Publicado: Mié Ago 06, 2008 6:39 pm
por Bitxo
El Día del Trabajador se celebró con gran fasto, dentro de la estrategia habitual de convencer y demostrar que convencía, especialmente si se dirigía a un obrero cuya comunión con el nuevo régimen no iba más allá de la posibilidad de encontrar un trabajo, y no de lograr un improbable aumento o la recepción de mensajes acerca de un movimiento nacional en el cual debía implicarse. Pero, en Turingia, las SA no participaron del festejo. Sauckel, el Gauleiter del land había arrestado a un SA borracho que armaba escándalo en las calles de Jena. Ante la negativa de liberarle, Röhm quiso que un tribunal de honor de las SA juzgara a Sauckel, pues este también era un camisa parda. Pero este ni tan siquiera se molestó en presentarse.

Un detalle mucho mayor de cuanto se avecinaba se dio también ese día. En los cuarteles de toda Alemania, los soldados y oficiales de la Reichswehr estrenaban en sus gorras y uniformes los símbolos del Tercer Reich y el partido: la cruz gamada y el águila.

Las críticas al régimen causaron tal preocupación que Goebbels se decidió a pronunciar un discurso al respecto en el Sportpalast de Berlín el día 4 de mayo: Los delegados de propaganda del partido han decidido desencadenar una campaña enérgica contra los profesionales de la crítica y los propagadores de falsas noticias, contra los provocadores y los saboteadores. Al parecer no han perdido aún toda esperanza de destruir la obra del nacionalsocialismo. (...) Desde los primeros días del presente mes hasta el 30 de junio se celebrarán reuniones, demostraciones y manifestaciones en este sentido. Servirán para poner al pueblo alemán en guardia contra esa denigración, verdadera plaga del país. Es preciso que semejante plaga desaparezca para siempre. Emplearemos métodos ya experimentados para hacerla desaparecer.

Ese mismo día Otto Betz se instalaba en unas habitaciones que Heydrich había dispuesto para él, muy cerca de la sede de la GESTAPO. A la mañana siguiente se presentó en la Vicecancillería para que Jung le reconociese y le introdujera ingenuamente en el círculo de Papen. Para ganarse su confianza, les advirtió de que las comunicaciones telefónicas estaba siendo intervenidas por las SA.
Betz no tardaría mucho en redactar informes para Heydrich que llegaban a manos de Hitler. Según estos informes, algunos sectores conservadores mantenían contactos con el Príncipe Wilhelm de Prusia, diputado por el NSDAP y Teniente General SA, a quien veían como candidato para la sucesión de Hindenburg. En otro informe se aseguraba que el día 11 de mayo Papen había redactado o, al menos, influenciado en la redacción del testamento político del Presidente, en el cual se transmitía su deseo de restaurar la monarquía.
También se recogían listas de miembros del hipotético futuro gobierno, listas que se pasaban de mano en mano en cualquier café berlinés. El historiador británico Wheeler-Bennett, que entonces residía en la capital alemana, recordaría cómo en un café uno de los contertulios sacó de pronto una de aquellas listas y la leyó en voz alta pese a que todo el mundo sabía que los camareros estaban comprados por la GESTAPO. Según estas listas, Schleicher sustituiría a Papen con el apoyo de Röhm, siendo Vicecanciller el primero y Ministro de Defensa el segundo. Gregor Strasser sería Ministro de Economía, Heinrich Brüning de Exteriores. Hitler seguiría como Canciller, pero las SA absorverían al Ejército.
Todos estos informes, incluyendo las listas, llegaban en su mayoría manipulados a Hitler.

Los oficiales superiores de la Reichswehr se reunieron en Bad Nauheim el día 16 de mayo. La cuestión principal era, precisamente, la sucesión de Hindenburg. En el ambiente flotaron nombres como los del Príncipe o el de Ritter von Epp. Blomberg y Reichneau se inclinaron por Hitler. Reichneau alegó que Hitler había prometido librarles de las SA a cambio de la presidencia, extremo que confirmó Blomberg mencionando el Pacto del Deutschland. La discusión cesó. Si Hitler les libraba de las SA, el Ejército le apoyaría en la sucesión.
El día 25 Fritsch ordenó publicar una nueva versión del breviario del Ejército Los deberes del soldado, una especie de código del honor que debían jurar los reclutas. En esta nueva versión, en lugar de la obligación del Ejército de servir al Estado, se decía que el servicio militar es un servicio de honor al pueblo alemán, más acorde con el ideario del nacionalsocialismo.

Tanto Schleicher como Brüning fueron advertidos por sus amistades de que corrían un grave peligro. La información procedía del círculo de Göring, sospechándose incluso que este había facilitado la filtración, y decía que ambos estaban incluídos en listas donde aparecían los candidatos a una depuración que no debía tardar en producirse. Brüning escapó de Alemania disfrazado, pero Schleicher se limitó a tomarse unas vacaciones en su finca al lado del Starnberg para alejarse de Berlín.
Si Schleicher consideraba que con apartarse de la capital podía protegerse tras su rango y su condición de ex Canciller, Heydrich se mostraba infatigable en su tarea de reunir, manipular y hasta inventar informes con los que demostrar que existía una conspiración contra Hitler. Otro de estos informes mostraba que, según una fuente de confianza infiltrada en las SA, el Teniente General SS Krüger, enlace entre las SA y la Reichswehr, estas pretendían conseguir armas en el extranjero, en especial ametralladoras, y que ya disponían de depósitos de armas en Berlín, Münich y en Silesia. Estas armas procedían de Lieja y se camuflaban como mercancía destinada a Arabia, siendo pagadas con dinero destinado a la Abwehr.

El 3 de junio se reunieron en Fulda los obispos del Reich. Participaron en ella el Arzobispo de Münich, Michael Faulhaber, y el Obispo de Berlín, Nikolaus Bares, muy conocidos por sus críticas al régimen. Los obispos redactaron una dura pastoral cuya primera frase advertía ¡Guardaos de los falsos profetas! para luego denunciar a los ateos que con la mano en alto sostenían de manera consciente una lucha contra la fe cristiana.
Bares se reunía con el Director General de Obras Públicas, Erich Klausener, un antiguo jefe de la policía prusiana despedido por Göring durante la coordinación, que también dirigía Acción Católica de Alemania, el pobre remedo a las diferentes organizaciones católicas desahuciadas por la doble presión ejercida desde el régimen y el Vaticano para despolitizar a la Iglesia. Klausener era amigo de Papen, quien también atacaba al nacionalsocialismo, por lo que Himmler analizaría junto a Göring la posible implicación de quintacolumnistas católicos en la conspiración para apartarles del poder.

El 4 de junio, Hitler fue avisado de que Hindenburg marchaba a Neudeck. El anciano Mariscal realizaba su último viaje para morir en la tierra que le vio nacer. El detalle de que Papen le acompañaría para quedarse allí unos días le alarmó sobremanera. De inmediato mandó llamar a Röhm, lo que resultó una desagradable sorpresa para quienes temían un cambio de rumbo. La reunión duró cinco horas y no hubo testigos.
Röhm, tras la reunión, se limitaría a bromear acerca del permiso de las SA, diciendo que aprovecharía las vacaciones para tratar su reumatismo en el balneario de Bad Wiesse. También tranquilizó a sus jefes SA asegurándoles que Hitler se reuniría allí con ellos para aclarar todos los malentendidos. Tres días más tarde, redactó un comunicado que no haría público hasta el día 10, pero que acabaría mucho antes en manos de Heydrich, el cual sacaría partido de la habitual torpeza de Röhm a la hora de utilizar un tono amenazante: Espero que el día 1 de agosto las SA, tras su descanso y llenas de un renovado vigor, estarán dispuestas a llevar a cabo las gloriosas misiones que adeudan al pueblo y a la patria. Si los enemigos de las SA esperan no volver a verlas volver, o sólo en parte, que disfruten de sus ilusiones durante algún tiempo. Llegado el día y en la manera que sea necesaria, recibirán adecuada respuesta. Las SA son y seguirán siendo el destino de Alemania.

Esa noche del 7 de junio se reunieron Göring, Himmler y Heydrich para analizar el comunicado y advertir de este a Hitler y a Blomberg. Los tres tratarían de convencer a Hitler de que debía actuar contra las SA, recordándole la compra de armas y aportándole más pruebas. En Berlín un agente de paisano tiró por descuido una caja donde aparecieron ametralladoras en piezas destinadas a Ernst. El General Beck, jefe militar de Stettin, descubrió también por casualidad un envío de fusiles y ametralladoras belgas. También le recordaron los escándalos que organizaban, los contactos de Schleicher y Bredow con Francia. Todo apuntaba a una conspiración en la que también participaban Strasser e incluso Alvensleben y Papen. Los jefes SA de las diferentes regiones también participarían: Ernst desde Berlín, Heines desde Silesia, Hayn desde Sajonia y Heydebreck desde Pomerania, iniciarían el golpe. Los informes preparados por Heydrich incluso detallaban que el Coronel SA Uhl, jefe de la guardia personal de Röhm, era el encargado de eliminarle.
Pero Hitler no dijo nada ni tomó ninguna decisión. Blomberg, Reichneau y Fritsch se reunieron para tratar la posibilidad de que Hitler no respetase el Pacto del Deutschland. Reichneau también se reuniría con Himmler y Lutze.

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