Publicado: Dom Sep 23, 2007 11:29 pm
por Blue Max
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[ Alrededor de las 4 de la madrugada del día 26 de abril llegamos a Rechlin, donde se encontraba el "Fürhungsstab" Norte de la Luftwaffe. Allí nos pusieron al corriente de la situación en Berlín, y las noticias que recibimos no fueron nada alentadoras. Desde hacía dos días, los bombardeos y ataques artilleros rusos no habían permitido que un solo avión alemán llegase hasta Berlín. De todos los aeropuertos de la capital sólo el de Gatow continuaba bajo el control de los alemanes, pero ya estaba rodeado por las tropas rusas y al alcance de su artillería. Tampoco sabíamos si la pista del aeropuerto disponía de terreno suficiente no afectado por las bombas para poder aterrizar. Por otra parte, el helicóptero que se había dispuesto para que aterrizásemos con él delante de la Cancillería durante la noche había sido destruido en un bombardeo. Así pues, tuvimos que tomamos la decisión de utilizar un FW 190, cuyo compartimento para el equipaje se había habilitado en un segundo asiento. Era el avión más rápido que disponía el aeródromo de Rechlin en aquél momento y era precisamente el mismo aparato con el que A. Speer dos días antes había entrado y salido de Berlín. El piloto de aquél avión, Feldwebel B. (curiosamente, la autora no da el nombre de este piloto, solo dice "B" - nota mía - ) era quien había realizado la mayoría de los vuelos sobre Berlín en los últimos días, y obviamente con éxito, por lo que su experiencia y conocimientos sobre las posiciones y tácticas rusas, así como la ubicación de su artillería antiaérea era casi absoluta.

Habida cuenta lo anterior, era lo más adecuado que fuera él quien realizase el vuelo a Gatow; pero al llegar debería volver inmediatamente a Rechlin pues se esperaba que en cualquier momento Gatow cayera en poder de los rusos. A la vista de la situación, sólo una duda se planteaba en mi mente: ¿Qué pasaba despues de Gatow?. Una vez en el centro de la ciudad, si conseguíamos llegar hasta allí, era donde comenzaba la parte más difícil del vuelo. A pesar de la experiencia del piloto, mis horas de vuelo de entrenamiento sobre Berlín permitieron que conociera cada detalle de la ciudad e incluso en estas circunstancias me sentía capacitada para llegar a nuestro destino. Mientras reflexionaba sobre esta cuestión, abandoné la habitación en que se desarrollaba la reunión y mi dirigí al aeródromo, donde el piloto estaba preparando el avión. Le pregunté si el éxito del vuelo podía peligrar por el hecho de que yo fuese también en el avión. Se rió diciendo que mi peso no era significativo pero que no había sitio para nadie mas.

Esto para mí no estaba muy claro, pues cabía la posibilidad de colocarme en la parte trasera del FW 190, aunque ya se había colocado allí parte de acumuladores y botellas de oxígeno que normalmente iban en el compartimento del equipaje, ya habilitado para un segundo pasajero. Con ayuda de un tercero pude entrar en la panza del avión, con las piernas hacia delante. Allí, encogida en la más absoluta oscuridad, sobre las planchas de metal que forman el fuselaje, y sin espacio para moverme lo más mínimo, pensaba que sin ayuda nunca más podría salir de mi "escondite".

Como en un kaleidoscopio pasaban espantosas imágenes por delante de mis ojos; un miedo terrible, como nunca había sentido, se apoderó de mí, pero tenía que superarlo; ahora no podía capitular. Mientras tanto sentía en el exterior que el aeródromo había recobrado su vida. Treinta o cuarenta cazas, que tenían la misión de escoltar nuestro avión, llenaban el aire con el ruido de sus motores. Sólo la idea de su presencia y su misión me daba mas fuerza. Sinceramente no podía recordar cuándo había visto tantos aviones alemanes juntos en los cielos de Alemania en los últimos meses.

Al poco tiempo llegó el Generaloberst. R. Ritter von Greim. Tomó asiento en el avión y cuando pude percibir que estábamos listos para el despegue le llamé desde mi escondite. Se produjo un instante de silencio y después oí su voz llamándome: "Capitán, ¿dónde esta Vd.?". Así que le respondí mientras sentía cómo nos movíamos por el campo hacia la pista, pues lo notaba por las placas de metal que se me clavaban por todas partes. Si todo iba bien, llegaríamos en unos treinta minutos a Gatow. Pero nadie podía asegurar que todo fuera a ir bien. El espacio aéreo sobre Berlín estaba controlado por los cazas enemigos, de modo que nos atacarían como moscas.

Contra todo pronóstico el vuelo resultó tranquilo hasta poco antes de llegar a Berlín. De todos modos, me parecía que los minutos que veía pasar en la esfera iluminada de mi reloj de pulsera, eran eternos. Nunca había vivido un vuelo con tanta tensión; dependiendo de todos y de todo, abandonados a la suerte que nos esperaba.

De pronto, cuando ya suponía que estábamos sobrevolando Berlín, el piloto puso el avión casi vertical y caía en picado. Supuse que habíamos sido alcanzados, de modo que sólo esperaba el instante en que nos estrellaríamos contra el suelo y morir abrasados. Después supe que el piloto estaba tratando de zafarse de un caza ruso que trataba de atacarnos, así que después de un interminable rato en picado, sentí cómo el avión se enderezaba. Poco después aterrizamos. Ya estábamos en el aeropuerto de Gatow.

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Feldmarschall Robert Ritter von Greim
Fuente. Hanna Reitsch, "Fliegen Mein Leben"


Rápidamente nos dirigimos al "Luftschutzbunker" de la "Flugleitung" donde Greim se puso en contacto telefónico con la Cancillería, aunque esto resultaba muy difícil por las constantes interrupciones. Greim habó con el Oberst. Von Below quien le comunicó que Hitler insistía en que por encima de todo debía hablar con él, sin que pudiese darle mayor explicación al respecto. Igualmente le informó de que todas las carreteras que se dirigían a la ciudad estaban ya en poder de los rusos al igual que la mayor parte de los sectores circundantes a la Cancillería y el Anhalter Bahnhof, el Knie, partes de la Bülow Strasse y de la Postdamer Str.

Llegar en estas condiciones a la Cancillería resultaba imposible, pero Greim se sentía obligado, al menos a intentarlo, mientras existiera la más mínima posibilidad de cumplir con la orden que se le había dado. De modo que ambos llegamos a la conclusión de intentar alcanzar la Cancillería con un "Fieseler Storch", y aterrizar con él delante del Brandemburger Tor. El Storch que pensábamos utilizar fue destruido por un ataque de la artillería, de modo que tuvimos que esperar a que otro estuviese listo, y esto no sucedió hasta las seis de la tarde. Sólo quedaba este avión como única posibilidad. Dado que no tenía ninguna experiencia en vuelos de combate, Greim se puso a los mandos, mientras yo me situaba detrás de su asiento. Antes de despegar traté de comprobar si en esa posición era capaz de mover el acelerador y el mando sobre su hombro izquierdo para poder maniobrar el aparato en caso de emergencia.

El avión se elevaba suavemente, y comenzamos a volar a la más mínima altura posible. Debajo de nosotros podíamos ver el Wanssee, plateado por la luz de la caída del sol, curiosamente un cuadro de paz de la naturaleza en medio de ese infierno. Pese a ello, ambos estábamos pendientes del peligro que acechaba, como un animal.

(….continúa….) :arrow: