Publicado: Jue Mar 29, 2007 12:39 am
por Kurt_Steiner
En diciembre de 1942 el jefe del gobierno polaco, general Wladislav Sikorsky, decidió discutir el problema personalmente con Stalin y se fue a Moscú acompañado del general Ladislav Anders, nuevo comandante del ejército polaco. Stalin estuvo evasivo añadiendo que en territorio ruso no había ni un solo polaco prisionero y además que quizás habían huido a algún lugar después de concedida la amnistía, quizás a Manchuria.

Entonces llegó el golpe demoledor: el 13 de abril de 1943 Radio Berlín, tras las noticias de lo que ocurría en los diferentes frente, informó que en Smolensko la población local había indicado a las autoridades alemanas de la zona el lugar donde la NKVD había cometido asesinatos en masa de 10.000 oficiales polacos y que en Kosogory y más concretamente en el bosque de Katyn cerca de Gneizdovo a 18 kms de Smolensk, en la carretera Smolensk-Vitebsk, habían encontrado una fosa de 28 metros de larga por 16 de ancha llena con doce capas de cadáveres de oficiales polacos con un total de casi 4.143 cuerpos, todos con el uniforme militar y las manos atadas, y presentando todos heridas de bala en la nuca causadas por pistola. La identificación no presentaba grandes dificultades ya que estaban enterrados con su documentación. El descubrimiento de enormes fosas comunes en Katyn, cerca de Smolensk, Rusia, con gran cantidad de cadáveres de oficiales polacos asesinados en masa por las fuerzas soviéticas. El Ministerio de propaganda de Goebbels sindicó como autor del crimen en masa, al NKVD, quien habría actuado por órdenes directas de Stalin.

En 1942, unas brigadas de la Organización Todt que trabajaban en la zona de Katyn, tuvieron noticia por un campesino de la zona, que entre las estaciones de Katyn y Gnesdowo se encontraban unas tumbas. Las brigadas excavaron en el lugar señalado y encontraron restos humanos, pero volvieron a cubrir los restos y colocaron en el lugar una cruz con ramas de abedul. Luego de la limpieza del bosque y cuando las fuerzas de ocupación tenían totalmente asegurada la zona, no había razones para revisarla nuevamente. Probablemente, nunca se hubieran hallado las fosas que ocultaban el crimen en masa, de no ser por un hecho fortuito que rebelaría uno de los crímenes de guerra más sonados del siglo 20.
A comienzos de ese año, una jauría de lobos, que azotaba la zona, era rastreada por un oficial subalterno del Regimiento de Transmisiones 537, estacionado en el Bosque de Katyn en Rusia. En su búsqueda, se tropezó con lo que parecía una parte escarbada del terreno, al lado de una cruz hecha con ramas de árbol. En los alrededores había huesos. Reportó el hallazgo a sus superiores, quienes enviaron una patrulla que incluía al médico de la unidad. El médico confirmó que se trataba de huesos humanos.

Para identificar los restos, se hicieron investigaciones con personal médico del Grupo de Ejércitos Centro, quienes realizaron excavaciones en los alrededores de lo que parecía una fosa común y confirmaban que se trataba de osamentas humanas. Se encontraron más huesos, correspondientes a varios cadáveres, lo que obligó a extender la búsqueda. Lo que hallaron fue espeluznante. Se trataba de enormes fosas con miles de cadáveres apilados, todos con uniformes polacos. Al lugar fueron enviados médicos forenses alemanes y polacos, grupo al que más tarde se unieron prestigiosos profesionales de varios países, para formaron un equipo de investigación dirigido por la Cruz Roja Polaca. Su misión era, elevar un informe completo sobre lo sucedido en la zona. Después de desenterrar todos los cadáveres y hacerles la autopsia, se contabilizó un total de 4143 oficiales y profesionales polacos y se determinó, que eran los cadáveres de prisioneros procedentes de campos de concentración soviéticos, cuya población, a partir de un traslado, habían sido declarados desaparecidos. Las autoridades polacas, que participaron en las investigaciones, confirmaron que había suficientes evidencias que determinaban que los soviéticos fueron quienes cometieron el asesinato de todos los militares y civiles.

Los polacos exilados en la capital británica recibieron la ratificación del hallazgo y de las cifras. El Primer Ministro polaco, Sikorski, se reunió con Churchill y le manifestó que las evidencias encontradas sindicaban, irrefutablemente, a los aliados soviéticos como los culpables del crimen en masa. Churchill hizo lo posible por evitar una confrontación entre los aliados, manifestándole al Primer Ministro que mejor era olvidar el asunto, en vista que nada le devolvería la vida a los oficiales asesinados. Por su lado el Ministro de Asuntos Exteriores Anthony Eden informó al gobierno británico el día 19 de Abril, que hizo lo posible para culpar a los alemanes, quienes habrían hecho todo un montaje para enemistar a los aliados. No logró engañar a nadie; las pruebas eran demasiado evidentes para ser fraguadas. Los polacos pidieron una investigación por un equipo internacional, mientras el Kremlin acusaba a los servicios de propaganda alemanes.

El gobierno soviético acusó de mentirosos a los polacos exiliados en Londres y ratificaba sus acusaciones contra los alemanes. Churchill hizo lo imposible por apaciguar a sus aliados, pero no lo logró, ante la cantidad de evidencias presentadas por los propios polacos. El día 26, los soviéticos rompieron relaciones con el gobierno polaco en el exilio. En vista de las circunstancias, el gobierno británico descargó de culpas a su aliado soviético. Anthony Eden se presentó en la Cámara Baja, el 4 de Mayo, y dijo que el gobierno británico cargaría, la culpa de lo sucedido al enemigo común, es decir, Alemania. El Ministro de Asuntos Exteriores añadió, "que deploraba el cinismo con que el gobierno alemán acusaba a la URSS, con el velado propósito de romper la unidad entre los aliados."