Publicado: Mié Dic 26, 2007 10:49 pm
por Bitxo
Tras su apresamiento, Hitler amenazó con implicar a diversos personajes, incluyendo a miembros del ejército, y con ello obtuvo ciertas garantías. El juicio no se celebraría en Leizpig, según la ley de protección de la República, sino en Münich, donde la justicia le resultaría más favorable, amén de disponer de un apoyo popular mucho mayor que se demostraba con el insulto a la policía y con las manifestación a favor del reo. El juicio duró cuatro semanas, tiempo que aprovechó Hitler para aparentar ser la figura principal del golpe siendo consciente del seguimiento que hacía la prensa nacional del caso. La resolución, que absolvió a Ludendorff y aplicó la máxima pena sobre él, lo convirtió en el verdadero líder del alzamiento a ojos de toda Alemania. Pero la máxima condena fue muy leve: cinco años de prisión en la fortaleza de Landsberg y promesa de liberación condicional al cabo de un año. El fiscal, Ludwig Stenglein, tendría en cuenta que el deseo de Hitler de volver a despertar la fe en la causa de Alemania, la fe en un pueblo oprimido y desarmado, es un honor, en cualquer circunstancia en que se haya dado. Hitler fue conducido a Landsberg, donde sus carceleros mostrarían sus simpatías hacia él procurandole un acomodo fuera de lo normal, en una amplia celda soleada donde podía guardar cuantos libros y periódicos deseara, recibir más visitas de lo normal y hasta lo eximieron de tener que realizar cualquier labor, hasta el punto que su celda la limpiaba otro recluso. Los carceleros le trataron tan bien que Hitler incluso engordó durante el confinamiento, pudiendo disfrutar de la abundante comida con los otros presos nazis. De entre las visitas que recibió quizás la más notable fue la del profesor de geopolítica Karl Haushofer, amigo del padre de Rudolf Hess. El profesor Haushofer había analizado las causas de la derrota de la Alemania imperial y había elaborado una teoría geoestratégica en la cual Alemania debía renunciar a las colonias que no podía defender ante la marina británica, y buscar un imperio continental expandiéndose hacia todas las regiones con etnias germanas y hacia Rusia. Las ideas de Haushofer aparecerían reflejadas en el libro que escribió Hitler en su celda, Cuatro años y medio de lucha contra las mentiras, la estupidez y la cobardía, título cuyo editor simplificaría como Mi lucha.

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Karl Haushofer.

Antes de ser detenido, Hitler había dejado una nota a la esposa de Ernst Hanfstaengl: Querido Rosenberg: dirija, a partir de ahora, el movimiento. El citado recibiría con miedo el encargo conociendo su escasa habilidad para poder reorganizar un movimiento directamente afectado por el fracaso del golpe con la prohibición, si bien la tolerancia de las autoridades bávaras permitieron muchas actividades disfrazadas como recreativas. La elección de Rosenberg parece indicar la preocupación de Hitler por mantener su liderazgo mientras estuviera preso, pero también que esperaba una parálisis del movimiento, nada más alejado de la realidad, pues de inmediato se formaron varias agrupaciones políticas destinadas a sustituir al ilegalizado NSDAP y a impedir que se diluyera la esperanza völkisch de sustituir al gobierno republicano. El propio Rosenberg fundaría la Comunidad Popular de la Gran Alemania (GVG), en Münich. En Hesse aparecería el Partido Alemán (DP), en Nüremberg el Partido Obrero Alemán (DAP) y el Bloque Social Popular actuaría a nivel del Reich. Todas estas facciones rivalizarían entre ellas y llevarían a cabo un agrio debate en torno a la necesidad de participar en el proceso parlamentario y la de fusionarse entre sí para tener más probabilidades de éxito, pero la rivalidad entre los diferentes líderes y la falta de una cercanía en las ideas sobre cómo llevar adelante el movimiento terminarían por debilitarlo pese al clima social favorable tras el fracasado golpe, cuando la República aún no se había recuperado de la crisis derivada de la hiperinflación. Las medidas adoptadas para combatirla habían debilitado a la Coalición de Weimar. La caída de Stresemann, propiciada por el SPD, fue seguida del gobierno del democristiano Marx, en lugar de una entrega de la cancillería a von Seeckt que era lo que esperaba el ejército. Las medidas adoptadas por Marx, como la ampliación de la jornada laboral aunada a una reducción de los salarios y de los empleos públicos, sólo pudieron llevarse a cabo mediante el uso del artículo nú48 que otorgaba poderes especiales al canciller de mano del presidente de la República, Ebert, ante la dura oposición de un SPD que encontraba en ellas una pérdida de su mejor baza para ganarse al obrero ante la izquierda más radical. La reducción en un 15% de los valores de los títulos de la deuda pública, declarada ilegal por los tribunales, pondría en contra a la clase media que crearía sus propios partidos de interés que supondrían una sangría de votos de los grandes partidos tradicionales, peligro que advertiría Stresemann al decir que lo más preocupante de la actual situación de Alemania es la tendencia a poner excesivo énfasis en los aspectos puramente económicos y vocacionales de la lucha política. Si triunfa la lógica que se halla tras el Partido de la Economía, el edificio político de la vida nacional alemana se fragmentará hasta extremos de que habrá grupos agrarios aquí, industriales allá, de funcionarios, de empleados, etc. Pero, en medio de todo esto, el cemento espiritual necesario para fundir todos estos elementos en un conjunto orgánico y dinámico se habrá perdido miserablemente.
La crisis inflacionista terminaría con el lanzamiento del Reichsmark, en sustitución del Rentenmark y con la aprobación del denominado Plan Dawes, que establecía un préstamo para Alemania y una revisión de los plazos de entrega de las indemnizaciones de guerra. A cambio, los Aliados colocarían agentes para supervisar al Reichsbank y crearían una sociedad autónoma en los ferrocarriles que quedarían de esta manera semiprivatizados. El Plan Dawes fue duramente criticado en plena campaña electoral alemana para el 6 de mayo, siendo presentado por todas las fuerzas políticas como una injerencia en la soberanía nacional. Los más duros fueron tanto los nacionalistas como los comunistas, pese a que el plan fue logrado gracias al viraje a la izquierda en los gobiernos británico y francés.

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Charles Gates Dawes

Los resultados de las elecciones del 6 de mayo reflejaron el descontento de los alemanes con su República. Una tercera parte del electorado depositó su confianza en los partidos antirrepublicanos. El SPD, pese a la reunificación con el USPD, perdió votantes al pasarse el electorado de su antigua escisión al KPD que resultó beneficiado de la crisis. Pero el gran beneficiado fue el DNVP, seguido de la extrema derecha y los partidos de interés. Los nacionalsocialistas aprovecharon el empuje dado por la publicidad proporcionada por el fallido golpe y el Plan Dawes y su éxito en las elecciones tanto en Baviera como en el Reich alentó las aspiraciones de los líderes defensores del parlamentarismo como Strasser o Drexler, y de la fusión como Rosenberg, este último duramente atacado por los líderes más carismáticos y duros como Esser o Streicher, opuestos tanto a la fusión como al parlamentarismo al temer que ello provocara una pérdida de virtuosismo revolucionario en el movimiento. La debilidad de Rosenberg quedaría manifiesta en el intento de fusión con Graefe, el líder de la escisión de radicales del DNVP, el Partido Völkisch de la Libertad (DVFP), que aireó la maniobra provocando una ofuscada negación en público de Rosenberg que, ante la presión a la que le mantenían tanto Esser como Streicher, limitó la propuesta a un acuerdo de actuación conjunta entre ambos partidos, siendo esta liderada por el de mayores medios en cada zona, lo que sin duda subrayaba el carácter local del GVG.

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Gregor Strasser

La Coalición de Weimar se resintió notablemente y el SPD no quiso formar gobierno al sentir que la subordinación a las medidas paliativas contra la crisis económica lo desangraba a favor del KPD que, a su vez, sufría los efectos del fracaso en las acciones combativas durante 1923. La defensa de Stresemann del Plan Dawes había agotado al DVP en aras del DNVP y tan sólo el ZP parecía mantenerse. La única opción era formar un gobierno de centro-derecha visto por el SPD como remedio para evitar entregar la cancillería al DNVP y anular sus propuestas revisionistas de la constitución y de la política exterior, y con la esperanza de poder completar las medidas para acabar con la crisis, la ocupación del Ruhr, evitar la desmembración de Renania, lo cual pasaba todo por la aceptación del Plan Dawes para debilitar a Francia al favorecer la implicación de los EUA. Pero la inestabilidad parlamentaria propició la celebración de nuevas elecciones para el 7 de diciembre.
Mientras tanto, en su celda de Landsberg, Hitler era constantemente requerido para mediar en las querellas intestinas del nacionalsocialismo. Si en un principio había rechazado el parlamentarismo, bien porque su carencia de ciudadanía no le permitía presentarse como candidato, bien porque intuía que su carisma podía resentirse, tras el llamamiento de Rosenberg a revitalizarlo y el éxito en las elecciones del 6 de mayo, optó por una actitud espectativa amparada en su falta de libertad e información, si bien esta última no le faltaba en absoluto. Optó, en definitiva, por esperar la evolución de los acontecimientos, por ver si alguien era capaz de arrebatarle su liderazgo sin arriesgarse a tomar partido para que nadie pudiera atribuirle ningún fracaso una vez saliera de su celda. Con su indecisión puso en peligro su posición de líder que tanto apreciaba, pues Ludendorff, Graefe y Strasser formaron el Partido Nacionalsocialista de la Libertad (NFSP) que defendía tanto la participación en el proceso electoral como la fusión, frente al cual la oposición radical se mostraría débil tanto por la falta de apoyo de Hitler como por la división que suponía Rosenberg quien aprobaba la parlamentarización pero no la fusión. Poco después, la Asamblea völkisch de Weimar creaba el Movimiento Nacionalsocialista de la Libertad (NSFB) para aunar a todo el movimiento fueran fuerzas políticas o paramilitares, resultando un éxito para líderes moderados como Strasser y para el liderazgo práctico de Ludendorff frente al carismático de un Hitler preso. Gracias al NSFB, Ludendorff se aliaba a Röhm quien, desde que había salido de la cárcel, trataba de reagrupar a las diferentes facciones paramilitares. De esta manera, Röhm veía beneficiada su visión distinta a la de Hitler de no supeditar el brazo militar al político, logrando una mayor autonomía. Sin embargo, el NSFB no podría prosperar sin lograr un éxito en las elecciones del 7 de diciembre, progreso que se mostraría ilusorio ante la mayor estabilidad de la República y la división en el seno del movimiento.

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Ernst Röhm

En efecto, los resultados del 7 de diciembre fueron un fiasco para la extrema derecha, que perdió muchos votos desviados al DNVP y al Partido de la Economía. El SPD logró recuperar votos desde el KPD, pero el DVP mantuvo su estado de agonía. El estado de la Coalición de Weimar se mantenía herido al obligar al SPD a estar tan pendiente del KPD como al DVP del DNVP, lo cual motivaría un enfrentamiento entre ambos ante la necesidad del uso instrumental del voto obrero por parte del SPD. Hitler, desde su celda, celebraría el fracaso de su movimiento al entender que el liderazgo de Ludendorff se tambalearía a partir de entonces. Poco depués recobraría su libertad y visitaría al jefe del gobierno bávaro, Heinrich Held, para asegurar su benevolencia y evitar la posibilidad de la expulsión o de un nuevo encarcelamiento. Para convencer a Held, Hitler contaría con la ayuda del ministro de Justicia bávaro, Franz Gürtner. Held afirmaría que la bestia salvaje está controlada en clara oposición a un informe de su policía que aseguraba que debido a su energía, Hitler volverá a convertirse en el motor de nuevos y serios disturbios y en un peligro para la seguridad del Estado. El informe policial no tardaría en demostrar su fiabilidad. Tras lograr el levantamiento de la prohibición sobre el NSDAP y sobre su órgano de prensa, y tras publicar varios artículos donde manifestaba su negativa a refundar el partido sobre las disputas que lo habían debilitado, pronunció su primer discurso tras el confinamiento en la Bürgerbräukeller, donde anunció un nuevo comienzo basado en el respeto a todas las facciones, sin pedir cuentas a nadie más allá de su voluntad de trabajo cara al futuro pero, sin embargo, exigiendo la sumisión del partido a su persona. Sus furibundas diatribas no sólo lograron reunir a su alrededor a los principales líderes nacionalsocialistas, especialmente a los más radicales, sino que provocó la ruptura deseada con Ludendorff y propiciaron que las tentativas de Strasser o Drexler a mantener una alternativa al espíritu vigoroso del Führer se estrellaran contra el vacío; sino que también lograron alarmar a Held, que volvió a prohibirle que hablara en público, si bien no actuó en contra del partido ni de su prensa.
El enfrentamiento entre liberales y socialistas provocaría una reiteración del abandono a la clase media y la elección, en enero de 1925, de un canciller de la derecha, Hans Luther, que incluyó a varios ministros del DNVP en su gabinete. Sin embargo, la máxima expresión de la zozobra de la Coalición de Weimar se plasmó tras la muerte de Ebert y la necesidad de elegir un nuevo presidente de la República. En la primera vuelta el candidato liberal, Karl Jarres, obtuvo un 40% de los votos, seguido del socialista Otto Braun con un 30% y del excanciller católico Marx, con un 15%. La candidatura de Ludendorff resultó un absoluto fracaso, al igual que la del comunista Thallmann. Jarres podría haber sido elegido con el apoyo de los católicos, pero estos convencieron a los socialistas de que el único candidato viable era Marx al descartar que Braun pudiera lograr la repetición del SPD en la presidencia y al advertir que Jarres podría resultar conveniente al DNVP. A cambio, los católicos apoyaría la nominación de Braun como jefe del gobierno prusiano. Los socialistas aceptaron pero, la derecha, consciente de que Jarres no alcanzaría la mayoría, decidió arriesgarse a cambiar la candidatura a la persona del mariscal Hindenburg. Paul von Hinderburg obtuvo un 48% de los votos, frente al 45% de Marx. El SPD culpó al KPD de no sumarse a la candidatura de Marx, pero lo cierto es que los comunistas hubiesen mantenido su tradicional postura de no acudir a las urnas si no era para apoyar a un candidato propio. En cualquier caso, muchos liberales y hasta católicos optaron por la figura autoritaria e independiente del mariscal a apoyar la alianza con los socialistas. Con esta jugada maestra de la derecha, la República se hallaba en la paradójica situación de que su máximo representante era un monárquico desafecto a esta, en especial con los socialistas que habían sido decisivos como eje vertebrador de la Coalición de Weimar, su máxima valedora.