Publicado: Mar May 12, 2009 3:45 pm
por Anibal clar
Hola a todos.

Hace un tiempo prometí que haría un articulito sobre la Operación Cerberus, y aquí va.

OPERACIÓN CERBERUS.

Los británicos, tras haber logrado eliminar la amenaza que habría supuesto la presencia del Bismarck en el Atlántico, dedicaron todos sus esfuerzos a neutralizar el el puerto francés de Brest al Prinz Eugen, el Gneisenau y el Scharnhorst.

Durante el 10 y el 11 de abril de 1941, el Gneisenau fue alcanzado por 4 bombas de la RAF que le ocasionaron graves averías. Entre primeros de marzo y el 31 de julio de 1941, la RAF descargó, en 1875 salidas, casi 2.000 toneladas de bombas, alcanzando al Prinz Eugen y al Scharnhorst y ocasionándoles diversas averías. Por lo que tuvieron que entrar en dique para reparar.

Así que los 3 buques quedaron inmovilizados en Brest, delante de cuyo puerto habían fondeado los aviones británicos 275 minas de fondo.

La noche del 3 al 4 de septiembre, 120 bombarderos pesados atacaron Brest, y como resumen diremos que entre el 1 de agosto y el 31 de diciembre de 1941, 851 aviones de la RAF arrojaron otras 1.185 toneladas de bombas sobre los 3 buques alemanes. La ciudad quedó arrasada, pero ninguno de los buques germanos recibió impactos ni tuvo averías dignas de mención, mientras los ingleses reconocieron haber perdido 45 aviones.

A fines de 1941 las reparaciones estaban prácticamente concluidas, y el Almirante Raeder consideró que aquellos navíos se podrían sacar de nuevo al Atlántico para reanudar la guerra al tráfico marítimo enemigo. El momento era favorable, ya que EEUU acababa de entrar en guerra y en Pearl Harbor habían quedado fuera de combate varios acorazados y otros buques de la escuadra norteamericana, y la flota británica acababa de sufrir también graves pérdidas, como el Repulse y el Prince of Wales, hundidos por los japoneses, el portaviones Indomitable reparando en Jamaica tras haber embarrancado, el acorazado Nelson que había sido torpedeado en el Mediterraneo también estaba reparándose, al igual que los portaviones Formidable e Illustrious. También el acorazado Malaya, torpedeado por el U-205 estaba en astilleros. El portaviones Ark Royal y el acorazado Barham habían sido echados a pique, así como el también portaviones Audacity. Para remate, los torpedos tripulados del italiano Luigi de la Penne habían hundido en Alejandría a los acorazados Valiant y Queen Elizabeth.

El momento para salir a la guerra de corso era por tanto ideal, pero fue entonces cuando intervino Adolf Hitler. El Führer había quedado impresionado con unos golpes de mano dados por comandos ingleses en Noruega y llegó a la conclusión de que ingleses y norteamericanos pretendían desembarcar en aquel lugar de forma inminente.

Así que ordenó trasladar a todas las unidades pesadas a los puertos noruegos, incluyendo a los tres navíos que estaban en Brest, amenazando a Raeder con que si se negaba a ello, desmontaría la artillería de dichos navíos y la usaría como baterías terrestres. Raeder se consoló con la idea de que, como los aliados habían empezado a despachar convoyes hacia la URSS vía Océano Glacial Ártico, sus buques podrían intervenir allí y crear graves trastornos en ese tráfico marítimo.

Raeder propuso a Hitler que los buques de Brest pasasen por el estrecho de Dinamarca (entre Islandia y Noruega) y se dirigiesen hacia los puertos noruegos. Pero el Führer indicó que, aprovechando la sorpresa, los tres navíos pasarían por el Canal de la Mancha en dirección a Alemania. Es decir, por una derrota peligrosísima. Pero la palabra de Hitler era ley…

La base naval de Brest fue bombardeada por la RAF la noche del 11 de febrero de 1942. Doce buques alemanes se encontraban allí dispuestos a hacerse a la mar tan pronto como concluyera el ataque aéreo. La orden de operaciones era secreta y preveía la salida de los buques para hacer ejercicios al día siguiente para volver a Brest durante la noche. Los remolcadores tenían orden de estar preparados para auxiliar a los acorazados y al Prinz Eugen durante la noche en sus supuestas maniobras de atraque.

Sin embargo, 7 individuos a bordo de aquella flota sabían que la orden secreta era falsa, que la escuadra no regresaría jamás a Brest y que el objetivo sería alcanzar Alemania a toda máquina pasando por el Canal de la Mancha. Aquellos 7 hombres eran el Vicealmirante Ciliax, que mandaba la escuadra, su jefe de estado mayor, capitán de navío Reinicke, los comandantes de los 2 acorazados y del crucero pesado y un par de oficiales del estado mayor del Almirante. Nadie más.

El audaz plan había sido preparado minuciosamente y con sumo sigilo. Para que los ingleses no pudieran sospechar nada, ni siquiera los jefes de las flotas de dragaminas que tendrían que ir “abriendo” el paso de la flota por el Canal, se había preparado este barrido por parcelas de modo que parecía que no tenían conexión entre si. Se propaló la idea que de Lejano Oriente volvía algún forzador del bloqueo con un precioso cargamento a bordo, lo cual justificaba el traslado de 200 aviones de la Luftwaffe a aeródromos contiguos al Canal.

No se alteró el ritmo habitual de permisos, e incluso aquellos 7 hombres embarcaron con lo puesto y sin maleta alguna, para hacer “más verdad” la situación.

Se había elegido una noche muy próxima a la luna nueva y en que la marea ayudase mucho a la flota durante sus primeras horas de travesía por el Canal. Así cuando los ingleses les descubrieran, ya estarían en la parte más cercana a Dover y no tendrían mucho tiempo para montar ataques coordinados y efectivos. Además ciertos equipos especiales de técnicos electrónicos habían efectuado cuidadosas mediciones de los radares ingleses de vigilancia, y habían dispuesto los transmisores de haz precisos para interceptar aquellos y dejarles “ciegos” durante la travesía.

Los ingleses por su parte no se habían dormido, y aunque naturalmente nada sospechaban, contaban en los puertos del Canal con aviones torpederos y flotillas de Destructores y de lanchas, así como 250 bombarderos a pie de obra. Las grandes unidades estaban en Scapa Flow, pero podían llegar a la zona si la flota alemana era detectada con la suficiente antelación. Además, durante enero y febrero se habí redoblado todos los minados de la zona por la cual precisamente tendrían que pasar los buques de Ciliax.

Sin embargo, la atrevida operación alemana pudo ser llevada a buen término debido a que la vigilancia aérea británica tuvo un imprevisible, triple y casi simultáneo fallo, y no pudo detectar la salida de la flota hasta 12 horas después de que hubiese zarpado de Brest.

A las 8’30 de la noche de aquel 11 de febrero acabó el ataque aéreo. Al poco, los buques largaron amarras y fueron saliendo del puerto. Ciliax izaba su insignia en el Scharnhorst, y muy pronto los buques navegan a 30 nudos, los destructores ocupan sus puestos en la formación en las 2 bandas de los buques mayores y se hace todo con tal rapidez que se gana una hora sobre el horario previsto.

Los aviones Hudson que cubrían el reconocimiento aéreo y los 2 submarinos ingleses se supone que detectarían enseguida la salida de la escuadra alemana, pero el radar de uno de los Hudson se averió, el avión regresó a su base, la tripulación cogió otro avión y volvió a su patrulla, pero… por aquel hueco había pasado totalmente inadvertida la flota de Ciliax. Los submarinistas tampoco vieron nada, pues la noche era negra como boca de lobo, y finalmente también falló el radar de otro Hudson que patrullaba entre Ouessant y la entrada del golfo de Saint Malo, con lo que este afortunado y simultaneo fallo en el reconocimiento británico permitió pasar indetectada a la flota alemana.

En esos momentos, a bordo del Scharnhorst se ordena el rumbo, totalmente inesperado para todos (salvo para los 7 hombres que conocemos) y esto llena de contento a miles de hombres que hace ya más de un año sufren nostalgia de la patria. Sin embargo el secreto no había sido aún revelado, ya que si la flota era descubierta o surgía algún grave contratiempo, tendría que volver a Brest. Pero el mar y el cielo estaban desiertos y la tranquilidad era absoluta. Después de la medianoche, rebasado el paralelo de Ouessant, se cayó al nordeste y se comunicó por los altavoces que la escuadra llegaría a Alemania al día siguiente. El júbilo fue indescriptible.

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Ciliax pasando revista a sus hombres.

A bordo de cada acorazado y del crucero pesado iba un oficial de la Kriegsmarine que conocía al dedillo el Canal de la Mancha y ayudaría a la escuadra en su navegación por aquellas aguas todo lo que fuera necesario.

Se recibe la noticia por parte del capitán de una flotilla de dragaminas de que se ha descubierto un campo de minas nuevo no barrido, pero Ciliax opta por continuar.

Con la amanecida del día 12 llegan 16 cazas de Luftwaffe que se irán relevando durante todo el día para proteger a la escuadra de ataques aéreos. Hay 250 aparatos repartidos por los aeródromos cercanos al Canal al mando de Adolf Galland, que cumpliendo órdenes del propio Hitler se ha comprometido a colaborar con la Armada y cumplirá su palabra al pie de la letra. Además, a bordo del Scharnhorst hay un oficial de enlace de la Luftwaffe que hará perfecto el entendimiento entre marinos y aviadores.

La amanecida es neblinosa y con blanquecinos cirros, la marea ayuda mucho y al rebasar la isla de Alderney, la escuadra que ya arrumba al 100º verdadero lleva cierto adelanto sobre el horario previsto.

A las 8’30 de la mañana se divisan por la proa los dragaminas del Capitán Bergelt (que era quien había avisado de aquel nuevo campo de minas unas horas antes), pero han trabajado como diablos y han conseguido abrir un paso para la flota, que pasa por allí sin novedad.

A las 9’20 horas, los transmisores dirigidos alemanes se ponen en función e interfieren a los radares ingleses, pero como esto lo venían haciendo desde hacía semanas y por poco tiempo, los británicos no le dan importancia. Sólo cuando una hora después sus estaciones seguían ciegas cundió la alarma. Los alemanes interfirieron todos los radares menos uno nuevo, experimental, el cual detectó perfectamente el paso de la flota alemana, pero sus indicaciones no fueron tenidas en cuenta precisamente por estar en fase de pruebas.

En fin, a los buques de Ciliax se unieron otros 6 destructores salidos de El Havre, pues la escuadra se acercaba a la parte más peligrosa del recorrido, el Estrecho de Dover y se speraba que los ingleses que aún no habían dado señales de vida, descargaran toda su furia con buques, aviones y baterías de costa precisamente allí, entre Folkestone y Dover.

De pronto en uno de los destructores de la cortina aparecen una bandera azul y amarilla ¡ avión enemigo a la vista ! Era un Spitfire del Grupo XI que había salido de su base a hacer unos reconocimientos rutinarios y que se encontró sin querer con la flota alemana. Cuando regresó a su base comunicó lo observado, pero allí pensaron que había visto visiones. En aquellos mismos momentos, 2 Spitfires que combatían con los Me-109 se encontraron de pronto muy cerca del Gneisenau y el Scharnhorst. Informaron de ello a su regreso a la base, después de las 11 de la mañana. En el Almirantazgo se produjo una gran sorpresa. Una escuadra alemana de 18 buques se colaba en sus propias barbas por el estrecho de Dover después de una travesía completa por el Canal de la Mancha. La home Fleet ya no tendría tiempo de intervenir desde Scapa Flor. Así que tuvieron que lanzar al ataque lo que encontraron “a mano”.

Hacia las 12’30 surgió por la amura de babor de la escuadra alemana una flotilla de 5 lanchas salidas de Dover, pero fueron recibidas con un vendaval de proyectiles y tuvieron que lanzar sus torpedos desde gran distancia y retirarse a toda prisa, con lo cual el ataque no tuvo consecuencias. Casi simultáneamente se lanzaron al ataque el escuadrón 825 de aviones Swordfish acompañados por 10 Spitfires. Los Me-109 acudieron prestos y se enzarzaron con los cazas ingleses, mientras los antiaéreos disparaban contra los Swordfish sin cesar. 4 aviones fueron abatidos y los británicos no obtuvieron éxito alguno.

Pero los germanos no tendrían tiempo de regocijarse con aquel triunfo, pues las 6 horas que quedaban hasta la puesta del Sol serían auténticamente dramáticas, pues al peligro de las minas se unirían los incesantes ataques de la RAF, prácticamente cada 10 minutos. Si bien es cierto que, como sabemos, los alemanes habían desplegado 250 aviones para cubrir a los buques de Ciliax durante su travesía, también es cierto que los ingleses hicieron despegar contra ellos 680 aparatos (242 bombarderos del Bomber Command, 398 cazas del Fighter Command y varias docenas de bombarderos y torpederos del Coastal Command y de la Armada). Pero gracias a la sorpresa, las malas condiciones meteorológicas, la inutilización de los radares de vigilancia y la falta de adiestramiento de los pilotos de la RAF, hicieron absolutamente estériles todos los esfuerzos aéreos británicos. En aquellos duelos, los alemanes perdieron 17 cazas y los ingleses perdieron 41 aviones. Todo lo que consiguieron fue echar a pique un patrullero alemán fondeado en el Estrecho de Dover para señalizar el paso de la escuadra.

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Paso de la escuadra por el canal de la Mancha


Desde el puente de mando del Scharnhorst se divisan ya a un lado los acantilados de Dover y al otro el cabo Gris Nez. De pronto se ve un rojizo relampagueo hacia la costa inglesa. ¡¡ Comienzan a disparar las baterías de costa !! Unos aullidos terribles precedieron a la caída de los proyectiles, pero los destructores germanos se apresuraron a tender espesas cortinas de humo que confundieron a los ingleses, sus disparos cayeron lejos y poco después las baterías enmudecieron. Se había salvado el paraje más peligroso de la travesía y la carrera de los buque s alemanes seguía imparable a toda velocidad hacia el Mar del Norte que ya les recibía, encrespado, con visibilidad de 2 millas, viento fuerte y cubierto.

De pronto surge una nueva alarma, 9 beaufort salidos de Kent acompañados de 5 Hudson de bombardeo. Aquellos aviones fueron molestados por el fuego antiaéreo, y gracias al zigzaguear de los buques no consiguieron impacto alguno. Pero nada más pasar el peligro, una explosión conmociona al Scharnhorst. ¡ Había estallado una mina !
El buque perdió la energía eléctrica y quedó sin arrancada y quedó parado al fin. El Gneisenau y el Prinz Eugen pasaron de largo como bólidos. Pero las averías sufridas habían sido mínimas y pronto estaría el navío de nuevo en movimiento. Pero Ciliax no se puede quedar allí, pues tiene que dirigir a su escuadra, y junto a su jefe de Estado Mayor y el oficial de la Luftwaffe, transbordan al destructor Z-38 que se había aproximado para recogerles. Cuando ya a bordo de él se alejan del lugar, Ciliax mira hacia atrás y ve como se va empequeñeciendo la silueta de su buque insignia, y siente un gran peso en su corazón.

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El Scharnhorst

Una hora después, el Z-38 alcanzó a la escuadra. Se divisó como tanto el Gneisenau como el Prinz Eugen hacían fuego, y se divisaron 5 pequeñas siluetas que se acercaban a los titanes grises a toda velocidad. Eran los destructores ingleses Campbell, Vivacious, Worcester, Maackay y Whitshed, al mando del capitán de navío Pizey, y habían salido de Harwich.
El ataque realizado por los ingleses fue muy audaz, y dejaron caer al agua 30 torpedos, ninguno de los cuales haría impacto. El Worcester resultó repetidamente alcanzado por el fuego alemán y quedó hecho una criba, aunque conseguiría milagrosamente llegar a puerto. Los destroyers ingleses se retiraron sin mayor novedad de aquel avispero donde se habían metido.

De pronto también el Z-38 quedó sin arrancada. Un proyectil había estallado dentro del ánima de su cañón y había seccionado la tubería principal de lubricación. La reparación llevaría 20 minutos, así que el Almirante se rezagaría de nuevo. Así que se ordenó a otro destructor que se acercase a recogerlo. Ciliax mandó arriar una ballenera de 10 remos del Z-38 y embarcó en ella con su jefe de estado mayor y el oficial de la Luftwaffe. Mientras se dirigían al próximo destructor que les había de recoger, de pronto se dieron cuenta que un gran buque se dirigía hacia ellos a toda máquina. ¡ Era el Scharnhorst ! había podido reanudar la marcha y se dirigía a toda máquina hacia Alemania. En fin, la ballenera fue recogida por el destructor y se puso rumbo hacia el resto de la flota.

Los ataques aéreos continuaron hasta la noche. Las tripulaciones estaban reventadas de cansancio, pero el peligro que pudiese provenir del cielo había acabado por fin.

Los ingleses lanzaron minas en la boca del Elba, como última posibilidad de destruir a la flota alemana. Cuando los buques de Ciliax navegaban a la altura de la isla holandesa de Terschelling una mina magnética de fondo estalló en las proximidades del Gneisenau, pero las averías no eran graves y el buque pudo continuar a 25 nudos.

La oscuridad es ya total y no hay rastro de aviones ni buques enemigos, la escuadra se aproxima a la costa alemana, la navegación se presenta fácil y la gente se reúne a tomar un cigarrillo y departir tranquilamente.

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El Gneisenau

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El Prinz Eugen


Sin embargo, no todo terminó tan bien. Inesperadamente otra mina hizo explosión bajo el Scharnhorst. Esta vez sus averías eran más graves, pero consiguió llegar a puerto por propios medios y allí estaría una temporada en astilleros.

No hubo más novedades en ésta auténtica odisea de la Escuadra de Ciliax a través del Canal de la Mancha. La escuadra se dividió al divisar la costa alemana. El Gneisenau y el Prinz Eugen cruzaron el canal de Kiel mientras que el Scharnhorst se dirigió a Wilhelmshaven, donde entró sin otra novedad que la ya conocida. La misión imposible se había llevado a efecto.

El 13 de febrero fue un día de fiesta en Alemania, mientras que en la Gran Bretaña todo fue indignación. The Times de Londres publicó: “El Vicealmirante Ciliax Ha logrado el éxito allí donde fracasó el Duque de Medina Sidonia… Nada tan mortificante para el orgullo de nuestro poderío naval se ha producido en aguas inglesas desde el siglo XVII”.

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Vicealmirante Otto Ciliax

Pues así acabó la Operación Cerberus. Lo que luego ocurriría con los buques alemanes es ya otra historia.
Espero que os haya gustado.

Un abrazo a todos camaradas.