Publicado: Dom May 25, 2008 4:54 pm
por Kurt_Steiner
La Luftwaffe ya no podía proteger a los buques de Brest de los bombardeos de la RAF, y Hitler decidió que la manera más rápida y expeditiva de replegarse era dirigiéndose al norte a través del Canal de la Mancha, bajo las narices de los británicos. Cuando Raeder y sus almirantes protestaron, Hitler respondió fríamente que si los grandes buques no iban a ser de utilidad, entonces debían ser desguazados y sus cañones y blindaje enviados a reforzar las defensas costeras noruegas.

La planificación empezó en el acto....y, sorprendentemente, cuanto más ponderaban Raeder y su estado mayor la idea de Hitler, más factible parecía. Para evitar contratiempos, el plan se vio rodeado de la reserva más absoluta. Hasta el último minuto, sólo estuvo al tanto un puñado de oficiales. Se inventaron seis nombres clave para ocultar el verdadero, operación cerbero. Los barcos de Brest fueron puestos bajo el mando del vicealmirante Otto Ciliax, uno de los comandantes de acorazados mejor preparados dela Kriegsmarine. La Luftwaffe fue incorporada al plan, y pronto se reunió en bases costeras una fuerza de 250 Messerschmitt y Focke-Wulf 190 bajo las órdenes del general de cazas Adolf Galland. Proporcionarían un paraguas de protección contra la RAF; a bordo de los barcos viajarían controladores aéreos para guiar a los cazas. El general Wolfgang Martín, director de comunicaciones de la Luftwaffe, diseñó un plan para neutralizar los radares costeros británicos en momentos cruciales.

Los planificadores también tuvieron la osada idea de transitar por el Canal de la Mancha a plena luz del día. Por una parte, la audaz jugada tenía todas las posibilidades de coger desprevenidos a los británicos. Por otra, la luz del día sería esencial para la tarea de los cazas y ayudaría a los artilleros de los barcos y a las baterías antiaéreas de la costa a repeler cualquier ataque británico. El Scharnhorst y sus compañeros, navegando la noche anterior a toda máquina, realizarían la primera y larga etapa de la travesía al amparo de la oscuridad. Con suerte, lograrían cruzar los 380 Km de Brest a Cherburgo sin ser detectados, y luego atravesarían los restantes 190 Km hasta el Paso de Calais antes de que los británicos se pudiesen movilizar del todo. Ciertamente, estarían en aguas amigas antes de que los grandes buques de guerra de Scapa Flow tuviesen tiempo de dirigirse al sur para interceptarlos.

La fecha fijada para la escapada fue el 11 de febrero de 1942, durante un período de luna nueva de noches oscuras y mareas favorables que aumentarían la velocidad de las embarcaciones. Aquella tarde, la ciudad de Brest fue acordonada de modo que nadie pudiese entrar o salir del área del puerto mientras los barcos acumulaban vapor...., medida que impidió que un agente británico llegase a su equipo de radio oculto y enviase una advertencia a Londres. A las 9:45 pm, los barcos se hallaban en camino, saliendo del puerto con dirección a la península de Cherburgo a 25 nudos. Como estaba previsto, era una noche oscura, con jirones de bruma aferrándose al mar. Mirando a popa desde el Scharnhorst. El almirante Ciliax podía entrever la silueta del Gneisenau y, detrás la del Prinz Eugen, ambos avanzando en perfecta formación. A los lados navegaban seis destructores grandes, que, más tarde, durante la noche, serían reforzados por más destructores y por lanchas cañoneras, barreminas y otras naves de escolta provenientes de distintos puertos franceses.

El 12 de febrero amaneció frío y gris, con neblina y veloces nubes cargadas de lluvia. La flota de batalla había cubierto 400 Km y, para alivio del almirante Ciliax, parecía haber pasado desapercibida. No se había detectado ningún submarino británico; los aviones de la RAF que normalmente patrullaban el Canal de la Mancha parecían haber pasado por alto la larga hilera de naves. El almirante, encorvado en su sobretodo en el puente de mando del Scharnhorst, bebió una taza de café caliente mientras esperaba a que los cazas de Galland ocupasen sus posiciones; sobre sus cabezas habría constantemente 16 cazas, y durante veinte minutos de cada hora, mientras se producían los relevos, estarían protegidos por 32 aviones. Ciliax temía una trampa, pero había avanzado demasiado para hacer nada al respecto excepto cruzarse de brazos y seguir avanzando.

En realidad, los británicos aún no habían descubierto el convoy alemán. La neutralización de los radares se había llevado a cabo de manera tan ingeniosa que los operadores británicos a lo largo de la costa de Kent las habían tomado por interferencias atmosféricas. Las escasas señales que llegaban no tenían mucha coherencia, y nadie transmitió os informes dispersos a los cuarteles supriores, donde se podría haber detectado una pauta.

La primera advertencia llegó por accidente. A las 10:42 am, un par de Spitfire que perseguían a unos Messerschmitt sobre el Canal de la Mancha, vieron debajo de ellos el asombroso espectáculo de la flota del almirante Ciliax. Unos minutos más tarde, otros dos aviadores británicos, en patrulla de rutina, salieron de las nubles para encontrarse con la mima vista sorprendente. Por fin, a últimas horas de la mañana, el sistema de defensa se puso en movimiento. Las órdenes fueron transmitidas por teléfono a las bases del Mando de Costas de la RAF, a una flotilla de destructores en Dover, a escuadrones de torpederas y a las baterías de artillería costeras. Pero la reacción fue vacilante y lerda; tal como habían previsto Hitler, los ingleses habían sido tomados por sorpresa.

Las primeras en actuar fueron las baterías costeras de Dover, que lanzaron varias andanadas de proyectiles de 23 cm hacia los distantes buques alemanes que, cubiertos por la niebla, navegaban ceñidos a la costa francesa. Los mísiles se quedaron cortos por un Km y medio y, tras 33 ráfagas inútiles las baterías de Dover dejaron de disparar. A mediodía, la flotilla de Ciliax había salvado la extensión más estrecha del canal- entre Dover y Calais- , perdiéndose de vista. El almirante se permitió la débil esperanza de poder escapar sin librar una batalla. Sus barcos habían recorrido 580 km de aguas prohibidas; 320 más y estarían a salvo.

Mientras la flota alemana entraba en el estrecho mar entre Ostende y la esquina suroriental de Inglaterra, dos lanchas cañoneras y un escuadrón de lanchas torpederas salían a toda velocidad del puerto de Dover, botando y ladeándose a 35 nudos en un mar agitado. El Scharnhorst y su escolta de destructores las repelieron con un huracán de fuego de artillería; las lanchas torpederas lograron lanzar un puñado de proyectiles, pero ninguno dio en el blanco.

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