Publicado: Mar Abr 22, 2008 8:08 pm
por vonder
Hola amigos.
Acabo de descubrir un texto donde se aprecia claramente la gran dosis de humanidad que acompañó la vida de este guerrero.
El texto está sacado de...

http://www.panzerzug.es/pzg/content/view/81/56/[url]

http://club.telepolis.com/milesmiles/mi ... Uhlig2.htm[/url]

Además señalo en negrita lo que más me llama la atención.
Antes de nada os pongo en situación: Normandía, 22-23 de Julio de 1944. St. Germain-sur-Seves, Francia.
Durante la encarnizada lucha en el bocage, un grupo de paracaidistas alemanes capturó 11 oficiales y más de 200 hombres de la 90ª División de Infantería de los Estados Unidos.


Al sur de St. Germain sur Seves tres tanques alemanes se prepararon para comunicarse con los paracaidistas atacantes. Los hombres de Uhlig esperaron la señal para avanzar. En su plan original, el sargento había asignado un grupo de combate de un oficial subordinado y seis hombres para acompañar a cada uno de los tanques durante el asalto, a fin de que los tanques pudieran proteger a los hombres de a pie. Para preocupación de Uhlig, sin embargo, los jefes de tanque desecharon esa idea porque el terreno proveía muy poca protección contra los antitanques americanos. Si Uhlig quería apoyo acorazado, no le quedaba mas remedio que poner a sus paracaidistas delante de los panzers y esperar a que simplemente la presencia de sus tanques tuviese un efecto desmoralizante en el estado de ánimo americano. En todo caso, Uhlig creía que no tenia otra alternativa mas que seguir adelante.

Poco después de las 7:00 del 23 de julio, los paracaidistas alemanes - ahora cerca de 50 - dejaron sus trincheras. El primer ataque de Uhlig, a las 8:00, golpeó al 1er Batallón cerca del puesto de mando de la unidad. Luego los alemanes fueron bloqueados por el fuego de tanques y artillería americana. Pero los americanos encontraron difícil ajustar su fuego de artillería sin el avión de observación. Las tropas alemanas afirmaron más tarde que la mayor parte de la andanada pasó sobre sus cabezas. Como los observadores de avanzada americanos trataron de ajustar su fuego de artillería, trayéndola hacia líneas americanas, los soldados del 358 se agazaparon en lo más profundo de sus trincheras. Los paracaidistas alemanes, no obstante, empezaron a moverse hacia adelante, para evitar ser alcanzados por detrás. El fuego de apoyo alemán también originó que los soldados americanos mantuvieran sus cabezas agachadas.

Aunque los hombres de Uhlig empezaron a avanzar esa mañana con los tres tanques que habían sido prometidos, dos de ellos se perdieron pronto. Un tanque se quedó atrás por problemas mecánicos, mientras que un segundo tanque, el cual avanzaba a través de una granja, embistió una pared y se quedó atascado en las ruinas del techo derrumbado. Después de eso, sirvió de pequeña ayuda a los paracaidistas suministrando fuego de apoyo ocasional.

Según las subsiguientes informaciones americanas de la batalla, los alemanes hicieron tres ataques esa mañana. El primero de ellos llegó a las 7:00 y el segundo a las 8:00 (las tropas de estadounidenses mientras que los alemanes no, estos hechos fueron objeto de controversia en los informes posteriores). El segundo ataque estaba dirigido entre el 1er y 2ú Batallón del 358. Los americanos detuvieron el segundo ataque. Un tercer ataque, sin embargo, acertó al 1er Batallón de frente y se abrió paso hacia el puesto de mando del batallón. Sólo algunos soldados respondieron a ese ataque disparando sus armas. La mayoría retrocedieron aterrorizados a dos zonas que bordeaban el río. Luego una andanada artillera alemana aterrizó en una esquina de una de las zonas, resultando en muchas bajas.

En ese punto el Mayor Knouf presenció la pérdida del control dentro de las unidades americanas en la isla. Estaba a unas 30 yardas fuera del puesto de mando, haciendo un intento para asegurarse de que los suministros estaban siendo reenviados hacia el frente, cuando vio al comandante del 1er Batallón el Teniente Coronel Al Seeger, ordenando a sus hombres suspender fuego. De pronto un grupo de soldados americanos se pusieron en marcha hacia los hombres de Uhlig con sus manos en alto. Knouf decidió que no era partidario de la rendición, así que gritó a sus hombres que se retirasen a través del prado hacia el río.

Entonces las dos MGs 42 del Sargento Uhlig empezaron a disparar, a sus órdenes. Su posición hizo posible hacer estragos en los americanos en retirada. Las ráfagas de ametralladora descartaron cualquier esperanza de los soldados de alcanzar la seguridad al otro lado del prado. Algunas tropas estadounidenses lo lograron a través del mortífero fuego, pero muchos más fueron muertos y heridos, ya que no había ninguna cobertura. Knouf mismo fue alcanzado y herido gravemente.

Uhlig había empleado a sus ametralladoras brillantemente, teniendo en cuenta su falta de experiencia en combate y asignándoles tareas desde la relativa seguridad de sus bien cubiertas posiciones. Los americanos, por otra parte, estaban en una desventaja tremenda. El 358ú habían estado sufriendo grandes bajas desde que venían luchando en el bocage. Simplemente los días antes de la batalla en St. Germain sur Seves, muchos reemplazos completamente verdes se habían unido al regimiento, y aún no se habían instruido con éxito en equipos de combate. Probablemente no fue una sorpresa que cuando se enfrentaron con un tanque alemán acompañado de paracaidistas, y con su única salida eficazmente bloqueada por el fuego enemigo, muchos de los novatos soldados hicieron lo único que pensaron que era lógico cuando el Coronel Seeger les ordenó cesar el fuego y rendirse. Simplemente hicieron lo que les dijeron.

Uhlig estaba asombrado de su propio éxito. Se imaginó que sus adversarios no tenían ni idea de que pequeña era su fuerza. Pero probablemente menospreció el impacto que sus paracaidistas - asistidos por apoyo blindado, ametralladoras estratégicamente situadas y el mal dirigido fuego artillero americano - habían tenido en los diezmados y desanimados soldados de infantería americanos. El sargento alemán había sido capaz de optimizar el impacto de su pequeña fuerza porque entendió cómo combinar sus limitados recursos para obtener ventaja.



Pero la historia de la isla de Seves no acaba cuando los americanos empezaron a levantar sus manos. Quizás el aspecto menos usual de la batalla - la cuál consistió, después de todo, en una pequeña escaramuza en el transcurso de la lucha en el bocage - tuvo lugar después de la rendición americana aquel día. Uhlig dividió a los soldados en grupos de 20 a 25 soldados y asignó a un paracaidista para escoltar a cada grupo hacia el puesto de mando del regimiento alemán en St. Germain sur Seves, dónde von der Heydte estaba esperando un informe. Cuando el sargento vio que rápidamente se estaba quedando sin hombres para dar escolta se dio cuenta de que había capturado a más de 200 hombres. Una vez que los cautivos habían sido enviados a la retaguardia ocupó de nuevo la línea principal de resistencia con sus servidores de ametralladoras y hombres de otras unidades cercanas y luego regresó al pueblo con sus paracaidistas restantes, dando parte a von der Heydte de que había completado la misión.

El comandante alemán, quien había establecido su puesto de mando en el desván de una gran granja, elogió al sargento y le mostró a los 11 oficiales americanos que él había capturado. Lo que sucedió después podría ser interpretado como una muestra de cómo creyó el aristocrático von der Heydte que los enemigos vencidos deberían ser tratados. Todo el mundo presente en el puesto de mando - incluyendo a los oficiales cautivos - tomaron el té juntos. Fue un momento de galantería en medio de semanas de luchas encarnizadas y sangrientas. Y el caballeroso gesto del comandante alemán hacia los americanos debió ser del que se hizo eco en las diversas acciones que tomó posteriormente ese mismo día.

A eso de las 15:00, von der Heydte recibió un informe de que varios americanos trataban de ayudar los heridos que estaban en las zonas pantanosas entre la isla y el río Seves. Tres capellanes estadounidenses adjuntos al 358 de Infantería - el padre católico Joseph J. Esser, el capellán del Ejercito de Salvación Edgar H. Stohler y el pastor de los discípulos de Cristo James M. Hamilton - habían decidido entre ellos salir fuera a la tierra de nadie para buscar a los soldados heridos. Armados únicamente con pequeñas banderas blancas con cruces rojas, desafiaron las ráfagas de los aviones y el fuego de ambos lados y se abrieron paso hasta el pantanal, yendo en busca de soldados a quienes todavía podrían ayudar. Cuando las tropas alemanas se dieron cuenta de lo que los capellanes estaban haciendo, se quedaron tan impresionados con su valentía que cesaron el tiroteo. Los americanos hicieron lo mismo, excepto por la artillería de su retaguardia. Un capitán paracaidista se adelantó para saludar a los capellanes, que entonces estaban dirigiendo a los camilleros para recoger a los hombres heridos que habían localizado. Él y los capellanes llegaron al acuerdo, con la ayuda de un americano que hablaba alemán, de decirle a von der Heydte lo que estaba pasando. Un oficial alemán solicitó más tarde que von der Heydte había sugerido una tregua y un intercambio de prisioneros heridos.

Aparentemente no fue la primera vez que von der Heydte había actuado humanitariamente con una unidad americana después de una sangrienta batalla. El 4 de julio, las tropas del 6ú de paracaidistas habían detenido un ataque de la 83 División de Infantería americana en el mismo sector, infligiéndole graves bajas en su 331 Regimiento de Infantería. La división perdió casi a 1400 hombres en su malogrado ataque al sur de Carentan, hacia Periers. Después de ese costoso asalto, von der Heydte, según dicen, había devuelto a los sanitarios americanos capturados con una nota para EL Mayor General Robert C. Macon, el comandante de la división, diciéndole que pensaba que probablemente los necesitaría. El comandante alemán también pensaba que, si la situación fuera al contrario, esperaría que el General Macon "devolvería el favor". El resultado del 4 de julio había sido un armisticio de tres horas en el cual 16 de los americanos seriamente heridos fueron evacuados hacia el puesto de primeros auxilios además de los otros recuperado del puesto de primeros auxilios alemán. Al mismo tiempo, los paracaidistas alemanes que habían sido llevadas a los puestos americanas fueron devueltos a los médicos alemanes.

Como la búsqueda de heridos continuó hasta el 23, ambos lados dispusieron sus energías para recuperarse del esfuerzo. Un periodista americano informó que en un momento el capellán Hamilton fue avisado por un paracaidista alemán que estaba a cargo de un puesto de ametralladora. El tipo le señaló a Hamilton que había pasado por alto a un herido. A medida que se acercaba al hombre, Hamilton se topó con otro hombre, al cual su pierna izquierda había recibido varios disparos. Parece probablemente que uno o ambos hombres podían haber sido heridos por ese mismo artillero. Después de la guerra, los paracaidistas Karl Bader y Othmar Karrad contaron historias de cómo los alemanes habían ayudado a los hombres y los paracaidistas habían apoyado a los capellanes y los camilleros cerca del Seves.

Después de una tregua de tres horas, se reanudó el combate. Nunca más tuvo que sufrir la 90 División de Infantería la deshonra de la rendición de tantos hombres y oficiales - un total de 265 - a los alemanes. De hecho, la División dio mucho mas de lo que recibió, acabando la guerra con muchos honores de batalla y la reputación de estar entre las mejores divisiones americanas.

La historia de la tregua fue publicada en los Estados Unidos, proporcionando un rayito de esperanza durante el difícil verano de 1944 para los americanos quienes tenían el temor de que esa cortesía y caballerosidad en el campo de batalla perteneciera al pasado. Fuera del 6ú Regimiento de paracaidista, sin embargo, pocos alemanes oyeron cualquier cosa acerca del acuerdo de von der Heydte para conseguir una tregua compasiva.
El fracaso de la 90ª División para conquistar la isla de Seves el 23 de julio fue, después de todo, un contratiempo menor. Al final del 27 de julio, los americanos habían ocupado St. Germain sur Seves - para entonces abandonado por los paracaidistas alemanes - y habían continuado adelante para liberar Periers. El general de división Eugene Landrum fue relevado del mando poco después de la debacle del Seves y reemplazado por el General de Brigada Raymond S. McLain. En ese momento para la 90ª la fortuna comenzó a cambiar. McLain, descrito como un "oficial excepcionalmente capaz" por el Teniente General Omar Bradley, comandante del Primer Ejército de los Estados Unidos, dirigió a la 90ª en su participación en la operación Cobra. Al final, según el General Bradley, la 90ª División de Infantería "se convirtió en una de las más sobresalientes en el teatro europeo".

El contraataque del sargento Alexander Uhlig fue unas de las últimas acciones exitosas de los alemanes en Normandia. El 24 de octubre de 1944, Uhlig fue galardonado con la Cruz de Caballero por su osada misión en St. Germain sur Seves. Fue más tarde capturado por miembros del 357 Regimiento de la 90ª de Infantería y pasó el resto de la guerra en un campamento de prisioneros.


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Saludos.