Publicado: Mar Dic 06, 2011 3:40 am
por ParadiseLost
Hola a todos.
Para completar la información de las otavillas de La Rosa Blanca, os dejo las declaraciones de algunos de los testimonios directamente implicados en el proceso a los miembros del grupo de la resistencia de Munich.
Este primero pertenece al abogado Dr. Siegfrief Deisinger, defensor de Alexander Schmorell.
Me ha parecido muy interesante su lectura, sobre todo por la aparición de los tres oficiales de las SS durante la ejecución de Alexander Schmorell. Todos estos testimonios aparecen en un librito titulado Die Weiße Rose, de Inge Scholl, hermana de Sophie Scholl.

Imagen
Fuente: http://antinaziresistanceorganizations. ... chive.html
Alexander Schmorell, izquierda, junto a Hans Scholl, derecha, con el uniforme del Heer.


Abogado Dr. Siegfried Deisinger, Munich
Defensor de Alexander Schmorell


Cuando visité a Alexander Schmorell, el día de su muerte, el 13 de julio de 1943 por la tarde, para acompañarle en sus últimos momentos, encontré en la celda a un hombre, que justo antes había recibido el último consuelo de su religión y que había arrojado todo lo terrenal lejos de sí. Inolvidables para mí fueron sus palabras, que casi alegremente me dijo: “Estará sorprendido, al encontrarme tan tranquilo en esta hora. Pero puedo decirle que si usted me trajera la noticia de que otro, por ejemplo el guardia que me ha vigilado debiera morir en vez de yo, sin embargo yo escogería la muerte. Porque estoy convencido de que mi vida, tan pronto como pudiera aparecer, debe finalizar en esta hora, ya que con mis actos he cumplido los deberes de mi vida. No sabría, que tendría aun que hacer en este mundo, también si ahora fuera liberado.”
...
Y entonces llegó el momento, en el que yo, como defensor, tuve que abandonar la celda, ya que la hora suprema se acercaba y los últimos preparativos para la ejecución de la sentencia comenzaban. Fuerte y valiente Alexander Schmorell se despidió de mi. Su último saludo fue para su familia. En sus palabras se notaba el fuerte amor de hermano e hijo del que estaba lleno.
Me dirigí a la sala de la comisión de la prisión, donde la comisión del tribunal solía reunirse antes de la ejecución de la sentencia. La hora de la ejecución se fijó a las 17:00. Aproximadamente un cuarto de hora antes aparecieron ante la sorpresa general tres oficiales de las SS, uno con el rango de Teniente Coronel y otro de Comandante, y presentaron la autorización escrita del fiscal general y de la Gestapo, para poder presenciar la ejecución de la sentencia por su propia solicitud. Esa autorización era una excepción especial, ya que en una ejecución estaba estrictamente prohibida la presencia de terceras personas, incluso de los funcionarios de prisiones. No olvidaré el tema de la conversación que esos oficiales de las SS llevaron con el médico de prisiones, perteneciente a la comisión del tribunal. Conversaron sobre el momento de la muerte en una ejecución con horca y sobre la posibilidad, de hacer que ese momento llegara antes o después. Aparentemente esperaban, que también ese día la ejecución con la horca se efectuase e interiormente se decepcionaron, cuando presenciaron que ese no fue el caso. Típico fue también, que la ejecución de la sentencia se retrasara expresamente algún tiempo, porque el director de prisiones estimaba antes necesario, dar un discurso en la sala de la ejecución junto con el verdugo a los tres oficiales de las SS sobre la antigüedad, cunado se utilizó y el modo de empleo de la máquina de ejecución. Fueron para mí unos minutos horribles. Por un lado el idealismo y la grandeza moral de la vida de una persona joven que en breves momentos moriría por ellos, y por el otro lado, la codicia lasciva de una infrahumanidad a la vista de un homicidio de una víctima indefensa.
Y entonces Alexander Schmorell dio sus últimos pasos. Fuerte y alto resonó su “Sí” en la sorda sala de ejecución, cuando el fiscal en funciones le preguntó, si él era Alexander Schmorell. Rápidamente me lanzó una última mirada a modo de saludo y pocos segundos después Alexander Schmorell dejó de existir.
Profundamente conmovido abandoné la sala. Cuando volví al corredor de la prisión pasé por la celda del profesor Dr. Huber. Era la siguiente víctima que debía ser llevada ante el poder de Hitler. Fue sacado de su celda después de haber gritado alto al clérigo de la prisión un saludo de esperanza por un reencuentro en otro y mejor mundo. El clérigo se dirigió al ventana del corredor, desde la cual se podía ver el pequeño edificio de enfrente, en el que estaba la sala de ejecuciones. Poco después resonó un golpe sordo. También el Profesor Dr. Huber había sacrificado su vida por la libertad. El clérigo de la prisión hizo la señal de la cruz en dirección a la habitación de la ejecución. Entonces intercambiamos callados un apretón de manos y abandoné aquella horrible casa del horror, para comunicar a los padres de Alexander Schmorell la muerte de su hijo.


Fuente:
Inge Scholl: die Weiße Rose, Fischer Verlag
Traducción:
Paradise Lost


Saludos