Publicado: Mié Nov 28, 2007 12:58 pm
por Kurt_Steiner
Belaya Tserkov, 1941

Belaya Tserkov está a unas 50 millas al sur de Kiev. Había sido capturada por el Sexto Ejército. En el momento, el comandante de este ejército era el mariscal de campo Walter von Reichenau. La 295ª División de Infantería, subordinada de la reserva del Grupo, estaba en la ciudad a mediados de agosto, junto a elementos del Sonderkommando 4a, que estaba mandado por el Standartenführer Paul Blobel. Se establece un gobierno militar: una Feldkommandantur regional y una Ortskommandantur local.

Como observó un candidato a oficial del ejército, el Kommando estaba matando a judíos adultos en pequeños grupos de nueve, hasta un total estimado de entre 800 y 900. Dos hombres debían apuntar a cada víctima desde una distancia de unos veinte pies. Algunas veces volaba la tapa de un cráneo y los hombres quedaban cubiertos de sangre.

En la mañana del 20 de agosto varios soldados alertan a dos capellanes militares en el hospital de campaña acerca de un edificio en el que unos 90 niños judíos permanecían con unos cuantos adultos judíos en dos o tres habitaciones guardadas por un ucraniano. Los chiquillos, que habían estado llorando de noche y no tenían nada que comer o beber desde hacía por lo menos un día, yacían sobre su propia mugre. Los dos clérigos, que sospechaban que los ucranianos habían actuado sin órdenes alemanas, llamaron la atención de los dos capellanes de la división, el católico y el protestante, sobre el descubrimiento, y estos oficiales a su vez se allegaron al 1ú Oficial de Estado Mayor General de la división, el teniente coronel Helmuth Groscurth.

Groscurth, oficial profesional de 42 años de edad, antes de su comisión en la 295ª DI, había servido en el OKW con Canaris. Veterano de la IGM, en la que había sido herido y capturado, Groscurth era crítico del régimen naz, y desdeñoso de las SS. Tras la visita de los dos capellanes, Groscurth se fue a la casa donde estaban encerrados los chiquillos e inspeccionó la habitación él mismo. Al día siguiente resumió lo que había visto y hecho en un lúcido y extensivo informe.

Al pedir explicaciones, se le dijo a Groscurth que las SS tenían órdenes de las más altas autoridades, y que no podían ponerse en duda. Groscurth exigió que se prohibiera una continuación de la acción hasta que se obtuviera una decisión del Grupo de Ejércitos Sur. Se le remitió a Groscurth al Sexto Ejército. Groscurth consiguió una demora del mariscal de campo von Reichenau, y la Feldkommandantur suministró agua y comida a los niños.

En la mañana siguiente, Groscurth se encontró con Riedl, el oficial de contra-inteligencia del ejército, capitán Luley, el Obersturmführer Häfner, y Blobel. Luley declaró que, incluso aunque él mismo era luterano, hubiera preferido que los clérigos se hubieran limitado al cuidado de las almas de los soldados. Rield se tornó en actitud filosófica y dijo que el "extermino" de las mujeres y niños judíos era urgentemente requerido y que la división había demorado innecesariamente la eliminación de los chiquillos durante veinticuatro horas. Blobel dio su acuerdo, explicando que Reichenau comprendía la necesidad de la acción y sugiriendo que los soldados que fisgoneaban ejecutaran ellos mismos las matanzas.

Groscurth estaba en inferioridad. Ya había sido informado por el oficial de inteligencia de la división que la descripción de Blobel de la actitud de Reichenau era precisa. Concluyendo su informe, Groscurth no se abstuvo de declarar su posición de que las "medidas involucradas contra mujeres y niños no se distinguían en forma alguna de las atrocidades del enemigo". Añadió que toda la acción pareció haber sido instigada por el teniente coronel Riedl.

El mariscal de campo von Reichenau tenía la última palabra. El 28 de agosto de 1941 culpó a la división por la "interrupción" de la acción y rechazó específicamente la opinión de que la medida era comparable a las atrocidades del enemigo. Semejantes asertos incorrectos no eran propios de un informe que había pasado por muchas manos. El informe en su conjunto, declaró, nunca debía haberse realizado en primer lugar.

Los chiquillos fueron liquidados, no por el personal alemán del Sonderkommando, sino por la milicia ucraniana.