Publicado: Mar Dic 15, 2009 8:10 pm
por tommie
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El químico alemán Fritz Haber |Frits Jabea| (Breslau, Wrocław, Polonia, antes Alemania, 9 de diciembre de 1868 - † Basilea, Suiza, 29 de enero de 1934)) es un personaje importante en las dos grandes guerras del siglo XX y bastante polémico debido al contraste entre su fanatismo nacional y su origen judío. Ganó el Premio Nobel de química en 1918 por su contribución a la fabricación de fertilizantes sintéticos, lo que incrementó sustancialmente la producción agrícola mundial, pero también desarrolló las primeras armas de destrucción masiva. Era un caballero de elegancia impecable pero, guiado por un ciego fanatismo, pretendió hacer invencible a Alemania a partir de gases letales con los que experimentaba matando perros y gatos en su laboratorio privado. Entre las patentes que desarrolló se encuentra la del Zyklon-B (ácido cianhídrico adsorbido sobre pastillas sólidas), pesticida usado inicialmente como desinfectante, y que acabó robando el aliento a millones de judíos sentenciados a morir cruelmente en las Gaskammern. Otra de sus aportaciones al material bélico, fue el desarrollo de máscaras antigás con filtro absorbente.

Hijo de un comerciante mayorista de productos farmacéuticos de Breslau, Fritz Haber se sintió atraído desde muy temprano por la química. Siendo judío, le estaba vedado el acceso a las universidades. Fue por eso que Fritz se hizo luterano y estudió en el Politécnico de Karlsruhe, donde fue discípulo de Ostwald. La precariedad económica obligó a Haber a completar sus ingresos con patentes y contratos con la industria privada, como BASF, Bayer o I.G. Farben.

Entre 1894 y 1911, Fritz Haber y Carl Bosch (químico de la BASF) desarrollaron el proceso Haber, que consiste en la formación catalítica de amoníaco sintético a partir de nitrógeno molecular e hidrógeno, en condiciones atmosféricas de alta temperatura y presión y que luego, por oxidación en presencia de un catalizador, puede transformarse en ácido nítrico.

Este descubrimiento revolucionó la industria química, pues separó la producción de productos químicos nitrogenados -tales como fertilizantes, explosivos y materias primas químicas- de los depósitos naturales, especialmente del nitrato de sodio. Facilitó a Alemania producir de manera industrial explosivos, sin necesidad de depender de la mayor fuente de nitratos del mundo en aquellos momentos, las reservas de salitre depositadas en las costas del norte de Chile, en manos de capitales ingleses durante la 1ª guerra mundial. Es muy probable que, sin la síntesis del amoníaco de Haber, los stocks de nitratos se hubieran agotado pronto, con lo que Alemania se vería obligada a negociar la paz.

Haber ganó mucho dinero con sus patentes, y en 1908 pudo tener su cátedra. Se mudó a una fastuosa mansión en Berlín, donde solía agasajar a sus invitados con cenas servidas en vajilla de oro. Era un ferviente patriota y estaba convencido de que Alemania “debía sentarse en el consejo de administración del mundo”, de manera que pronto su opinión comenzó a ser tenida en cuenta por el gobierno imperial.

El nacionalismo era entonces la ideología dominante en Europa, y los científicos eran hombres de su tiempo. Pasteur también era un patriota, pero para darle prestigio a Francia prefirió poner su talento al servicio de industrias como la cervecera o la de la seda. Haber, en cambio, hizo todo lo posible para que los alemanes justificaran esa fama de “hunos” que les adjudicó la propaganda aliada. El fanatismo hizo que Haber pusiera todo su talento al servicio de las armas químicas que iban a protagonizar la primera de las grandes masacres del siglo XX. Esto es, la guerra de 1914-1918, que algunos bautizaron como “la guerra de los químicos”.

Para quienes lo conocieron, Haber era un caballero de elegancia impecable, brillante como anfitrión a la hora de animar una charla de sobremesa, cualquiera que fuera el tema. También se lo recordaba como un profesor respetado por su claridad y su solvencia intelectual, aunque muchos no dejaban de subrayar su carácter impulsivo y temperamental. Su hijo Ludwig lo describió como “un organizador extremadamente enérgico, decidido y probablemente inescrupuloso”. Desde el momento en que puso su vida al servicio de esos gases tóxicos que debían hacer invencible a Alemania, prescindió de todos los lazos afectivos. Optó por rodearse de subalternos antes que de amigos y se desentendió de cualquier otra obligación hacia su familia que no fuera asegurarle el bienestar económico.

En 1901 se casó con Clara Immerwahr, su primera novia, que venía de una respetable familia judía. Clara había sido la primera mujer doctorada en ciencias en la Universidad de Breslau, pero al lado de Fritz tuvo que resignarse a un papel meramente decorativo, como ama de casa y animadora de sus fiestas. Las cosas se complicaron cuando Haber comenzó a llevarse trabajo a casa. No hablaba más que de sus experiencias con gases letales, se dedicaba a matar a perros y gatos en su laboratorio privado, y en un confuso accidente hasta se le había muerto un ayudante.
En 1915, cuando la guerra se estancó en el frente occidental, Haber convenció al banquero Koppel y al presidente de Bayer para que pusieran en marcha dos nuevos institutos dedicados a la guerra química. Entre los subproductos del Instituto de Haber había una abundante literatura de propaganda dirigida a la comunidad científica y profesional. Una muestra es el folleto titulado "La técnica en la Guerra Mundial", que ensalzaba a las armas químicas como “el canto triunfal de los nacidos del pueblo alemán, llenos de energía para el trabajo corporal tanto como para el espiritual, capaces de una grandeza que jamás pudo imaginarse...”. Los nazis no lo hubieran hecho mejor.

Los primeros gases que se usaron en el frente fueron los lacrimógenos, cuyo principal inconveniente era que se dispersaban con rapidez. Haber propuso emplear proyectiles con cloro gaseoso, más pesado, “para desalojar a los enemigos de sus trincheras”, dándoles la opción de elegir entre “morir como ratas o caer bajo las balas alemanas".
Sin embargo, había otro problema: Alemania había firmado la convención de La Haya, que prohibía el uso de proyectiles con gases tóxicos. Cuando el físico Otto Hahn (que se había enrolado y comandaba un batallón de fusileros) se lo recordó a Haber, éste respondió que los franceses ya habían violado la norma al usar balas cargadas con gas lacrimógeno. Haber propuso una salida ingeniosa. Se trataba de enterrar cilindros con gas tras las líneas, y liberarlo para que fuera llevado por el viento hacia las trincheras enemigas, con lo cual se cumplía la letra del convenio. Haber recomendaba liberar el gas en un frente de 24 kilómetros para luego avanzar con tropas de infantería provistas de máscaras y exterminar a los soldados que huían de las trincheras. Para demostrar la eficacia de sus métodos, Haber organizó una demostración ante sus colegas científicos. Max Born se negó a participar. Otto Hahn participó como observador y más tarde intervino en la batalla de Caporetto, donde los italianos fueron diezmados con una mezcla de cloro y fosgeno. Con el tiempo, Hahn terminó por arrepentirse de haberlo hecho, pero Haber nunca mostró sentir remordimientos.

Fue en la segunda batalla de Ypres donde se puso a prueba la estrategia de Haber. Allí se enterraron 5730 cilindros de gas, que al abrirse liberaron 150 toneladas de cloro en un frente de unos seis kilómetros. Fue, al parecer, la gota que colmó el vaso de la resistencia de Clara Immerwahr. La noche del 15 de mayo de 1915, después de despedir con una sonrisa a los invitados de la cena, subió a su cuarto y se disparó en el pecho con la Luger de su marido. A la mañana siguiente Clara moría, mientras Haber partía hacia el frente de combate. La Patria lo reclamaba.


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Todos los documentos fechados durante la guerra hablan de Haber con gran deferencia; le llaman el Geheimrat Haber (Geheimrat: consejero de alto rango). Fue condecorado por sus servicios durante la 1ª guerra mundial e incluso se le otorgó el rango de capitán.

Tras la derrota de Alemania, Haber fue juzgado como un criminal de guerra por los aliados, y tuvo que refugiarse en Suiza. Dejó pasar un tiempo para que se olvidaran de él, y como había adoptado la ciudadanía suiza, pudo volver a Alemania sin problemas. Allí retomó a la pasión de su vida, los tóxicos. Las duras condiciones de rendición impuestas a Alemania impedían desarrollar armamentos, pero Haber se las arregló con el gobierno para instalar una fábrica secreta de gases. Entre sus nuevos clientes estuvieron los soviéticos, y también España. Hugo Stolzenberg, que era su brazo derecho, construyó una fábrica de gases cerca de Madrid, por encargo del rey Alfonso XIII y su primer ministro Primo de Rivera, que querían reprimir la revuelta de Abd el Krim en Marruecos.

Con la llegada de Adolf Hitler al poder (el 30 de enero de 1933) el antisemitismo se oficializa. El 7 de abril se promulgaba la famosa “Ley de restauración de la carrera del funcionario” (...), con la que de hecho se pretendía purgar todas las escalas de funcionarios, profesores universitarios incluidos, por supuesto. El parágrafo número 3 (popularmente conocido como “Arierparagraph”) era el que se refería a los no-arios:

(1) Serán apartados de sus puestos todos los funcionarios que no sean de origen ario. En lo que se refiere a los funcionarios honorarios, serán apartados de todo tipo de funciones oficiales.
(2) El parágrafo (1) no se aplicará a aquellos funcionarios que lo fuesen el 1 de agosto de 1914, o que luchasen en el frente defendiendo al Imperio Alemán o a sus aliados durante la Guerra, o cuyos padres o hijos cayesen en la Guerra.


Obviamente, Haber constituía una de las excepciones previstas por la ley del 7 de abril; sin embargo, él no quiso utilizar tal posibilidad y el 20 de abril dirigía una carta al ministro para la Ciencia, arte y educación, solicitando la jubilación. Planck, uno de los pocos colegas de Haber preocupado por el apuro que estaba pasando, quiso proteger a Haber y a otros judíos “valiosos”, pero tuvo que conformarse con esperar que el régimen fuera generoso con la Sociedad Káiser Guillermo en otros ámbitos.

Poco después de abril de 1933, cuando el nacionalsocialismo lo relevo de todas las funciones oficiales por ser judío, Haber confió a un amigo: “He sido alemán hasta un extremo tal que hasta hoy no me he dado cuenta de ello”. Debido a su condición de persona non grata, Haber tuvo que huir a Inglaterra.

En 1934, Chaim Weizmann, a quien Haber confesó que durante algunos años se había sentido “más que un estratega y más que un capitán de industria, el líder capaz de conducir la expansión militar e industrial de Alemania”, ofreció al químico el puesto de director del instituto de investigación Sieff, cargo que aceptó. El 29 de Enero de 1934, a la edad de 65 años, muere Fritz Haber, el hombre que defendió el uso de armas químicas con la frase “la muerte es la muerte”, debido a un fallo cardíaco mientras descansaba en un hotel de Basilea.

Siete años después de su muerte, buscando métodos más eficaces que el monóxido de carbono, las SS encargaron a la factoría Degesch el suministro de Zyklon-B sin odorizante (sustancia que aporta un olor característico para percibir fugas y evitar intoxicaciones, al igual que lleva el butano hoy en día). Entre las víctimas del Zyklon-B hubo varios familiares de Haber. Última paradoja en la biografía de Fritz Haber.


FUENTES:
Wikipedia (ES, EN)
http://pirladas.blogspot.com/2007/12/la ... haber.html
http://agenciahispanoamerica.org/vernota.php?nid=241
http://www.ensayos.pcweb.es/trab1a20/ca ... biog08.htm
http://www.wereldoorlog1418.nl/gasoorlo ... index.html