Publicado: Mié Dic 06, 2006 4:07 am
por Bitxo
Muchos casos de espionaje de la SGM continúan siendo un misterio, y más de uno continúa, también, levantando ampollas políticas. Con la Operación Zitadelle tenemos uno de estos casos.
Existía un grupo de espías denominado Werther organizado por un comunista húngaro llamado Alexander Rado y un alemán que residía en Suiza llamado Rudolf Rossler. Este era conocido como Lucy o Timbre de Lucy. Rossler era un veterano de la PGM y un antinazi convencido. Parece ser que Rossler había conocido en la PGM a un total de 10 personajes que en tiempo de la SGM ocupaban puestos de responsabilidad en el OKW y la Luftwaffe. Cinco de ellos eran generales y todos compartían la aversión de Rossler por el régimen nazi. Estos 10 personajes cuyos nombres me parece que nunca se ha conocido, enviaban la información a Rossler y este, según versiones, a los británicos o a los rusos. Porque según versiones Rossler era un comunista espía de Stalin, o un alemán antinazi que colaboraba con Churchill. Una vez leí a un historiador ruso que afirmaba que ellos conocían todo de Zitadelle a través de los británicos, y que estos les daban la información con cuentagotas pues les interesaba la enorme distracción del Este para su operación en Sicilia. Y los británicos aseguran que montaron la operación de Sicilia para relajar la presión sobre el Este. A mi entender, ambos tratan de excusar sus, pese a todo, fracasos. La campaña italiana quedó empantanada, consumió la vida de muchos hombres y no sirvió para ganar influencia en los balcanes, si bien quedó el consuelo de la absorción de fuerzas alemanas y la evidente caída del Duce. La operación defensiva rusa en el saliente de Orel fue también un éxito relativo: si bien los alemanes ya no darían pie con bola a partir de Zitadelle, los rusos, pese a su descomunal aparato defensivo dispuesto en varios anillos, perdieron una cantidad brutal de hombres y máquinas. Cierto es que podían reponer las bajas materiales y humanas, lujo fuera del alcance alemán, pero no es menos cierto que las victorias reales no suponen una carnicería para nadie más que para el enemigo, y menos aún si se está a la defensiva. Y sin duda, Zitadelle fue un fracaso alemán, pues no se lograron los objetivos y fue una sangría de medios humanos y materiales que Alemania no podría sustituir.
Zitadelle fue una prueba de fuego, pero no decidió la guerra en el sentido que esta bien se podría haber decidido de otra manera. Hitler estaba acuciado por sus aliados: Antonescu de Rumanía podía perder su poder tras la masacre en Stalingrado de dos del total de los cuatro ejércitos que disponía ese país; mientras no se capturara Leningrado, Noruega era un apetitoso objetivo aliado y ello podía inclinar a los suecos hacia ese bando; y tras la derrota del Eje en el Norte de África, la posición de Mussolini era cada vez más incierta. Hacía falta una victoria sonada. Hacía falta tomar Leningrado, y para ello hacía falta "tranquilizar" el resto del frente ruso. Era evidente que los constantes retrasos tanto para equipar las agotadas divisiones como para tratar de averiguar el siguiente paso de los angloamericanos resultaban contraproducentes. Pero eran necesarios al fin y al cabo. Las conversaciones de paz entre Molotov y Ribbentrop antes de la descomunal batalla -las últimas, por cierto-, daban muestra de la todavía inseguridad de los rusos en el apartado bélico y ello alentaba a los alemanes a tener esperanza de recuperarse. Por ello Kursk, pese a todo... Una sangría y, por tanto, un fracaso para todos, aunque sólo uno no podía permitírselo.

(Fuentes: El Tercer Reich, Time Life; Historia de la Segunda Guerra Mundial, Liddell Hart; Kursk, Geoffrey Jukes)