Publicado: Vie Dic 11, 2009 12:58 pm
por ParadiseLost
Hola a todos.
Quisiera añadir un apunte más sobre Schmidt, a la hora de valorar su actuación en la batalla de Stalingrado. Schmidt fue un acérrimo defensor de la resistencia a ultranza, tal como hemos visto, pero cuando le llegó la hora de demostrarlo a él, simplemente se entregó al enemigo, y lo que es peor, ya tenía orden para abandonar el Kessel el día 25 de enero, tal como indica el general von Seydlitz en el texto anterior.
El siguiente testimonio proviene del coronel Günther Ludwig, jefe de Regimiento de Aritllería Acorazada, núm. 4.

"Un profundo silencio se cernía sobre la Plaza Roja, en contraste indescriptible con el estrépito de los días y las noches anteriores. Por la profunda nieve volví una vez más a mi 'posición' en el borde sur de la Plaza. Nuestro centinelas se pegaban aislados a las sombras de las ruinas. Hacía días que no tenían fuego que los calentara, ni alimentos, ni armas pesadas. No podrían resistir, como les pasaba ya desde hacía tiempo, un nuevo ataque.
Mis negociaciones con el bando ruso tenían que parecer justas; con la conciencia tranquila me encaminé al puesto de mando del Ejército decidido a asumir toda la responsabilidad.
Me recibió el general Schmidt en presencia del general Roske.
— Se ha puesto usted en comunicación por radio con los rusos. Sabe que eso está estrictamente prohibido — fue el saludo.
Describí en pocas palabras la situación y las circunstancias que me habían obligado a dar aquel paso. Sin interrumpirse, Schmidt escuchaba con rostro impenetrable mi relato mientras Roske permanecía en pie, aparte. Cuando mencioné que un parlamentario me había hablado desde el teatro, fui interrumpido, de repente y de modo espontáneo, con violentos ademanes y las siguientes palabras:
— ¡A usted van a verlo parlamentarios, a nosotros no viene ninguna!
Sonaba a un grito de socorro. Me quedé sin habla, como si hubiera caído de las nubes.
— Si sólo se trata de eso, mi general, me comprometo a que esta mañana a las ocho aparezca un parlamentario delante de esta casa — fue mi respuesta.
— ¡De acuerdo!
El general Schmidt cambió por ensalmo. De repente, casi alegremente animado, aprobó mi decisión de que cuando clareara el día fuese con mis oficiales y soldados a constituirnos prisioneros y que me cuidase de que a las 8 un alto oficial ruso estuviese ante el "Almacén".
Segundos más tarde, me había quedado solo, meneando la cabeza en el sótano crepuscular del puesto de mando de Paulus. ¡Con qué este era el final de aquella 'lucha hasta el último cartucho' que el señor Schmidt había tenido sin descanso en la boca! Profundamente abatido, pero también con otra visión del futuro, recorrí despacio por la Plaza Roja el camino que me llevaba mis camaradas.
Por la mañana acabó, conforme a lo prometido, la tragedia de Stalingrado."


Así actuó el defensor de la defensa hasta el último cartucho, de igual forma que Paulus y el general Heitz.

Fuente: Stalingrado, de Joachim Wieder

Saludos