Publicado: Mar Sep 06, 2011 6:53 am
por Danilo
Retomamos el libro de Cull. La oficina de Sandstede en Buenos Aires poseía un mapa que mostraba los planes con el nuevo trazado de las fronteras en Sudamérica. Era una artimaña para procurar acercar a los principales países latinoamericanos al Nuevo Orden de Hitler. Según el mapa, Argentina recibiría el sur de Bolivia, Paraguay, Uruguay y las Islas Malvinas, también se le otorgaban ampliaciones territoriales a Brasil, Venezuela, Colombia y Perú. Para asegurarse el conocimiento por dichos países de los planes alemanes, Sandstede entregó una abundante cantidad de copias al lobby de la oficina del partido nazi en Buenos Aires. En marzo de 1941, el agregado militar norteamericano en Buenos Aires informó a su gobierno la existencia del mapa, agregando que el gobierno argentino parecía favorablemente impresionado. [Nota de Danilo: no encontré en la bibliografía de Argentina en la SG constancia del conocimiento e interés por el gobierno argentino del trazado de las nuevas fronteras].

En contraste, el mapa anunciado por Roosevelt muestra una redistribución de los territorios muy diferente del mapa de Sandstede. Las fronteras parecían contribuir a irritar a los aliados más potenciales de Hitler en América Latina. Ecuador, Bolivia, Paraguay y Uruguay desaparecerían en sendos planes, pero el mapa de la BSC también daba motivos a los grandes estados para desaprobarlo. Aparentemente, Perú desaparecería dentro de un gran Chile considerablemente acrecentado, que también recibiría zonas del norte boliviano previamente prometidas por Sandstede a Brasil, que a su vez resignaba las guyanas a favor de la Guyana Francesa controlada por Vichy. Argentina se beneficiaba con el mapa de la BSC, pero la sugerencia de unificar Panamá, Colombia y Venezuela en el súper estado Nueva España garantizaba el disenso de los tres estados celosos de su independencia. Había un mundo de diferencias entre las promesas de Sandstede y los “cinco estados vasallos” presentados por Roosevelt en América Latina, aparte de la críptica referencia del mapa a Vereinigten Staaten Süd-Americkas sin comentarios sobre cómo podría articularse esta Unión de Estados Sudamericanos con los acuerdos constitucionales existentes. O la BSC había robado un mapa diferente al de Sandstede o el documento había sido sometido a grandes alteraciones antes de arribar al archivo de la Casa Blanca. [Nota de Danilo: este mapa de la Casa Blanca es el que figura en el mensaje de apertura del tema].

De acuerdo con Ivar Bryce, el mapa surgió no en Latinoamérica sino en su oficina. Durante el verano (boreal) de 1941, en los Estados Unidos comenzó a llamar la atención la amenaza nazi en Sudamérica. Según Bryce el mapa esbozaba el continente reajustado después de la conquista nazi. Bryce dijo haber sido muy convincente, y que le atrajo profundizar su idea hasta someterlo a la autoridad pertinente, a saber Bill Stephenson. Según Bryce, Stephenson decidió filtrar el mapa al gobierno de Estados Unidos y dispuso que el FBI debiera tropezar con el documento en un allanamiento de una casa de seguridad alemana en el sur de Cuba. Stephenson entregó el mapa a los expertos falsificadores de la BSC. En 48 horas los expertos falsificadores habían confeccionado “un auténtico mapa alemán del más alto secreto”. El mapa de Bryce coincidía con detalles importantes del mapa de la Casa Blanca, en especial la división de Chile, pero las diferencias eran igualmente obvias. Parecería que los expertos falsificadores de la BSC combinaron las ideas Bryce y Sandstede en un tercer mapa. La clave del asunto puede estar en las anotaciones. Ni Bryce ni Stephenson –ni el propio Roosevelt- comentaron las rutas aéreas y las anotaciones manuscritas tan importantes en el mapa de la Casa Blanca. Quizás la intención de estas anotaciones era añadir verosimilitud, pero es más probable que indicaran un segundo propósito detrás del documento. En la época de esta presunta falsificación, la BSC también estaba ocupada produciendo documentos para “demostrar” intrigas por parte de la aerolínea italiana LATI y la Lufthansa alemana en Brasil. Las anotaciones sugerirían que el mapa fue originalmente concebido como un componente de esta campaña, y que incluso podía haber sido pasado a Donovan con la esperanza de que hiciera públicas las rutas aéreas.

Cualquiera que fuera el origen exacto del mapa, lo más sorprendente de la historia es la complicidad del presidente de Estados Unidos en la perpetración del fraude. De acuerdo con James R. Murphy, el ayudante ejecutivo de Donovan, quien entregó el mapa a la Casa Blanca, ni el COI ni Roosevelt tenían idea alguna de que el mapa pudiera no ser genuino. Cull cree que esto puede ser cierto, pero que había otras personas en Washington que sabían de la propensión de Stephenson por las falsificaciones y que habían advertido a sus superiores para que tuvieran cuidado de los intentos británicos de traspasar documentos falsos a la administración. A principios de agosto, la BSC había pedido a la embajada estadounidense en Bogotá filtrar documentos falsificados para culpar de los recientes disturbios allí ocurridos a la embajada alemana. Esto junto con una intriga británica contemporánea en la Guayana holandesa preocupó a Adolf Berle, quien, el 5 de septiembre de 1941, advirtió a Cordel Hull que “la inteligencia británica ha estado muy activa haciendo que las cosas parezcan peligrosas” en Sudamérica. Pedía que se estuviese alerta contra esas falsedades. A fines de septiembre, Sumner Welles informó a Berle de un documento provisto por los británicos que daba a entender de ambiciones españolas en las Filipinas. Cull da cuenta de las reservas de los diplomáticos norteamericanos y del propio FBI sobre los documentos proporcionados por los británicos. Por ello en la Casa Blanca había buenas razones para dudar del mapa.

Cull concluye diciendo que el presidente Roosevelt había hecho sus reservas. En el segundo borrador del discurso de la Armada hablaba de “un mapa secreto de indudable autenticidad, hecho en Alemania”. En el tercer borrador, sea por precisión o estilo, él había acortado las palabras a “indudable autenticidad”. En cualquier caso, el documento sumó puntos de propaganda para el bando intervencionista. El mapa ajustó el nervio sensible de la Doctrina Monroe y aceleró los temores de Washington ante las ambiciones alemanas en el Hemisferio Occidental. Roosevelt desplegó el mapa en un momento crucial, debía debatirse en el Senado la revisión del Acta de Neutralidad, y el presidente necesitaba mover toda la palanca para ganar la votación.

El libro de Nicholas John Cull, Selling War. The British Propaganda Campaign Against America “Neutrality” in World War II, New York, Oxford University Press, 1995, puede verse en http://books.google.es/books?hl=es&lr=& ... &q&f=false

En las páginas 80 y ss. están los comienzos de Stephenson. En las páginas 170 y ss la historia del mapa.