Publicado: Lun Feb 04, 2008 2:46 pm
por Bitxo
El NSDAP no tardaría en sacar las conclusiones adecuadas de su fracaso electoral y realizar un brusco viraje en su estrategia sin arriesgarse a la fractura merced a la cohesión lograda en torno a su líder. Si con el Plan Urbano la propaganda se había dirigido hacia el antisemitismo y el anticapitalismo, mostrando al partido como un modelo de socialismo racial, con las nuevas directrices el racismo quedaría en un segundo plano, vinculado al antirrepublicanismo y el antimarxismo común tanto a la extrema derecha como a la convencional, pues resultaba evidente que no se podía aspirar a robarles el voto con una imagen de partido de una sola cuestión. Reconociendo que los escasos votos obtenidos provenían de la clase media y de las zonas rurales, la nueva propaganda, sin abandonar del todo el Plan Urbano, mantenido en Berlin y en el Ruhr, se enfocó primordialmente hacia la burguesía y al campesinado, tratando de mostrarse como el catalizador de los descontentos de la hiperinflación y de los métodos de estabilización económica, tornándose en un partido casi estrictamente fascista, lo cual le costaría la crítica del sector strasserista, indicando un socialismo de cohesión nacional a través del corporativismo, de la jerarquización de la sociedad aunada por el autoritarismo de su caudillo, capaz de superar a la democracia que ofrecía una debilidad extrema al agotar un gobierno tras otro con cada problema que surgiera en el debate parlamentario. Para ello el NSDAP se organizaría para acudir a aquellas zonas de donde habían aparecido sus votantes sin que estos tuviera que desplazarse a los mítines en las ciudades, peinando meticulosamente todo el territorio alemán. Se creó una oficina específica para el campesinado a cargo de Walter Darré que lo identificaría con el ideal germano. El hecho de que Alfred Hugenberg, el maganate de las comunicaciones, se hiciera con el control del DNVP, ayudó en la medida en que este partido se tornó más industrialista, lo cual supuso una falta de competencia para el NSDAP en el ambiente rural. Si el nuevo planteamiento demostró ser acertado, provocando un auge anterior a la Gran Depresión, los próximos acontecimientos acelerarían el proceso de agonía de la República y darían la oportunidad a sus enemigos.

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Alfred Hugenberg

El último logro de Stresemann en política exterior, el Plan Young, suponía, por vez primera, un límite en el pago de las reparaciones de guerra y unos plazos determinados, además de una reducción de las mismas, si bien estas no dejaba de ser enormes, además de plasmar el reconocimiento de la culpa alemana y la consecuente aceptación de estas indemnizaciones. Hugenberg, que deseaba eliminar a la República para restaurar a la monarquía, se alió a los Stahlhelm para hacer campaña contra el Plan Young, con el apoyo del director general de la Asociación de Acerías, Albert Vögler, y el presidente del Reichsbank, Hjalmar Schacht, que veían en el plan la hipoteca de Alemania con los EUA. La falta de apoyo popular del DNVP hizo que Hugenberg buscara el apoyo de Hitler, el cual sabría ver de inmediato una oportunidad única para relanzar a su partido. El plebiscito para la repulsa del plan fue un fracaso notorio, logrando tan sólo el 14% de apoyo popular, pero el NSDAP había aprovechado los ingentes recursos de la derecha para lograr una visibilidad impagable en la prensa nacional, así como un acercamiento a los dirigentes de la economía alemana. A partir de entonces, los grandes empresarios apoyarían con más decisión al nacionalsocialismo. Aparte de Thyssen y Kirdoff, las aportaciones económicas vinieron de otros como Herman Reusch, Schitzler de la IG Farben, Fink de Seguros Allianz, el banquero Schröder y hasta el ex canciller Cuno, empresario naviero y presidente de la HAPAG. Por otra parte, se afiliarían al NSDAP el príncipe heredero Augusto Guillermo y el hijo de Gustav Krupp, Alfried.

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El Plan Young

La extraordinaria publicidad otorgada por el plebiscito al Plan Young y el apoyo de los industriales trajo beneficios inmediatos, logrando el NSDAP mayoría gubernamental en Baden y en Turingia. Pero la relación con los dirigentes económicos no sería bien vista por la Kampverlag, la facción liderada por Otto Strasser, quien deseaba apoyar a los obreros en huelga de Turingia. Tras asegurarse que la ruptura entre los hermanos Strasser era completa, Hitler nombró a Goebbels jefe de propaganda para neutralizar a Otto. Durante un tiempo dudó en su expulsión, pensando que aún podía sacar algún provecho de la tesis obrerista, y, finalmente, tras una entrevista donde fue imposible el acuerdo, Otto fue expulsado arrastrando con él una escisión que, en lugar de debilitar al partido, lo libró del lastre de sus radicales que podían desbaratar el acercamiento de Hitler a los industriales.
El NSDAP era ahora un partido capaz de romper el bloqueo al que le habían sometido los conservadores, garantizando la imposibilidad para la izquierda de formar gobierno en diversas regiones, pero le faltaban propuestas concretas para llegar al pueblo. Para subsanar esta carencia, Gregor Strasser creó una nueva secretaría de organización a cargo de Konstantin Hierl que se encargaría de asesorar a los cargos electos y de ofrecer una imagen pública de un partido capaz de gobernar. Las SA ejercieron la violencia en la calle como medio propagandístico en los términos de Pfeffer que aseguraba si grandes grupos de personas arriesgan el cuerpo, el alma y la vida por una causa, sencillamente debe ser grandiosa y verdadera, por lo que Hitler aprovecharía una vez más la animosidad de su brazo paramilitar que aspiraba a sustituir al ejército una vez se alcanzara el poder.
Una vez aprobado el Plan Young, la Gran Coalición que había dado la cancillería a Müller perdió la cohesión política que la había formado, agravándose la situación con la pérdida de Stresemann y los primeros síntomas de la Gran Depresión. La negativa del SPD a recortar las prestaciones por desempleo provocó la ruptura con el DVP y Müller fue obligado a dimitir. Las subsecuentes elecciones cogían al NSDAP en su mejor momento, siendo el único partido sin fisuras y con un crecimiento constante. La propaganda, a cargo de Goebbels, se basó en el nacionalismo para aprovechar el tirón del plebiscito del Plan Young y arrojó el exitoso resultado de un 18'3% de los votos, muy por encima del DNVP, e incluso por encima de los partidos de interés que aunaron un 14'4% del apoyo popular. A partir de entonces, cualquier estrategia adoptada por los partidos políticos debía tener en cuenta al NSDAP que casi había duplicado sus escaños, contando ahora con 107. El otro partido triunfador fue el KPD, que pasó de 54 escaños a 77 que, por medio de su órgano de prensa, el Die Rote Fahne, denunció que los nazis eran agentes a sueldo del capitalismo y la última carta de la burguesía.

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Heinrich Brüning

Desde el Reichswehr, la derrota de la Coalición de Weimar fue vista como la oportunidad esperada para lograr que Alemania volviera a convertirse en una potencia, apartando para ello al débil parlamentarismo. Desde que Wilhelm Groener había sido nombrado Ministro de Defensa, el ejército se había liberado del control político del parlamento, pudiendo informar directamente al Presidente en lugar de hacerlo a través del Parlamento. Groener y su secretario, el general Kurt von Schleicher, amigo de Oskar, el hijo de Hindenburg, sugirieron a este que debía implicarse más en la política eligiendo un nuevo canciller. El plan consistía en nombrar a un canciller que pudiera actuar sin la aprobación del parlamento, apoyado en la figura del Presidente y su uso del artículo nº 48 de la constitución que permitía los decretos de emergencia. El hombre propuesto sería Heinrich Brüning, el líder del ZP, héroe de guerra y patriota intachable, así como monárquico.
El SPD apoyó la nominación de Brüning en un intento de salvar a la Coalición de Weimar y para evitar que este acudiera al NSDAP. El temor de los socialdemócratas se confirmaba con la entrevista de Brüning con Hitler para pedirle su neutralidad a la hora de llevar a cabo su política internacional, que consistía en lograr una revisión de Versalles, a lo cual se negó consciente de que su inesperado éxito en las urnas se debía a su intransigencia con el Plan Young. Pero este éxito suponía nuevos retos. El partido se había incrementado con una multitud de afiliaciones que no procedían de activistas radicales y que bien podían decepcionarse si el NSDAP no lograba acceder al gobierno. Para evitar este desgaste de los nuevos militantes, la ingente tarea de Gregor Strasser como organizador se encaminó a tratar de alcanzar todos los espacios sociales tal y como ya se había logrado con el mundo rural. El fracaso fue rotundo, especialmente entre los obreros, y surgió un problema añadido. La propaganda vertida en diferentes sectores podía resultar contradictoria al apoyar a unos en detrimento de otros. El NSDAP precisaba un programa económico que permitiera combinar el factor ideológico y carismático con propuestas concretas para los votantes, además de extender su influencia al grueso de los sectores financieros e industriales que aún confiaban en Brüning y recelaban del carácter revolucionario del nacionalsocialismo. Los esfuerzos de Göring en este sentido se mostraron insuficientes, por lo que se creó un departamento económico con consejeros como Walter Funk, los cuales dieron los recursos teóricos esenciales para una dirección del partido a la cual le había pasado desapercibido el crack de la bolsa de Nueva York.
Otro grave problema para el NSDAP vendría de la mano de las SA, que habían incrementado sus filas gracias al desempleo juvenil provocado por la Gran Depresión. Pfeffer había dimitido debido a sus constantes roces con Hitler y ello provocó un amotinamiento en Berlin cuya solución pasó por la intervención directa de este bajo promesa de ser él mismo su jefe, algo que ya era en teoría y que no pensaba cumplir. Llamó a Röhm que se hallaba en Bolivia como instructor militar, el cual accede tanto por nostalgia hacia la patria como por la oportunidad que ve en un NSDAP más fuerte que nunca. Pero ni tan siquiera Röhm puede impedir el desasosiego que embarga a unas SA escandalizadas por el derroche de sus dirigentes políticos y la falta de financiación de sus filas, expresado todo ello mediante la revuelta de Stennes.

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Kurt von Schleicher

Brüning enfocaría su cancillería desde tres objetivos principales. Por un lado trataría de preparar el camino para una revisión constitucional que permitiera una monarquía constitucional. Por otro, intentaría sacar a Alemania de la crisis económica recuperando la capacidad de exportación, base tradicional del crecimiento económico nacional. Por último, buscaría un logro en política internacional que acabase con la demagogia nacionalista y le otorgase un prestigio interno tal que le permitiese continuar adelante con sus planes.
Para reflotar la economía alemana, Brüning aplicó una política de rigor presupuestario y deflacionaria que provocaría un aumento del desempleo a corto plazo y que debía permitir una producción nacional más competitiva al reducirse el costo de la producción. Si bien una devaluación de la moneda que hubiese abaratado el precio de las exportaciones no era factible por los compromisos con el pago de las reparaciones, Brüning podría haber optado por un incremento en la inversión pública para recortar el déficit al estimular el consumo privado y un aumento paralelo de los impuestos. Pero Brüning no contempló esta salida no ya por su propia concepción de la economía, si no porque deseaba ofrecer a los Aliados una imagen de buena fe transmitida por su política de austeridad. La persecución de sus objetivos con una fijación implacable, apoyado siempre por los decretos de emergencia satisfechos por Hindenburg, provocó un hundimiento aún mayor de la economía alemana en cuanto se combinaron con otros problemas de índole internacional. Sus métodos de gestión draconianos, que incluyeron el recorte a la indemnización a los desempleados jóvenes y a los de larga duración, a las pensiones de los inválidos de guerra, o a los salarios de los funcionarios, lograron la moratoria de un año en el pago de reparaciones de manos del presidente de los EUA Hoover. Sin embargo, no pudo evitar que Francia truncara su aspiración a la unión aduanera con Austria, lo que hubiese facilitado una expansión comercial en el centro de Europa, ni que tampoco en el mismo país, sumergido como estaba en elecciones, surgiera un compromiso político acerca de una revisión de los pagos de las reparaciones. Todo lo contrario, Francia vetaría también una revisión de las cláusulas de desarme alemán. Por otro lado, la quiebra del banco vienés Kreditanstalt arrastró al alemán Danatbank, y de ahí a otros de toda Europa. Brüning intervino inmovilizando los capitales para evitar una retirada general de los fondos, además de aportar dinero del Estado para reflotar la banca, cosa que provocaría la protesta del pueblo al ver este cómo su gobierno abandonaba su política de austeridad si se trataba de salvar los intereses financieros. A su vez, Inglaterra abandonaría el patrón oro y devaluó su moneda para que la catástrofe bancaria no afectara a los suyos, lo que motivó medidas proteccionistas en Francia e Italia que impidieron el esperado crecimiento de las exportaciones alemanas.
La violencia en la calle protagonizada por las SA y la Liga de Combatientes del Frente Rojo supuso que Brüning se implicase en su erradicación. La amenaza de una insurrección comunista, azuzada por un Schleicher que manifestaba abiertamente sus simpatías hacia la parte nacionalista y antibolchevique del nacionalsocialismo, lo detuvo durante un tiempo, sólo hasta que el retroceso del KPD en las elecciones regionales le sirviera de excusa para centrarse en las SA. Puede que Brüning hubiera recogido el mensaje del juicio a los tres oficiales del Reichswehre que participaban en debates nazis sobre las probabilidades de una revolución nacional. El juicio fue aprovechado por Hitler para tranquilizar al ejército y asegurar que sólo trataría de acceder al poder por medios legales, poniendo como prueba la expulsión de Otto Strasser, y prometiendo que, una vez en el poder, los criminales de noviembre serían juzgados y que rodarían cabezas. La revuelta de Stennes sería otro dato a considerar por el canciller, el de unas SA deseosas de entrar en acción, el cual, aunado al hallazgo de documentación comprometedora en un registro a las SA en Hesse, terminó por convencerle de que debía actuar cuanto antes. Haciendo una crítica al discurso de Hitler en el juicio, Brüning alegó que si se proclama que, tras llegar al poder por medios legales, se quebrantarán las limitaciones que establece la ley, eso no es legalidad. Presionado por el SPD y un preocupado Groener, Brüning, a duras penas, pudo convencer a Hindenburg que le firmase un decreto de ilegalización para las SA. Hindenburg lo firmó a regañadientes, contestando que también debían ilegalizarse a los paramilitares de la izquierda.

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La Liga de Combatientes del Frente Rojo

Brüning ya tenía a todo el mundo en su contra, obligado a apoyarse en los socialdemócratas que tanto desprecio causaban a Hindenburg, pero la paciencia de este aún le aguantaría una jugada más. El fin de su presidencia estaba próximo y su renovación automática fue abortada por Hitler que demandaba a cambio la dimisión del canciller y nuevas elecciones. Brüning temía de un nuevo éxito electoral del NSDAP y convenció a Hindenburg para presentarse de nuevo.Hitler, instado por Goebbels, dudaba si debía presentarse al cargo o no. Gregor Strasser trataría de evitarlo para que el ala radical del NSDAP no se hiciera con el poder absoluto en el partido, lo cual podía imposibilitar un pacto con la derecha cuando este parecía vital para acceder al gobierno. Finalmente, Goebbels, con un golpe de mano, proclamó la candidatura de Hitler, probablemente sin que este se hubiese convencido del todo de la idoneidad de enfrentarse al héroe de guerra que representaba Hindenburg. Por su parte, el anciano mariscal tuvo que tragarse la vergüenza al ser entendidas las elecciones a la presidencia como una batalla entre la izquierda y la derecha, siendo esta última representada por Hitler en lugar de por él mismo, que estaría apoyado por los socialdemócratas, ya que Hugenberg presentaría a Duesterbeg, el líder de los Stahlhelms -de los cuales era Hindenburg presidente honorario-, y los comunistas a Thällmann. Hugenberg no querría ceder protagonismo a Hitler apoyando a su candidatura, y no podía participar en la misma que el SPD, del cual ahora dependía Brüning para aliviar la presión que sufría en el parlamento. En la primera vuelta, Hindenburg no logró la mayoría absoluta por muy poco, siendo superado por Hitler en algunas regiones como Prusia Oriental, que acaparó un 30% de los votos, muy por debajo de las expectativas de Goebbels. Duesterberg alcanzó sólo el 7% y Thällmann poco más que el 13%. En la segunda vuelta, Hitler recogió los votos de la derecha, sumando el 37%, y Hindenburg los de la izquierda, un 53%. Hindenburg no estaba contento. Su reelección se había logrado por un apoyo que él detestaba. Por otra parte, Hitler no había ganado, pero había demostrado que era una opción muy posible en el futuro. El NSDAP sólo pudo soportar la carga financiera de otras elecciones gracias al apoyo mayoritario de los 600 industriales convocados por Thyssen.
Si las presiones en torno a Brüning hacían ya su cancillería imposible, a Hindenburg se le acabó la paciencia por un motivo que le llegaba personalmente. El canciller había elaborado un proyecto de ley para retirar la ayuda estatal a los latifundistas prusianos, entre los cuales se encontraba el mariscal, limitando esta ayuda a aquellos que pudieran resultar económicamente viables, entregando la tierra restante a los desempleados. Hindenburg no pudo ver más que una especie de bolchevismo en una media que, además, le afectaba directamente y exigió la dimisión del canciller.
Con la caída de Brüning, se plasmaba la debilidad de la República. Su elección ya respondía al interés en hacer resurgir un modelo autoritario. Sus medidas de austeridad para superar la crisis de la Gran Depresión habían puesto a todos en su contra a excepción de un SPD que vería en él la única opción de mantener el sistema democrático, y cuyo apoyo al canciller le debilitaría en extremo a favor del KPD. La penuria económica aumentó el desafecto popular hacia la República, expresado en el auge de comunistas y nacionalsocialistas. Las intrigas en el seno del Reichswehr por parte de Schleicher, favorable a utilizar al NSDAP y a sus SA para eliminar a la izquierda como paso previo a la instalación del autoritarismo, debilitó la posición de Groener que veía en las tropas de asalto un enemigo mortal para el ejército tanto por su tamaño como por su animosidad revolucionaria. La dimisión de Groener, motivada por su apoyo a la ilegalización de las SA, sustituido por el propio Schleicher, sumada a la pérdida de confianza por parte de Hindenburg, fue el final de la cancillería de Brüning. El siguiente canciller, viejo amigo del presidente y recomendando por Schleicher, había sido repudiado por el ZP por su apoyo a la primera candidatura de Hindenburg, en lugar de a Marx. Franz von Papen alegaría que buscaba una síntesis de todas las fuerzas verdaderamente nacionalistas, vengan del campo que vengan, no como hombre de partido sino como alemán. El embajador francés André François-Poncet comentaría: Nadie quería creerlo. Cuando la noticia se confirmó, todos se echaron a reir o sonrieron. Según el mismo, Papen se caracteriza porque ni sus amigos ni sus enemigos le toman en serio. El fin de la experiencia democrática en Alemania estaba próximo.