
— ¿Y por qué tendría que saberlo? — contesta Aubriot.
— Como le decía, he estado leyendo su expediente. Pone que usted solicitó una excedencia en 1936, y que no volvió hasta 1938.
— Tenía que cuidar a mi madre.
— ¿Su madre vivía en España? Por favor, seamos serios. Sus padres murieron durante su infancia, y usted no tiene familia. En 1936, tras conseguir la excedencia, viajó a España, supongo que clandestinamente, porque no solicitó pasaporte. Llegó a Albacete y se enroló en el batallón Comunne de Paris de las Brigadas Internacionales. Combatió en las batallas de Brunete y de Belchite, donde fue herido. Tras recuperarse desertó y volvió a Francia, reincorporándose a su puesto en la Ópera. No ha vuelto a relacionarse con sus antiguos camaradas.
— Si usted sabe tanto sobre mi, también sabrá que el hijo de p*** de Marty me acusó de troskista y quiso fusilarme. Pero sigo siendo socialista y no delataré a mis compañeros.
— No vengo a eso — dice el visitante —. Mire, sé algo que tal vez le interese. Hitler va a visitar París.
— ¿Ese fascista quiere reírse de nosotros?
— Usted puede conseguir que se ría. Porque uno de los deseos del Führer es visitar el Teatro de la Ópera. Como buen brigadista, creo que usted sabrá usar esto — el alemán pone sobre la mesa el contenido del maletín: cartuchos de gelinita y dos bombas Laffite.
— ¿Tan cobardes son los alemanes que no saben ni matar a sus piojos?
El alemán no se inmuta tras el insulto —. Mire, le estoy dando la ocasión de vengar a su país. También podría darle el chivatazo a la Gestapo, que enseguida vendría a visitarle.
— También podría ir yo a la Gestapo y delatarle. — Aubriot contesta, pero con poca seguridad.
— ¿Un antifascista? Además ¿qué sabe de mi? Míreme ¿Cuántos alemanes hay como yo? — el visitante se ríe y entreabre su americana, mostrando una pistola automática —. También podría pegarle un tiro ¿Cree que la gendarmería investigaría mucho? Pero también puedo hacer otra cosa. — Le ofrece una de las Laffite —. Aquí tiene un recuerdo para Hitler ¿querrá dárselo de mi parte?