Publicado: Lun Abr 10, 2023 3:28 pm
por Kurt_Steiner
Fuente https://tanks-encyclopedia.com/kaenbin/

En 1939 el Ejército Imperial japonés ganó una batalla contra una abrumadora fuerza blindada enemiga sin un solo tanque propio. En el corazón de esta preparación había una pequeña botella de refresco.

La historia comienza en la frontera entre China y Mongolia, cerca de la ciudad de Nomonhan. En la primera parte del siglo XX, este desierto fue mapeado incorrectamente. Había una pequeña porción de tierra que reclamaban tanto Manchuria como Mongolia. Las reclamaciones conducirían a cinco meses de lucha entre rusos y japoneses. Los japoneses bautizaron esta guerra por el pueblo más cercano a la frontera, Nomonhan, mientras que los soviéticos lo hicieron por el río en el área, Khalkhin Gol (los japoneses llamaron al río Halha).

Una de las unidades incluídas en esta escalada de fuerzas fue el veterano y totalmente motorizado 26º Regimiento japonés, mandado por el competente coronel Shinichiro Sumi. Cuando su regimiento llegó a la base de Hailar el 22 de junio Sumi envió oficiales para visitar las distintas unidades que ya habían combatido y conocer más detalles sobre cómo sería enfrentarse a los rusos. Es casi seguro que estos oficiales se habrían encontrado con historias de los tanques soviéticos, el BT-5 y el BT-7. En ese momento, la infantería japonesa habría tenido lo que denominaron "cañones de infantería de tiro rápido", los cañones antitanque de 37 mm. Estos, por supuesto, destrozarían los tanques BT ligeramente blindados. Sin embargo, el Regimiento 26 no tenía ninguno. De hecho, tenía muy pocas armas pesadas, con solo seis ametralladoras e igual número de armas de batallón. La otra arma antitanque que tenía la infantería japonesa era la mina Tipo 93, apodada despectivamente Anpan por las tropas, ya que se parecía a los pequeños panecillos dulces del mismo nombre. Esta pequeña mina redonda se fijó a postes de bambú y se empujó debajo de las orugas de cualquier tanque atacante. El problema era que, en el suelo arenoso de la zona, un tanque empujaría la mina al suelo y no dispararía la mecha.

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Una mina Tipo 93 en el Museo de Guerra Imperial, Londres
https://es.wikipedia.org/wiki/Mina_Tipo_93

Es muy posible que, durante estas investigaciones se entrevistara al soldado de primera clase Okano Katsuma de la 22ª División. Durante las escaramuzas de mayo, él, junto con otros dos hombres, fueron asignados como camioneros para ayudar a llevar suministros. Durante uno de esos viajes, fueron perseguidos por un tanque ruso. Desesperado, Katsuma comenzó a arrojar latas de gasolina de la parte trasera del camión en un intento de impedir que el tanque soviético lo persiguiera. Para sorpresa del soldado, cuando el tanque chocó una de estas latas, se incendió y les permitió escapar.

La idea de la gasolina como arma antitanque no era del todo nueva para los japoneses. El comandante Nishiura Susumu había sido observador durante la Guerra Civil española y había visto a los combatientes usar botellas de vino llenas de gasolina para atacar vehículos blindados. En julio de 1937 envió un informe a Japón, que se topó con la incredulidad de la Oficina de Artillería. Sin embargo, la insistencia del mayor Susumu los convenció de realizar varias pruebas que fracasaron por completo. En el frío clima japonés, el tanque estacionario no logró estallar en llamas. Por lo tanto, la Oficina de Artillería concluyó que no había nada en esta idea.

De vuelta al frente, el coronel Sumi no tenía otras ideas para ayudar a defenderse de los tanques. Cuando el regimiento salió, dejó atrás al subteniente Negami Hiroshi, de 26 años, del destacamento de intendencia del regimiento. Tenía órdenes de asegurar tantas botellas como pudiera de la cadena de suministro del ejército y enviarlas al regimiento en un camión. El teniente Hiroshi encontró el depósito de suministros lleno de miles de botellas de refrescos e inmediatamente intentó requisarlas. Como en casi todos los ejércitos, el Intendente no lo permitia. “Las tiendas son para almacenar, no para distribuir”. La tarea del teniente Hiroshi se hizo aún más difícil, ya que no podía divulgar para qué quería una cantidad tan grande de botellas de bebidas, debido a cuestiones de seguridad. Parece extraño considerar la seguridad en esta situación, sin embargo, una gran parte del esfuerzo logístico fue completamente civil. De hecho, los camiones en los que estaba montado el Regimiento 26 fueron requisados, y muchos todavía eran conducidos por sus dueños originales vestidos de civil.

Eventualmente, el teniente Hiroshi logró obtener cajas del refresco siendo persistente y llegando a algún tipo de trato con los intendentes. Obtuvo alrededor de 1.200 botellas y las envió al regimiento. Los suministros alcanzaron a los soldados en Chaingchunmiao. Allí se repartieron y se advirtió a los hombres que no tiraran las botellas después de haber vaciado el contenido. Se llevaron a cabo pruebas para determinar la mejor manera de crear el arma. Se determinó que el mejor diseño era llenar la botella aproximadamente ⅓ con arena para darle lastre y la capacidad de lanzarla con precisión, y el resto se remató con gasolina. Para completar el arma, una pequeña bola de algodón, tomada del kit de limpieza del rifle , actuaba como tapón de botella y mecha cuando se encendía. Esta arma fue nombrada Kaenbin. Todavía había un defecto sin resolver. El campo abierto y plano a menudo tenía un fuerte viento que soplaba, lo que hacía que encender incluso un cigarrillo fuera difícil, si no imposible, y mucho menos tener que encender la mecha en la batalla. Con este problema sin resolver, cada hombre llenó temporalmente su botella con agua y la amarró a su cintura con una cuerda. El teniente Hiroshi había adquirido suficiente bebida para dar una botella a cada soldado del regimiento, incluido el coronel Sumi. Había algunas otras botellas sobrantes y estas se compartieron con las unidades de infantería vecinas.

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Soldados cruzan un puente sobre el ríp Haiha
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