Publicado: Sab Dic 02, 2006 10:38 pm
por ParadiseLost
Hola a todos,
aquí tenéis un extracto del diario de Anna Arazkaja, habitante de Stalingrado, que contaba con 21 años, cuando el VI ejército de Paulus lanzó su ataque sobre la ciudad.

ESTÁBAMOS MUERTOS DE MIEDO (I parte).
Diario de Stalingrado.

Anna Arazkaja tenía 21 años cuando empezó el ataque a Stalingrado. Su familia fue bombardeada e intentó, como muchos otros, en un agujero en el suelo, sobrevivir al horror. Anna escribió sus espantosas vivencias en su diario, del cual reproducimos algunos extractos.

30 de agosto de 1942.
Hoy es domingo y permanecemos desde hace una semana a salvo en nuestro agujero. El 23 de agosto se lanzaron las bombas. En la calle hay un montón de ruinas y yacen los cadáveres de personas inocentes.

Imagen
La familia Arazkaja. Una de las pocas fotos, que Anna pudo salvar de la guerra.

4 de septiembre de 1942.
Estamos siendo bombardeados desde hace dos semanas, a pesar de que ya no hay nada que bombardear. Antes de que amaneciera, lanzaron bombas incendiarias en nuestra calle. Una cayó al lado de nuestra valla, y otra dio de lleno en la casita de Kudrjawzew, pero finalmente se pudo apagar. Los Wigiljanskijs se han quemado todos. Estábamos en un círculo de fuego, pero Dios nos ha salvado. Dios sea bendito. Oh Dios... ¿Sobreviviremos a todo esto? Tengo miedo. Por todas las calles hay barricadas y la verdadera pesadilla aún está por llegar. [...] No quiero morir sin haber vivido lo suficiente. Si sobrevivo a esto nunca olvidaré el año 1942 y tampoco este agujero.

20 de septiembre de 1942.
Hoy es día 20. Nosotros y el mes de septiembre no hemos podido salir a rastras de este agujero. El día 23 hará un mes que somos bombardeados incesantemente. He vivido entre toda clase de miedo y dolor. No sé como una persona puede sobrevivir a todo esto. Raja Zwetkowa ha muerto al pisar una mina. Estamos muertos de miedo. Si Dios nos concediera el milagro de salir vivos... [..]

14 de noviembre de 1942.
He perdido al hombre más valioso de mi vida para siempre... mi padre. Sus recuerdos salen a la superficie cada día, cada hora, cada minuto. ¡Que bien me sentía a su lado! ¿Adónde nos guiará ahora el destino sin él?
Un francotirador alemán lo ha matado. Me acuerdo de la tarde de hace un mes y medio. La tarde del 26 de septiembre era muy tranquila, era luna llena, y no había viento ni nubes de tormenta. Entonces llegó nuestro padre y dijo: "Salid del agujero y respirad algo de aire fresco". Cogió en brazos a su querida Lidia, la pequeña. Nos sentamos alrededor suyo. Esa tarde nuestro padre estaba pensativo. Parecía como si sus ojos mirasen hacia un punto, en el Volga.

Nuestro padre dijo que todos, excepto Lidia, éramos lo suficientemente grandes para ayudarle, ya que pronto se expulsaría a los alemanes, y tendríamos que construir una casa nueva, mejor y más grande. Yo me sentía muy a gusto al lado de mi padre. Junto a él no tenía miedo a la guerra. Entonces nos llevó de nuevo al agujero para que nos durmiéramos y se ocupó de organizar un poco nuestro refugio.

A primera hora de la mañana del 27 de septiembre, nuestro padre nos despertó. Fuera estaba todo tranquilo, el sol de septiembre brillaba, el agua brillaba y resplandecía sin apenas movimiento, como si fuera un espejo. Parecía como si todo hubiera acabado y no hubiera guerra alguna. Nuestro padre encendió un fuego y empezó a cocinarnos papilla de sémola. En ese momento, llegaron corriendo Viktor y Patschik y la tranquilidad despareció. Intercambiaron un par de palabras y desaparecieron. Nuestro padre abrió la tapa del refugio y gritó a los vecinos: "Schura, sal afuera. ¿Estáis aún vi...?". Su vida terminó en medio de esa palabra. Un disparó le alcanzó y nuestro padre empezó lentamente a desplomarse hacia las escaleras del refugio.

Todo sucedió en un momento. Parecía un sueño. Oí todo mientras aún estaba medio adormecida. Cuando la bala le alcanzó, abrí los ojos. Lo primero que vi fue a nuestro padre desplomarse sin ayuda, cubierto de sangre. Nuestra madre se quedó paralizada y no podía reaccionar, no podía moverse. Corrí hacia él, pero era demasiado tarde. Estaba muerto, aunque su pulso y su corazón aún latían. La sangre le salía a borbotones de su sien derecha. Intenté taponar la herida con mi dedo, pero sencillamente se hundió en el agujero de su cabeza, y la sangre continuó saliendo... saliendo...

Todos gritamos, y ese grito hizo acudir a Viktor. Permanecía de pie callado, y miraba a nuestro padre con los ojos desgarrados por el dolor. Por sus mejillas corrían las lágrimas y su cabello fue despeinado por unas balas, que seguramente provenías del mismo tirador. Silbaban sobre sus orejas y hombros, pero él permanecía allí inmóvil, como sino se diera cuenta de nada. Yo grité: "Corre Viktor, sal de ahí". Entonces empezó un increíble tiroteo, pero ya no oímos nada más, porque cerramos la tapa del refugio, nos metimos en nuestro agujero y nos sumergimos en nuestra inconsolable pena.

Fuente: ZDF Politik und Zeitgeschehen

Saludos