Publicado: Dom Oct 11, 2009 4:31 am
por Franz Berg
Segunda parte: Órdenes de Hitler
El 22 de abril los Goebbels estaban listos. Era demasiado peligroso para la familia permanecer en el apartamento de Berlín en Hermann-Göring-Strasse, por lo que hicieron las maletas, vistieron a los niños y les pusieron sus abrigos y sus sombreros. También era el último adiós para Käthe Hübner, su institutriz, a la que llamaban “Hübi” “Nos vamos con el Führer a su bunker,” dijo el pequeño Helmut, “¿te vienes con nosotros?” La joven mujer se quedó atrás, mirando como Magda Goebbels se unía al Führer “en una situación desesperada”
Magda Goebbels se convertiría en la primera paciente de Kunz en la Cancilleria del Reich después de sufrir de un absceso en un puente en su mandíbula inferior. Magda Goebbels se veía a sí misma como una madre modelo y una especie de primera dama, incluso Hitler se dirigía a ella con respeto con el tratamiento de “Señora.” Esta posición hizo que Magda Goebbels, que podía ser muy amable a veces pero en otras ocasiones estridente, se convirtiera en una persona con gran autoridad.
A finales de abril, llevó aparte a Kunz y literalmente le pidió que “le ayudara a matar a sus hijos,” tal y como más tarde testificaría Kunz. Sin embargo, éste testificaría: “Me negué y le dije que era incapaz de hacerlo.”
Le dijo a Magda que acababa de perder a sus dos hijas unos pocos meses antes durante un bombardeo norteamericano sobre Lucka y que sólo por eso no podía hacerlo. Su hija Maike tenía cinco años cuando murió bajo los escombros. Su otra hija, Maren, apenas tenía uno.
Sin embargo Magda Goebbels insistió y se cree que muy poco después le dijo que “no era una petición suya” sino “una orden directa de Hitler.” Según el testimonio de Kunz, durante la discusión Magda Goebbels le dijo que si era suficiente con que ella trasladara la orden o si deseaba hablar con Hitler personalmente.
Kunz supuestamente contesto que eso era suficiente para él. Según se dice, Kunz intentó escapar poco después al cercano Hotel Adlon, donde un compañero de las SS había montado un hospital de emergencia, pero al parecer Magda Goebbels ordenó que volviera amenazándole con que si su marido se enterara de su intento de escapar sería hombre muerto.
“No tengáis miedo”
El uno de mayo de 1945, por la noche, los niños ya estaban en la cama pero todavía no se habían dormido. “No tengáis miedo” les dijo su madre. “El doctor os va a poner una inyección que todos los niños y los soldados se están poniendo.” Magda salió de la habitación y Kunz les inyectó la morfina, “primero a las dos chicas mayores, luego al chico y finalmente al resto de las chicas.” Cada niño recibió una dosis de 0,5 cc, lo que llevó entre ocho y diez minutos
Cuando los niños se habían dormido, Magda Goebbels entró en la habitación con las píldoras de cianuro en la mano, según testifico Kunz. Regresó unos pocos segundos después, llorando y alterada. “Doctor, no lo puedo hacer, tiene usted que hacerlo,” dijo Magda, a lo que el dentista contesto: “Tampoco puedo hacerlo yo.” “Busque entonces al Dr. Stumpfegger,” dijo ella. Ludwig Stumpfegger, poco más joven que Kunz, había sido uno de los médicos personales del jefe de las SS Heinrich Himmler.
Una semana después, los forenses rusos practicaron las autopsias de los cuerpos de los niños y llegaron a la conclusión de que sus muertes se habían producido como resultado de un envenenamiento por cianuro. Los padres se habían suicidado en el exterior de la cancillería y Stumpfegger había muerto intentando traspasar las líneas rusas en Berlín.
Sin embargo, Kunz sobrevivió. Era tanto testigo como responsable, alguien que podía incriminar a otros y exculparse a sí mismo. Alguien que podía dar falso testimonio.=
Regreso al puesto
El treinta de julio de 1945 los rusos llevaron a Kunz a Moscú donde se unió a cientos de miles de otros prisioneros de guerra alemanes. Fue condenado a una pena de prisión de seis años y medio. En febrero de 1952 se le juzgó por pertenencia al Partido Nazi y a las SS, según el propio testimonio de Kunz, y también por la muerte de los niños de los Goebbels.
Cuando llegó el momento para el juicio de Kunz en Moscú, ya habían pasado varios años desde que los aliados habían presidido los Juicios de Nuremberg. Al principio, los tribunales de Alemania Occidental habían llevado a cabo un esfuerzo organizado para condenar a los criminales de guerra del Nazismo rápidamente. Sin embargo, y según el historiador alemán Norbert Frei, hubo un visible descenso en el nivel de entusiasmo a la hora de llevar a personas ante la justicia.” Tal desarrollo de los acontecimientos se debió a una interpretación el Articulo 131 de la nueva constitución de Alemania Occidental, dos años después de que ésta fuera aprobada en 1949, que favorecía a antiguos funcionarios a los que “se había dejando marchar” en base a razones burocráticas o salariales, o por razones relacionadas con un pasado Nazi.
En otras palabras, aquellos que habían sido jueces o fiscales durante el régimen Nazi volverían s sus antiguos puestos con toda probabilidad, oficialmente rehabilitados pero menos preparados para llevar a cabo una administración de la justicia razonable, según Frei.
A todo esto se sumaría que la joven Republica Federal de Alemania había declarado generosos armisticios, el primero de ellos en 1949 durante el año de su establecimiento y el segundo de ellos en 1954, lo que hacía el proceso de la justicia todavía más difícil y fallido. La intención de la nueva ley de amnistía era proporcionar inmunidad ante posibles procesos judiciales con respecto a ciertos crímenes de la era nazi, o al menos aplicar cierta indulgencia si se encontraban circunstancias atenuantes.
Casi todas las personas que ahora pensaban sobre cómo encontrar posibles circunstancias atenuantes tenían conexiones con los Nazis de una manera o de otra, como por ejemplo los empleados del Ministerio de Justicia de Hitler, los jueces durante la guerra o jueces de tribunales especiales. Asimismo, parece que había un especial empeño en dictar sentencias comprensivas en aquellos casos donde se juzgaban hechos ocurridos durante el hundimiento, principalmente desde octubre de 1944 hasta el fin de la guerra en Europa el 8 de mayo de 1945 y también hasta el 31 de julio del mismo año, y especialmente en aquellos casos donde el desempeño de una obligación legal u oficial o asumiendo ordenes de terceros.
La ley entró en vigencia el 18 de julio de 1954. Tendría una singular importancia para un hombre: Helmut Kunz.