Publicado: Jue Jun 25, 2009 5:35 pm
por grognard
Lo curioso del caso es que en muchas ocasiones los que más incitaban a realizar estos actos eran los "patriotas de opereta" que habían permanecido ocultos en sus casas, alejados de la Resistencia, completamente sumisos ante el invasor alemán (llegando en algunos casos al colaboracionismo, pero oculto), y que de un día para otro se echaron a las calles envueltos en la bandera tricolor, con un brazalete con la Cruz de Lorena y una viejo casco de la PGM, arrogándose el papel de jueces, fiscales, jurados y verdugos. Quizás con eso lo que pretendían era ocultar su propia existencia abyecta durante los años de ocupación, y derivar el odio y la agresividad de la masa hacia unas cuantas cabezas de turco. ¿Y a quién utilizar mejor que a la mujer que había cometido el peor delito, el de confraternizar hasta el límite con el enemigo? Que en muchos casos fuese la única solución para no morir de hambre al haber perdido al marido en el frente durante los primeros meses de guerra; que en otros casos se tratase de amor verdadero, por encima de las diferencias de nacionalidad; que en multitud de ocasiones la "connivencia" no pasara de una simple simbiosis y puro afán de supervivencia, sin nada sexual en ello... importaba poco o nada a los nuevos cabecillas de la "nueva Francia". Quizás ese emblema visible no hacía más que ocultar su propia vergüenza e impotencia ante la derrota de 1940. Porque ese estigma, el de su propia vergüezan, está aún hoy en día muy presente en la sociedad francesa. Exorcizar a los demonios cargando contra los más débiles es una forma diabólica de desplazar los propios sentimientos de culpa. Y culpa, y mucha, llevaba dentro de sí una gran mayoría del pueblo francés durante los años de la guerra.