Publicado: Mié Abr 16, 2008 8:49 am
por Bitxo
Voy a copiar, a petición de Simon, el siguiente MP que le envié a consecuencia de una pregunta suya por este medio. Lo cierto es que parte del debate se ha llevado por privado:

Hola Simon,
En este tipo de cosas siempre es difícil establecer el límite de lo conveniente, por no decir lo ético. Está claro, hasta ahí llego, que una revolución supone un estado caótico donde ninguna facción puede controlar siquiera a los suyos. Bastante cansado estoy de tratar de establecer criterios adecuados acerca de crímenes cometidos tanto por una facción u otra en el caso de la República española, por ejemplo, siempre usados como piedra arrojadiza, sin ninguna intención de gozar de lo que yo llamo una visión de conjunto. En la URSS hubo, a saber, cuatro revoluciones:
La primera, en 1905, fueron tres en realidad, revuelta campesina, obrera, y burguesa. Como no hubo comunicación no hubo coordinación -no hubo, de hecho, intereses y motivaciones comunes-, fue fácilmente aplastada con alguna concesión zarista.
La segunda, en febrero de 1917, fue muy similar, acentuada por la desmoralización ante la guerra. Pero, esta vez, no es que hubiera una coordinación, si no que el carácter mixto de la revolución se manifestó más aún al declararse dos poderes paralelos, la Duma o Gobierno Provisional, y el Soviet de Petrogrado, el cual ya se había instalado en la primera. La revolución atrajo a un sinfín de revolucionarios exiliados -como Lenin- que no participaron en ella, si no que se encontraron, gracias a esta, un Soviet instaurado por los militantes socialdemócratas o socialrevolucionarios, fueran bolcheviques o mencheviques. La Duma estaba representada por los partidos constitucionalistas, los que buscaban poner una democracia estilo europeo, bien plena, o bien un presidente con un parlamento de poderes restringidos. En un principio, la cooperación entre la Duma y el Soviet era propiciada por el seguimiento del segundo a la directriz de Marx acerca de la revolución burguesa previa y necesaria a la socialista. Sería precisamente Lenin el que impulsaría, con la reticencia de todos, a una tercera revolución, la de Octubre.
La revolución de febrero trajo consigo una inercia en el pueblo, harto del centralismo de la Duma, el cual identificaban con una autocracia heredera de los zares, cosa que Lenin supo percibir.
La tercera revolución, la de Octubre, como ya expliqué en el hilo, fueron varias en realidad. Los campesinos pobres ocupaban las tierras de los ricos, los obreros se hacían cargo de las fábricas, los soldados se amotinaban, las repúblicas con deseos independistas formaban gobiernos autónomos... Vista la situación, Lenin se tiró hacia adelante, todavía sin el total apoyo de los suyos siquiera. Cabe recordar dos cosas llegados a este punto: que el partido socialdemócrata de Lenin era minoritario dentro de las facciones de los soviets, y que ni Lenin ni nadie podía detener la inercia revolucionaria de las masas, prueba por otro lado de que no fue Lenin, ni otro, su líder, como para luego pretender una dictadura de partido legitimizada por la voluntad popular. En un principio la Duma pudo controlar la situación lo suficiente como para forzar a Lenin al exilio en Finlandia, pero cuando Kornilov realizó su intentona de golpe de estado, Kerenski, al reprimirlo, perdió el apoyo del ejército y de la facción derechista, lo cual facilitó sobremanera el golpe de estado de Lenin. Sin apoyo del pueblo ni del ejército, Kerenski no podía hacer nada.
La cuarta revolución no fue sólo una tampoco. Pero sí su espíritu: hartos de la dictadura de partido y sus negligencias que malograron la ya de por sí apuradísima economía rusa, encontramos los levantamientos en Kronstadt y Tambor y no recuerdo ahora qué más. La de Kronstadt fue un amotinamiento proletario y militar, sin mayor ánimo que el de hacer entrar en razón a Lenin en cuanto a libertades de expresión y de elección de representates. La de Tambor fue una nueva revuelta campesina. Ambas fueron funestamente reprimidas en una clara demostración de que el nuevo régimen no deseaba escuchar a su pueblo, la primera en la que se constataba que el pueblo no era más que una herramienta en sus manos.
Este es mi punto de vista. Lenin y los suyos se apropiaron de una revolución. Al margen de credos marxistas, anularon todo viso democrático, fuera este de estilo occidental o fuera de estilo socialista, e implantaron una dictadura cuya ferocidad irían a la par de los grandes problemas soviéticos. Stalin fue tan sólo una continuación de Lenin. Trotski, Kamenev o Zinoniev lo hubiesen sido si de haber tenido la ocasión.
Por tanto hay que distinguir entre crímenes producto de un alzamiento caótico e ingobernable, y crímenes de Estado, perpretados por una dictadura represora de su pueblo.
El comunismo de hoy, como el fascismo, adolece del grave error de querer mantener a sus héroes del pasado. Mientras no sean capaces de adaptarse a los nuevos tiempos, de desembarazarse de los errores del pasado, que no tiene por qué se atribuibles a la doctrina, si no a sus líderes del momento, no serán capaces, o muy difícil lo tendrán, de despertar el menor entusiasmo a nivel de masas, al menos en países donde estas están más o menos informadas. Renovarse o morir, es la ley. Eso o esperar a que algo, lo que sea, desestabilice este mundo de hoy sobremanera...