Publicado: Mié Abr 18, 2007 2:40 pm
por Domper
En el mensaje anterior hemos visto como la Penicilina se convirtió por fin en un medicamento disponible. Pero ¿cuál fue su efecto?

Hay que recordar que la Penicilina se usó por primera vez en soldados en el Norte de África en 1943, siendo los comentarios de los médicos entusiastas. A medida que se disponía de más medicamento su uso fue más amplio, y en las batallas del verano de 1944 (Normandía, Saipán, Cassino) estaba disponible para tratar a cualquier herido o enfermo que la precisase.

El efecto del medicamento fue múltiple:

1. Sobre la mortalidad. Como siempre, resulta difícil evaluar un factor concreto, pues la mortalidad de los soldados depende de muchos factores relacionados. Los aliados occidentales (Inglaterra y USA) realizaron un gran esfuerzo para mejorar la salud de sus soldados, incluyendo medidas preventivas (hábitos higiénicos, combate contra las enfermedades gastrointestinales, prevención de la malaria y de enfermedades transmitidas por insectos), nuevas técnicas quirúrgicas, tratamiento precoz de los heridos, organización de transfusiones, y producción masiva de antimicrobianos (Sulfamidas y Penicilina).

Los demás combatientes prescindieron de estos avances. El sistema de transfusiones alemán era rudimentario, y el soviético poco mejor. Los campamentos y hospitales alemanes (a decir de ingleses y norteamericanos) eran inmundos, por lo que las enfermedades de transmisión fecal-oral (disentería y otras formas de diarrea, hepatitis infecciosa) camparon por sus anchas. El tratamiento a los heridos se demoraba incluso días. Etcétera. Y si el sistema sanitario alemán era regular, o el soviético mediocre, el japonés o el chino eran propios de ejércitos del siglo XIX.

Por eso es difícil valorar por completo cual fue el impacto de la Penicilina. Pero aún así se han hecho algunas consideraciones:

- La Penicilina fue muchísimo más efectiva de lo que lo es hoy en día. No aparecieron resistencias hasta poco después de la guerra, por lo que cualquier bacteria era destruida por concentraciones ínfimas del medicamento, salvo algunas concretas que no eran afectadas por ese fármaco. Hoy en día la Penicilina G se considera un antibiótico de espectro reducido y se reserva para unas pocas enfermedades (sífilis, amigdalitis, algunas neumonías y poco más).

- La mortalidad de algunas enfermedades prácticamente desapareció. La neumonía tuvo una mortalidad del 18% en los soldados norteamericanos en la Gran Guerra (a pesar de ser jóvenes bien alimentados) y pasó a ser inferior al 1% tras la introducción del medicamento. La mortalidad de la neumonía en la población general (que incluye niños, ancianos y personas debilitadas) que era entre el 30 y el 50% bajó al 10%.

- La mortalidad de los heridos fue mucho menor. Se calcula que salvó la vida del 12 - 15% de los heridos. Eso quiere decir que salvó 20.000 vidas en la batalla de Normandía, 5.000 en las Ardenas ó 9.000 en Okinawa. De nuevo, es difícil hacer cálculos, pero significaría que la Penicilina pudo salvar a un cuarto de millón de soldados.

- Algunas enfermedades prácticamente desaparecieron. Como las complicaciones purulentas de enfermedades por estreptococo y estafilococo (antes causa frecuente de muerte, hoy se ven excepcionalmente), el ántrax, las formas tardías de la sífilis, etcétera.

- La causa de mortalidad se invirtió. La tabla siguiente muestra la mortandad en combate y por otras causas (enfermedad o accidente) sufridas por Estados Unidos en diferentes guerras.

Guerra con México: combate: 1,733; otras: 11,550; relación: 1 a 6.
Guerra Civil: combate: 140,414; otras: 224,097; relación: 1 a 1,5.
Guerra Hispano norteamericana: combate: 385; otras: : 2,061; relación: 1 a 5.
Primera Guerra Mundial: combate: 53,513; otras: 63,195; relación: 1 a 1,2.
Segunda Guerra Mundial: combate: 292,131; otras: 115,185; relación: 2,5 a 1.
Guerra del Vietnam: combate: 47,369; otras: 10,799; relación: 4 a 1.

Gracias a la Penicilina y a otros avances sanitarios, la SGM fue la primera en la que hubo (entre los soldados aliados) más muertes en combate que por enfermedad.

2. Sobre los tratamientos médicos: de nuevo la Penicilina no vino sola, sino que se unió a la disponibilidad de transfusiones de plasma y sangre (el de esta coincidió con la introducción de la Penicilina), nuevas técnicas quirúrgicas, etcétera. Pero la disponibilidad de un medicamento antibacteriano eficaz modificó el tratamiento de los heridos.

Hasta que se dispuso de antibióticos, una herida que afectase a vísceras abdominales implicaba una mortalidad muy elevada, y si la herida era importante (eventración, perforaciones múltiples) las posibilidades de supervivencia eran prácticamente nulas. Y las heridas en extremidades que afectasen a huesos, o las fracturas abiertas (en las que el hueso atraviesa la piel y queda expuesto), o las heridas en extremidades que afectasen a la circulación (lesiones arteriales) tenían un riesgo de infección tan elevado que el tratamiento solía ser la amputación.

Al conocerse el papel de los gérmenes en las infecciones se trató de combatirlos mediante limpiezas exhaustivas (en parte, con bisturí, en parte con lavados con desinfectantes). Además de ser curas largas y muy dolorosas, los resultados eran frustrantes. De hecho, más adelante se vio que esas curas eran perjudiciales porque al dañar tejidos sanos se facilitaba la infección. El método de la cura cerrada, desarrollado por el médico catalán Joseph Trueta durante la Guerra Civil Española demostró que un tratamiento más conservador (es decir, menos doloroso y menos mutilante) podía ser tan o más efectivo.

Imagen
http://www.ujaen.es/investiga/cts380/historia/la_cirugia.htm
El Dr. Joseph Trueta. Página de la Universida de Jaen

Las mejoras en la sanidad militar, especialmente por los aliados occidentales, mejoraron aún más la situación. La disponibilidad de preparados hemáticos (plasma y sangre total) permitían ser aún más conservador con grandes lesiones (previamente, la única forma de controlar una grave hemorragia era la amputación). La evacuación precoz de los heridos permitía tratar las lesiones antes de que se infectasen. Y lo que fue clave fue la disponibilidad de un antimicrobiano de gran potencia (la Penicilina), que es también efectiva contra los gérmenes productores de la gangrena.

Así, un soldado herido en Iwo Jima era trasladado a un puesto de socorro adelantado en minutos (lo que costó graves pérdidas a los sanitarios de la marina), donde (si era preciso) se le trataba con analgésicos y transfusiones, En pocas horas llegaba a un hospital de campaña donde se practicaba una cura somera, se trataban las lesiones que suponían un riesgo vital, y se le administraba una dosis de antibiótico. Inmediatamente era embarcado en un avión de evacuación sanitaria, de tal forma que el tratamiento definitivo se efectuaba en un hospital bien equipado (en Saipán o en barcos hospital) menos de doce horas tras ser herido.

El sistema mejoró en conflictos posteriores, primero en Corea (mediante evacuación en helicóptero y hospitales avanzados), finalmente en Vietnam, donde fallecieron sólo el 1% de los heridos que llegaron a hospitales de segundo nivel (compárese con la mortalidad del 70% de la guerra francoprusiana). Esto no sólo supuso salvar vidas, sino que permitió que muchos heridos con lesiones que antes hubiesen supuesto la mutilación y la invalidez, se recuperaban completamente e incluso podían volver al frente.

Un efecto inesperado fue que obligó a variar los criterios por los que se decidía que heridos serían tratados. Antes de la Penicilina, las transfusiones y la evacuación sanitaria, los heridos graves eran abandonados a su suerte (como mucho se les administraba morfina): era casi seguro que fallecerían, por lo que era mejor concentrar los medios en los heridos menos graves que podrían recuperarse y volver a combatir. Ahora el criterio se invirtió: salvo los heridos con cuadros tan desesperados que morirían en minutos, se trataba y trasladaba a los heridos graves, pues tenían una oportunidad de sobrevivir.

Lo lamentable era mientras que los soldados ingleses o norteamericanos tenían esas oportunidades, los heridos alemanes eran amputados sin misericordia, o morían por falta de atención. Culpa de su régimen inhumano.

3. Sobre otras enfermedades. No se suele recordar que la mayor parte de las bajas en las guerras, en la era preantibiótica, se debían a enfermedades, no a heridas: disentería, tifus y cólera, tifus exantemático (el "tifus" de los campos de concentración, realmente una enfermedad transmitida por piojos), malaria, hepatitis infecciosa, neumonía, meningitis, enfermedades estreptocócicas, enfermedades venéreas…

Varias de estas enfermedades podían ser evitadas mediante medidas higiénicas. La higiene, la guerra a los piojos y una mejora en la alimentación bastaron para erradicar el tifus exantemático (el brote de los campos alemanes ha sido el último en la historia). Las enfermedades transmitidas por insectos (la malaria) podían tratarse con medicamentos preventivos (antipalúdicos) y con insecticidas (el DDT, muy eficaz también contra los piojos). La disponibilidad de condones disminuía el riesgo de enfermedades venéreas. Etcétera.

A pesar de ello, al reunir muchos soldados jóvenes y hacinarlos en cuarteles se da el ambiente ideal para epidemias: es típico adquirir enfermedades infecciosas al cambiar de ambiente (al ir al colegio, a la Universidad o al ejército), muchos reclutas no tenían inmunidad contra esos gérmenes (especialmente los de origen rural), las medidas higiénicas dejaban mucho que desear, y la sobrecarga física facilitaban las infecciones. No hará falta que se nombre a las enfermedades venéreas, claro. El resultado era que esos reclutas, jóvenes sanos, morían a cientos o a miles por culpa de todo tipo de tifus, neumonía, meningitis, escarlatina, sarampión, etc.

La Penicilina es un medicamento sumamente eficaz contra estos cuadros. Era muy eficaz (hoy no tanto) contra los gérmenes productores de la neumonía, de la meningitis (uno de los primeros pacientes curados fue un amigo de Fleming que sufría meningitis), el tifus (no el tifus exantemático), la escarlatina, las infecciones cutáneas y las enfermedades venéreas. Estas últimas podían curarse con una única dosis de Penicilina. El efecto de los antibióticos (de la Penicilina) fue dramático, y muchas enfermedades que en 1930 se consideraban asesinas hoy son simples "enfermedades infantiles" que se curan con un jarabe.

El resultado fue que ahora los reclutas no sólo se curaban si enfermaban, sino que enfermaban menos (al ser curados los portadores de las enfermedades).

4. Efectos directos sobre el esfuerzo bélico. Parece de Perogrullo, pero el que los reclutas no muriesen o quedasen incapacitados por enfermedades, que se curasen de las heridas, y que no precisasen cirugía mutilante, implicó que una proporción mucho mayor de soldados pudiesen volver a sus unidades tras enfermar o ser heridos. De nuevo es difícil avanzar cifras, pero los siete millones de trataientos con Penicilina hicieron que por lo menos cientos de miles de soldados pudiesen reincorporarse a sus unidades: una especie de Stalingrado, pero a la inversa.

Menos evidente es el efecto sobre la moral. El saber que si eras herido tenían muchas posibilidades de sobrevivir (y no de ser abandonado o "invitado" a suicidarte, como en el ejército japonés) tenía un importante efecto. La famosa "herida del millón de dólares" sólo era posible si esa herida te devolvía a casa vivo y sano.

5. ¿Y el enemigo? Pues el enemigo fue el que sufrió las consecuencias de invertir en cañones y no en mantequilla (en sanidad). La química alemana pasó de ser pionera mundial a una segundota, que no podía suministrar a sus soldados los medicamentos que precisaban. La sanidad japonesa era aún peor. Por tanto, siguieron perdiendo miles de soldados, enfermos, mutilados o muertos. Todas esas bajas no hubiesen evitado la derrota, pero influyeron más que la entrada en servicio de tal tanque o cual reactor.

Seguirá