Publicado: Sab Mar 26, 2011 10:44 pm
por grognard
La posible adición de la escuadra francesa a la alemana y la italiana —con la amenaza del Japón cerniéndose, además, en el horizonte— planteaba a la Gran Bretaña mortales peligros y afectaba gravemente a la seguridad de los Estados Unidos. El articulo octavo del armisticio prescribía que la flota militar francesa, con excepción de una parte que quedaba libre para garantizar los intereses coloniales de Francia, “sería reunida en puertos a especificar y en ellos desmovilizada y desarmada, bajo la fiscalización alemana o italiana”.

Era claro, pues, que los barcos franceses pasarían a ser sometidos a esa ”fiscalización” mientras todavía se hallasen completamente armados. Verdad era que, en el mismo artículo, el gobierno alemán declaraba solemnemente que no tenía intención alguna de utilizar los barcos franceses para sus fines propios durante la guerra. Pero, ¿había quien, estando en sus sentidos cabales, pudiera confiar en la palabra de Hitler, dado el bochornoso historial de aquel hombre y los hechos tan recientemente acontecidos? Por ende, el referido artículo dejaba al margen de la referida promesa “las unidades necesarias para la vigilancia costera y el dragado de minas”. La interpretación de cuales habían de ser esas unidades "necesarias" quedaba al albedrío de los alemanes. En fin, el armisticio podía ser anulado en cualquier momento so pretexto de infracción por parte de los franceses, así que no existía para nosotros, de hecho, seguridad alguna[u]. A toda costa, arrastrando cualquier riesgo, y de una manera u otra, teníamos que procurar que la armada francesa no cayera en malas manos, que tal vez pudiesen emplearla para labrar nuestra ruina.

El Gabinete inglés de Guerra no titubeó. Los mismos ministros que, una semana antes, se habían ofrecido de todo corazón a ayudar a Francia, llegando a proponerle estatuir con ella una nacionalidad común, ahora resolvieron tomar todas las medidas preventivas que fuesen precisas. [u]Esta era la resolución más ominosa, antinatural y terrible en que yo haya intervenido jamás
. Recordaba el episodio de la destrucción de la flota danesa en Copenhague, destrucción que ejecutó Nelson en 1801. Pero ahora la decisión adoptada aun resultaba peor, porque los franceses habían sido hasta el día anterior aliados queridísimos de Inglaterra y nuestra simpatía y conmiseración por los desastres de Francia era sincera. Por otra parte estaban en juego la vida de nuestro Estado y la salvación de nuestra causa. Era un caso de tragedia griega. De todos modos, la inutilización de la escuadra francesa constituía un acto necesario para la supervivencia de la Gran Bretaña, con todo lo que de ella dependía. Recordé las palabras de Danton en 1793: “Los reyes coaligados nos amenazan y nosotros lanzamos a sus pies, como arras de guerra, la cabeza de un rey.” Todo se desarrolló con arreglo a ese orden de ideas.

La flota francesa de guerra estaba distribuida del modo siguiente: dos acorazados; cuatro cruceros ligeros (o contratorpederos); algunos sumergibles (entre ellos el "Surcouf", que era muy grande); ocho destructores y unas doscientas unidades menores, pero muy valiosas (dragaminas y naves antisubmarinas) se hallaban, en su mayor parte, en los puertos de Portsmouth y Plymouth. Tales barcos estaban, pues, en nuestro poder.
En Alejandría anclaban un acorazado francés, cuatro cruceros de la misma nacionalidad ——tres de ellos, muy modernos, montaban cañones de ocho pulgadas— y varios buques menores. Ante esta fuerza marítima había una poderosa escuadra británica de batalla. En Oran, al otro extremo del Mediterráneo, y en el puerto militar contiguo de Mers-el-Kebir, se encontraban dos de los mejores barcos de la flota francesa: el "Dunquerque" y el "Estrasburgo", modernísimos cruceros de batalla, muy superiores al "Scharnhorst" y al "Gneisenau" y construidos precisamente con la finalidad de superarlos. Esos dos grandes navíos, si pasaban a manos alemanas y operaban sobre las rutas de nuestro comercio, podían irrogarnos complicaciones harto desagradables. Acompañaban a tales unidades dos acorazados franceses, varios cruceros ligeros y cierto numero de destructores, submarinos y otras naves. En Argel anclaban siete cruceros, cuatro de ellos artillados con cañones de ocho pulgadas, y en la Martinica había un portaaviones y dos cruceros ligeros. A Casablanca acababa de llegar, desartillado, el "Jean Bart", procedente de St. Nazaire. Este era uno de los buques-clave cuando se trataba de computar las fuerzas navales del mundo. Se hallaba, empero, sin concluir y no podía ser terminado en Casablanca. Había que impedir que saliese de allí. El "Richelieu", mucho mas próximo a terminarse, había alcanzado Dakar. Podía navegar ya y sus cañones de 15 pulgadas estaban listos para el fuego. En varios puertos existían otros muchos barcos franceses de menos importancia. También en Tolon anclaban varias unidades de guerra, mas ésas no se encontraban a nuestro alcance.
La operación "Catapulta" tendía a conseguir simultáneamente la captura, destrucción o inutilización eficaz de todos los barcos militares franceses que pudiéramos.

    Primer Ministro al general Ismay. 1-VIl-40
    1. El Almirantazgo conserva al "Nelson" y sus cuatro destructores en aguas metropolitanas, y la operación "Catapulta" debe desarrollarse ya, procurando que empiece al apuntar la aurora del 3.
    2. Durante la noche del dos al tres se adoptarán en Portsmouth, en Plymouth, en Alejandría y, si fuera posible, en la Martinica, todas las medidas necesarias para desenvolver una operación análoga a la ·"Catapulta". Han de tomarse en consideración las reacciones que esas medidas pueden provocar en Dakar y Casablanca, así como no omitir cuantas precauciones sean precisas para impedir el escape de las unidades de valor.

Dado el apremio impuesto por las circunstancias, añadí:

    El Almirantazgo deberá procurar que las escuadrillas que hayan de operar en zonas de aguas estrechas se eleven a una fuerza de cuarenta destructores, con el adicional y oportuno apoyo de cruceros. Debemos esforzarnos en sostener ese potencial durante los dos o tres días venideros, manteniéndolo en el curso de los quince sucesivos, tras lo cual cabrá reexaminar la situación. Entre tanto, hemos de aceptar como inevitables las pérdidas que se produzcan en los accesos occidentales de nuestra isla. Me complacería recibir un informe diario sobre el número de unidades que hay dedicadas al patrullaje, o disponibles en otras formas, entre Portsmouth y el Tyne.

A primeras horas de la mañana del 3 de julio todos los barcos franceses anclados en Portsmouth y Plymouth pasaron a nuestro poder. La acción, desencadenada de súbito, constituyo, como era menester que constituyese, una sorpresa. Se empleó una fuerza abrumadoramente superior. Su desarrollo probé lo fácilmente que podrían los alemanes, por un sistema análogo, adueñarse de los barcos franceses surtos en cualquier puerto de Francia que ellos controlaran. En Inglaterra la operación transcurrió amistosamente y, salvo en el "Surcouf", las dotaciones francesas accedieron de buen grado a saltar a la orilla. En el "Surcouf", resultaron heridos dos oficiales británicos, muerto un marinero de primera y herido otro. En la refriega resulté también muerto un marinero francés. Nosotros hicimos todos los esfuerzos posibles para tranquilizar y consolar a los franceses, y lo conseguimos. Muchos centenares de marineros se ofrecieron voluntariamente para unirse a los nuestros. El "Surcouf", después de haber prestado notables servicios, sucumbió el 19 de febrero de 1942 con toda su valerosa tripulación francesa.

(Continúa...)