Publicado: Mar Dic 05, 2006 10:15 am
por ULRICH
Qué le ocurrió a Inge en la consulta de un médico judío.

Inge está enferma. Desde hace un dos días tiene fiebre y dolores de cabeza pero, con todo, se resiste a ir al médico.

-Bah, por una tontería así no merece irse al médico decía insistentemente a su madre cuando ésta se lo aconsejaba. Pero un día su madre se indignó tanto que no tuvo más remedio que obedecer:

Ahora mismo te vas a ver al doctor Bernstein y le dices que te examine bien le ordenó la madre.

-¿Por qué precisamente al doctor Bernstein? ¿No sabes que es judío?
Una chica alemana no va a casa de un judío anadió la muchacha.

La madre se echó a reir.
-No he dicho ninguna inconveniencia -repuso la madre.
Los médicos judíos son como los demás. Me parece que en vuestra BDM (Liga de muchachas alemanas) parloteáis demasiado. Qué podéis saber vosotras de todo esto...Inge protesto:

-Madre, tu puedes decir lo que quieras, pero no ofendas a la BDM. Y no olvides una cosa: nosotras, las chicas de la BDM, sabemos más de los judíos que muchos padres. Nuestra guía nos lee todas las semanas un informe sobre esta cuestión. Uno de los últimos días nos ha dicho claramente que ningun alemán debe visitar a un médico judío. Y una muchacha alemana todavía menos. Por una razón, porque los judíos sólo buscan echar a perder al pueblo alemán. Por eso muchas chicas que buscan la salud en las consultas de los médicos iudíos lo que acaban encontrando es la enfermedad y el oprobio. Sí, madre, eso es lo que nos ha dicho nuestra guía y tiene toda la razón.

La madre se inquieto.

-Vaya, pretendéis ser más listos que los mayores. Lo que te han dicho no es verdad. Mira, Inge, conozco bien al doctor Bernstein y es un médico muy bueno.
-Pero es judío y los judíos son nuestros enemigos mortales.

La madre se enfadó aún más.

- Ya basta, nina. Ahora mismo te vas a casa del doctor Bernstein y santas pascuas, y si no lo haces vas a saber quién soy yo.
La madre acompañó estas palabras con un amenazador ademán de la mano derecha. Inge no quería desobedecer y se marchó. Fué a la consulta del doctor judío Bernstein.
Inge se sentó en la sala de espera del médico. Así tuvo que permanecer largo rato, mientras hojeaba las revistas que había allí, sobre una mesa. Pero estaba tan nerviosa que no pudo leer ni una línea. Pensaba constantemente en lo que había hablado con su madre y en las advertencias de su guía: "Un alemán no puede ir a un médico judío, y una muchacha alemana aún menos. Muchas chicas alemanas que buscaban la salud en la consulta de un médico judío sólo encontraron la enfermedad y el oprobio".
Nada más entrar Inge en la sala de espera tuvo una experiencia desagradable. De la consulta salía como una especie de sollozo y hasta oyó nítidamente la voz de una chica:

-Señor doctor, déjeme tranquila, se lo ruego.

Luego escuchó la risita provocativa de un hombre. Después se hizo un largo silencio. Todo esto lo había oído Inge con la respiración contenida.
-¿Qué estara pasando ahí dentro?-se dijo-. El corazón le latía agitado y sentía las palpitaciones en el cuello. De nuevo le vinieron a la imaginación las advertencias de su guía de la BDM. Inge esperó una hora. Tomó una revista y trato de leer algo. De pronto se abrió la puerta e Inge levantó la cabeza. Ante sí tenía al judío. De la boca de Inge se escapó un grito.Llena de terror dejó caer al suelo la revista que tenía en las manos. Horrorizada, dió un salto. Sus ojos se clavaron en la cara del médico judío. Aquel rostro parecía el del demonio. En el centro de ese rostro diabólico destacaba una nariz enorme y retorcida. Tras los cristales de las gafas, brillaban terribles dos ojos de criminal. Sus gruesos labios esbozaban una especie de mueca. Una mueca con la que parecía decir: "Al fín te tengo, muchachita alemana". El judío se aproximó a ella. Sus dedos carnosos se aferraron a un brazo de la muchacha, pero ésta se hallaba pronta a reaccionar. Apenas el judío le había echado la zarpa encima, cuando ella le propinó una bofetada en su cara grasienta. Luego dio un salto hacia la puerta y corrió escaleras abajo, casi sin aliento. A los pocos minutos entraba llorando en su casa. Su madre quedó aterrada al ver el aspecto de su hija.

-Por amor de Dios, Inge,¿ qué ha ocurrido? -le pre¬guntó.

Tuvo que transcurrir un buen rato hasta que la muchacha pudo articular palabra. Inge contó entonces a su madre lo que había oído y observado en la consulta del médico judío.
Cuando termino, la madre inclinó la cabeza avergonzada:

-Inge, no tenía que haberte enviado a un médico judío. Cuando ya te habías ido estuve reflexionando y me sentí intranquila. Te habría hecho regresar a casa. Tuve el presentimiento de que acaso ruvieras razón.

La madre rompió en sollozos, pero ocultó su cara para que su hija no viese que lloraba.
Inge se había serenado, y de nuevo volvió a ser la chica risuena de siempre.

-Madre, siempre has sido muy buena conmigo, y te lo agradezco. Pero ahora te pediría algo: no digas nada más contra la BDM...

La madre se lo prometió:

-Sé lo que quieres decirme, hija mía. Te lo prometo. Reconozco que los mayores tenemos mucho que aprender de vosotros, los chicos.

Inge asintió.

-Tienes razón, madre. Nosotras, las chicas de la BDM, sabemos lo que queremos, aunque vosotros no acabéis de entendernos. Madre, tú me has ensenado muchos refranes y ahora quiero enseñarte yo uno.

Lentamente, subrayando las palabras, Inge le recitó a su madre:

-"El demonio ha enviado a nuestro país a los médicos judíos para que, como diablos que son, violen a la mujer alemana y su honor. El pueblo alemán desaparecerá si no encuentra el medio de dar a la salud un sentido alemán, encomendandosela a médicos alemanes. "
Imagen
Tras los cristales de sus gafas brillaban dos ojos de asesino y sus carnosos labios esbozaban una mueca.

UN SALUDO.