Publicado: Vie Mar 04, 2011 10:57 pm
por Kurt_Steiner
Stauffenberg aseguró a Olbricht que Hitler estaba muerto. Olbricht se lo repitió a Fromm, que replicó que Keitel le había informado de lo contrario. Stauffenberg reiteró que él había visto como se llevaban el cadáver de Hitler y que Keitel mentía. Olbricht pidió a Fromm que se uniera a la conspiración, porque, hiciera lo que hiciera ahora, ya no podía salvarse y no podría escapar de las sospechas. Fromm le dijo que todos estaban arrestados. Stauffenberg, sin perder la calma, le contestó que él estaba arrestado. Fromm fue conducido fuera de su despacho a punto de pistola y encerrado, junto con su ordenanza. Ahora había que comprobar que se cumplieran las ordenes cursadas. Mientras, el general Helmuth Stieff traicionó a los conspiradores e informó de lo que sucedía al general Wagner, que le ordenó que se pusiera en contacto con Keitel (pese a esto, Stieff sería arrestado y ejecutado por su papel en la conspiración).

En Berlín, los conspiradores pidieron al general von Kortzfleisch, el comandante del III Distrito militar (Berlín), que se desplazara al despacho de Fromm, donde fie recibido por Beck, Olbricht y Hoeppner. Von Kortzfleisch se negó a creer que Hitler había muerto y fue retenido cuando intentó escapar. El teniente general von Thünger fue enviado al CG del III Distrito para reemplazar a von Kortzfleisch.

Hacia las 18.30 horas la radio informó que Hitler había sobrevivido y que pronto se dirigiría a la nación. Los conspiradores no habían logrado dominar la radio y, con esta emisión, empezó el derrumbe. Poco después, cuando Remer fue a detener a Goebbels, éste le pasó el teléfono, y Remer escuchó la voz de Hitler, que le ordenó detener a los amotinados. Mientras tanto, las unidades iban respondiendo a las órdenes Valkiria según sus lealtades. La brigada de infantería acorazada Grossdeutschland de la reserva recibió las ordenes entre las 15 y las 16 horas. El comandante de la brigada estaba de maniobras, y no se pudo contactar con él. A las 16.26 el ayudante de la brigada, el teniente Delius informó al comandante del regimiento de infantería acorazada Grossdeutschland, el teniente coronel Stirius, de las ordenes Valquiria. El grueso de las tropas de la brigada debía trasladarse al su de Berlín. En ausencia del comandante de la brigada, Stirius aplicó las ordenes Valquiria, que fueron confirmadas por el coronel Schulte-Heuthaus, cuando llegó al puesto de mando. A las 17 y a las 17.15 se ordenó ocupar las estaciones de radio. Antes de las 18 horas se ordenó a las unidades que se pusieran en marcha. A las 18 se descubrió que Hitler estaba vivo y que en Berlín se había puesto en marcha un putsch. A las 18.45 las tropas de la brigada ocuparon la radio de Berlín. Hacias las 20.30 horas llegó la contraorden: Valquiria había sido anulada y se ordenó que las tropas regresaran de vuelta a sus cuarteles. El coronel Schulte-Heuthaus llegó a las 19 al cuartel general del III Distrito y encontró una gran confusión. Nadie se fiaba de nadie. Finalmente, los presentes en el cuartel general marcharon al ministerio de Propaganda, donde Remer les informó de la situación. Poco después, la brigada Grossdeutschland dejó de estar en estado de alerta y se retiró a sus cuarteles.

Entre confusión y contraórdenes pasó la tarde para muchas de las unidades destinadas en Berlín. Entre las 18 y las 22 horas Stauffenberg realizó numerosas llamadas telefónicas a varios distritos militares, dando órdenes y confirmando que Hitler había muerto. Muchos de los distritos simplemente no hicieron nada, unos esperando ordenes escritas y otros por desconfianza o, simplemente, por falta de iniciativa. El golpe se había extendido por Praga, Viena y París. En la capital checa, el general Schaal puso en vigor las ordenes Valquiria con tal vigor que lo llevaron a la cárcel cuando acabó el golpe; estuvo detenido hasta la caída del régimen nazi, en abril de 1945. En Viena el general von Essebeck, que conocía bien a Stauffenberg desde la campaña de Francia, arrestó al representante del Gauleiter local, a un jefe de las SS y varios miembros del partido y la administración nazi, además de los jefes de la Gestapo y la SD. Sin embargo, los agasajó con coñac y cigarrillos. Cuando Keitel llamó a Viena, von Essebeck obedeció las nuevas ordenes y abandonó a los golpistas. En París, von Stupnagel llevó a cabo con energia las medidas golpistas, deteniendo a los oficiales de las SS y ocupando los puntos vitales de la capital. Von Kluge, sin embargo, no creyó que Hitler estuviera muerto y no actuó (lo que no le libraría de las sospechas de Hitler ni de su eventual suicidio). Von Stupnagel tuvo que anular las medidas y poner en libertad a sus prisioneros.

El golpe se había derrumbado.