Publicado: Mié Ago 06, 2008 6:55 pm
por Bitxo
Pasadas las 8h, la caravana de Hitler llegaba a Münich y se dividía. Los vehículos con detenidos se dirigieron a la cárcel de Stadelheim. Hiterl y el resto a la Hauptbanhof, la estación de tren. Allí estaban aún los soldados de la Reichswehr sin bajarse del camión. Los SS que hacían guardia informaron que Hess había llegado desde Berlín y que esperaba en el despacho de la dirección. Entonces se escuchó por megafonía que los jefes SA debían presentarse en el despacho nú 1 de la estación para recibir órdenes. Los SS saltaron a los vagones para registrarlos, solicitándoles que les siguiesen. Estos aceptaban pensando que les iban a llevar a Bad Wiesse.

En Stadelheim, Koch comenzó a entender lo que Wagner entendía por numerosos jefes SA, y su sorpresa no dejaría de aumentar a lo largo de la mañana. Toda la plana mayor de las SA iría llegando a su cárcel y Koch les fue acomodando en las celdas disponibles. Pero cuando comenzaron a llegar los oficiales de menor graduación, procedentes de la estación, se quedó pronto sin celdas y hubo que vigilarlos en el patio. Uhl, delante de él, lamentaría no haber matado a Hitler cuando aún disponía del revólver. Otros seguían pensando en que aquello era un golpe de estado de la Reichswehr y que Hitler no tardaría en abrir los ojos.

Hitler tenía, sin duda, los ojos bien abiertos, pero no para salvar a las SA, sino para decapitarlas. Poco antes de las 10h abandonó la estación para dirigirse a la Casa Parda. Una vez allí, indicó a Goebbels que llamase a Göring y le dijese una única palabra: colibrí.

En esos momentos, dos hombres llamaron a la puerta de Ritter von Kahr, el ex comisario especial para Baviera que había hecho fracasar el golpe de estado de Hitler diez años antes. Poco importó que fuese ya un anciano olvidado. Cuando Kahr abrió la puerta, unos hombres le arrastraron a un vehículo y se lo llevaron.

En Berlín, Papen y Tschirschky llegaron al palacio de Göring y descubrieron que estaba fuertemente custodiado por SS armados hasta los dientes. En su despacho, la actividad era febril. Göring y Himmler se hallaban inmersos en una nube de telegramas, llamadas telefónicas e informes que les llevaban sus emisarios. Según recordaría Papen, me informó de que Hitler había tenido que salir en avión hacia Münich a fin de de sofocar una rebelión fomentada por Röhm, y que él, por su parte, había recibido plenos poderes para reprimir la insurrección en la capital. Protesté inmediatamente, puesto que Hitler sólo podía delegar sus poderes en mí. Pero Göring no le hizo caso, negándose a cederle el puesto e, incluso, de informar a Hindenburg para que proclamara el estado de emergencia y encargara a la Reichswehr restablecer el orden. Me vi obligado a inclinarme. Al disponer de la policía y de las fuerzas del Aire, Göring tenía, en realidad, una posición mucho más sólida que la mía. Papen insistió en informar a Hindenburg, pero Göring le replicó que él, gracias a las SS, era dueño de la situación y que sería inútil molestar a Hindenburg.

Mientras Papen discutía con Göring, Tschirschky logró oir a Himmler hablar por teléfono: Ahora hay que entrar en acción y limpiar todo eso. Pensando en que podía referirse a la Vicecancillería, trató de alertar a Papen, pero este seguía inmerso en su discusión con Goring, quien le levantaba la voz al decirle que haría usted mucho mejor en pensar en su propia seguridad personal. Vuelva a casa, permanezca en ella, y no salga sin haberme advertido. Papen, no menos irritado, le contestaba: Cuidaré por mi mismo de mi seguridad, y no tengo intención de aceptar una detención apenas disfrazada. Pero Göring ya no le prestaba atención, pendiente como estaba de un mensaje que Himmler le entregaba tras haber colgado el teléfono.
Entonces Tschirschky aprovechó para alertar a Papen de sus temores y ambos salieron del despacho. En el pasillo estaba el Teniente General SA Kasche, y se le veía muerto de miedo. Llegados a la verja, los SS les impidieron salir. Tschirschky no se dejó intimidar y les preguntó: ¿Qué ocurre? ¿No tiene derecho el señor von Papen a salir de aquí?. Los SS ni se inmutaron y Tschirschky insistió: ¿Tiene usted miedo de que nos maten?, pero los SS se escudaron en que cumplían órdenes. Entonces regresó al edificio para informar a Karl Bodenschatz, el ayudante de campo de Göring, de que no les permitían salir. Bodenschatz increpó a los SS, ordenándoles que abrieran la verja. ¡Veremos quién manda aquí, si el Primer Ministro o las SS!, gritó. Pero, aún con esto, los SS requirieron nuevas órdenes para que, por fin, Papen y Tschirschky pudieran salir.

Otro que también sospechó que algo grave estaba ocurriendo fue Hans Bernd Gisevius, entonces funcionario del Ministerio del Interior tras una breve estancia en la GESTAPO que terminaría con una discusión con Diels. Su amigo el Teniente General SS Arthur Nebe, había recibido el encargo de velar por la seguridad de Göring unos días atrás, y ello les hizo sospechar. Nebe debía telefonearle cada noche, y la noche anterior no lo hizo. La preocupación era obvia pues, como él, Nebe también estaba descontento con los nazis desde que Diels le encargó el asesinato de Strasser el año anterior. Entonces Nebe consultó con Hitler y este le contestó que no sabía nada de aquello. Göring le reprendió severamente por haber destapado el escándalo, pero hizo que le aumentaran de rango para silenciarle.
Gisevius y Nebe tenían motivos para temer de Diels, quien podía aprovechar la confusión para librarse de ellos, así que decidió refugiarse, como Tschirschky, en su Ministerio al ver que Nebe no realizaba su llamada telefónica que demostraba que todo iba bien. Una vez llegado allí oyó cómo su jefe, Daluege, se quejaba agriamente de la actitud de Göring, quien había puesto en estado de alarma a la policía tres veces sin informarle siquiera.
Al poco, Daluege era citado por teléfono ante Göring. Al regresar informó de cuanto le había contado, que se había producido un intento de golpe de estado de las SA y que se procede, en cualquier caso, a una depuración sangrienta. Entonces Daluege advirtió de lo que estaba sucediendo al Secretario de Estado Grauert y ambos tomaron la decisión de avisar a Frick. Gisevius se unió a la pareja, pues con ellos se sentía más seguro, pero no le admitieron en el despacho del Ministro del Interior y tuvo que esperar fuera. Frick no sabía nada y resolvió ir a ver a Göring para que le informase personalmente. Grauert le acompañó, y Gisevius y Daluege regresaron al Ministerio.

Heydrich, advertido de la consigna colibrí, puso en marcha a su gente distribuída por todo el Reich. Cada grupo disponía de un sobre con una lista de personas a detener o eliminar directamente. La GESTAPO recibió listas que relacionaban cada nombre con un número para poder organizarse y saber quién ya estaba detenido o eliminado. El Capitán SS Kurt Gildisch comandaba un grupo de 18 SS encargados de eliminar a los nominados sin ningún tipo de juicio.
Himmler, Heydrich y Göring daban órdenes precisas, y era Göring quien daba las de ejecución mientras los hombres de la GESTAPO organizaban las fichas cuyos números pertenecían a personas ya detenidas y llevadas a la Escuela de Cadetes de Lichterfelde. Cuando Göring se fijaba en estas, exclamaba ¡A fusilarlos! ¡A fusilarlos!. En una de tantas llamadas a Gildisch simplemente le dijo: Busque a Klausener y mátele. En el pasillo, donde aún aguardaba Kasche temblando de miedo, llegó otro SA detenido. Göring le llamó cochino homosexual y le dijo que iban a fusilarle.

Gisevius logró encontrar a Nebe junto al despacho de Göring. Este le contó que ya se habían detenido y eliminado a las primeras personas. Los hombres de Ernst ya había sido detenidos y no sabía si aún seguían vivos. Como Gisevius, Nebe tenía miedo y también había preferido refugiarse en un edificio oficial. No era para menos, pues, aunque esto ellos no lo sabían, incluso Diels se salvó porque Göring lo borró de la lista,

Cuando Papen y Tschirschky regresaron a la Vicecancillería, vieron que esta estaba invadida por las SS y la GESTAPO. Pensaron que Göring les había llamado para poder tener las manos libres a la hora de registrala, pues había papeles tirados desde los cajones abiertos. Papen fue informado de que Herbert von Bose había sido ejecutado hacía un momento. Le habían llevaron a una habitación y se oyeron diez disparos seguidos, seguidos de otro más. Papen preguntó por él a los agentes y le dijeron que había opuesto resistencia a la policía. Entonces se oyó una explosión procedente de las cajas fuertes que habían hecho saltar para poder registrarlas.

Al poco, unos agentes del SD llegaron para arrestar a Tschirschky. Cuando iban a llevárselo, aparecieron unos SS que tenían también orden de detenerlo. Tschirschky les espetó: Está ya hecho. Pónganse de acuerdo entre ustedes. Hubo que esperar a que se pusieran de acuerdo y, al final, fueron los SS quienes se lo llevaron, pero no sin que los del SD les siguieran en otro vehículo.

Papen fue conducido a su domicilio y custodiado por un destacamento de las SS por orden de Göring. Un capitán de policía tenía como misión impedir que Himmler le matara. Papen quedó de esta manera protegido y aislado de cuanto sucedía, sin poder comunicarse con el exterior durante tres días. Según recordaría, un solo hombre se interpuso entre el pelotón de ejecución y yo: ese hombre fue Göring. Años más tarde se encontraría con el agente de la Gestapo que debía asesinarle. Él le confirmó que Göring lo impidió.

Göring protegió a Papen por su relación con Hindenburg y por no perder sus vínculos con los sectores moderados, pero, junto a Himmler y Heydrich, se dedicó con saña a eliminar a cualquier obstáculo, fuera del pasado, del presente o del futuro. Uno de los posibles futuribles era, sin duda, Strasser. Ocho agentes le arrestaron en su domicilio. Tschirschky se cruzaría con él en la sede de la GESTAPO,

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