Publicado: Vie Mar 02, 2012 2:37 am
por grognard
Antes de responder a la indicación del Oberleutnant, me detengo a pensar un momento. Lo quiera o no, estos son los compañeros que me han tocado en suerte, y me guste o no, tendré que confiar en ellos, y ellos en mí, si queremos tener una mínima oportunidad de salir de aquí. Alargo la mano hacia la petaca y doy un trago antes de comenzar. El fuerte licor baja hacia mi estómago, golpeándolo como un mazo. Tomo aire y comienzo a contar

- ¿Qué quiere que le diga, Oberleutnant? Siempre quise ser soldado. Ingresé como voluntario en la Luftwaffe, en la primera unidad paracaidista, buscando aventura y camaradería. Puedo decir que lo encontré. Ya sabe lo que dicen de los Fallschirmjager. Pues bien, todo es cierto. Son... diferentes. Sé que eso hace sonreir con desdén a algunos soldados, pero doy fé que se trata de otro tipo de soldados..

El Unteroffizier Heinz, con un extraño brillo en los ojos, me interrumpe al tiempo que se pone colorado por su atrevimiento
- ¿Conociste al general Student, Böhme?

Sonrío con desgana antes de responder
- Sí... Por increible que parezca, le conocí. Me encontraba junto a él cuando fue herido en Holanda. Fue una casualidad, pero me encontraba allí cuando esos descerebrados de la Leibstandarte comenzaron a disparar sin venir a cuento y casi le volaron la cabeza al general.
- ¿Dices que fueron soldados de la Leibstandarte, Böhme? -interviene el Gefreiter Adler-. Eso que dices es muy serio. Si alguien te denuncia, te puede costar muy caro y...

Se interrumpe ante las carcajadas de Bittrich y Bielki. Una expresión de indignación cruza su rostro. Está a punto de comenzar a gritar, al viejo estilo de cabo cuartelero, cuando una severa mirada de Krueger le frena en seco. Mira a su alrededor y parece darse cuenta de golpe de dónde no encontramos. Y sobre todo, de cuál es nuestra verdadera situación.

- Decía que estuvo en Creta -interviene el Oberleutnant Hlaine.
- Sí, señor. Aquello fue un infierno. Pero no puedo quejarme. Perdí muchos amigos y compañeros aquel día. Pero casi no pude entrar en combate
- Vaya, ¿y cómo fue eso? -pregunta curioso Heinz
- Tenía una misión especial. Ser la niñera de Max Schmeling, el boxeador. Había saltado con nosotros, pero los chicos de Goebbels estaban muy interesados en que no le pasara nada. Al fin y al cabo, era un ídolo nacional. Así que la mayor parte del día no hice sino escoltarle y procurar que no le volaran la cabeza. Y no fue nada fácil. Ese cabeza de chorlito sólo pensaba en obtener una Cruz de Hierro. En una ocasión tuve que amenazarle con mi arma, porque pretendía atacar a pecho descubierto un nido de ametralladoras de los Tommies. Era muy difícil no acudir en socorro de nuestros compañeros heridos que gritaban entre los olivares. Pero órdenes son órdenes
- El bueno de Max estaba un poco sonado después de las dos tundas que le dió Joe Louis -interviene el Gefreiter Fritz sin levantar la mirada, ocupado en enrollar apretadamente unas vendas.
- Finalmente conseguimos llegar a nuestras líneas, y allí fue donde me hirieron por primera vez
- Se ve que los Tommies reconocieron a Max -bromea Bittrich
- En realidad fue una bala alemana. Nos habíamos estado moviendo cautelosamente para acercarnos a un grupo de nuestros hombres, que se encontraban atrincherados en una casa, pero entre ellos y nosotros una ametralladora barría el terreno. Así que tuvimos que apretar los dientes y cruzar corriendo. Al ver cómo avanzábamos alocadamente, nuestros compañeros pensaron que éramos el enemigo. Y dispararon.

Bielki sonríe sin ganas y me da una palmada amistosa en el hombro
- ¿Y cómo un héroe de Holanda y Creta ha venido a parar entre nosotros? -pregunta sarcástico el Gefreiter Adler-. Con tu historial deberías estar en una unidad especial, o como aspirante a oficial. Y te encuentras aquí, en el Kessel, en un lugar perdido de la mano de Dios y de los hombres
- Mire, Gefreiter, puede que la guerra consiga hacer salir lo peor de los hombres, pero incluso para eso hay un límite... Me enfrenté a un Obersturmführer para defender a un grupo de paisanos rusos sospechosos de sabotaje. Unos pobres paisanos inofensivos que sobrevivían a duras penas viviendo de nuestra caridad.
- Algo habrían hecho, esos Untermensch son todos unos traidores rastreros -escupe Adler.
- No decías lo mismo cuando íbamos a aquel burdel de Kiev -se burla el Gefreiter Fritz

El Gefreiter Adler se levanta airado de su silla, pero vuelve a sentarse cuando el Oberleutnant Hlaine le hace un gesto brusco con la mano.
- Continúe, Böhme
- ¿Qué quiere que le diga, señor? Todos sabemos lo que ocurre en la retaguardia con los Einsatzgruppe, aunque oficialmente nadie hable de ello. Y esos pobres paisanos se encontraban condenados desde el mismo momento en que el Obersturmführer les echó la vista encima. Eran víctimas propicias, un eslabón más en su camino hacia un nuevo galón. Les acusaban de sabotaje. ¿Se lo imagina? Una pareja de ancianos, su hija de poco más de 20 años y un niño de dos. El "perfecto" grupo de partisanos.
- ¿Qué sucedió? -pregunta Heinz, mirando de reojo a Adler
- Cuando mi pelotón y yo llegamos allí, habían golpeado al viejo y le habían hecho una herida en la cabeza. Le insultaban y se reían a carcajadas. Uno de ellos estaba arrastrando a la joven hacia el interior de la cabaña, mientras el mismo Obersturmführer le jaleaba y animaba. Le juro que tuve que retener a mis muchachos para que no comenzaran a disparar. Siguió una agria discusión y parecía que de un momento a otro alguien comenzaría a disparar. Supongo que el Obersturmführer valoró la situación y decidió que lo mejor era retirarse. Son unos tipos muy valientes con viejos y mujeres, pero se les suelta el vientre cuando se enfrentan a hombres armados dispuestos a todo. Y eso que eran el doble que nosotros. Pero claro, aquello no quedó así. Dio parte de mí. Fui degradado y acabé en el Kessel como tripulante auxiliar de un avión.
- ¿Por qué no te marchaste? -pregunta Bittrich curioso
- Pensé que podía rehabilitarme combatiendo. Le cedí mi sitio en el avión a un pobre tipo que había perdido una pierna. Al menos él tendría una oportunidad. Por eso estoy aquí... Lo siento, me he alargado demasiado. Debe haber sido ese licor suyo, Oberleutnant. Guarde un poco para cuando capturemos un Iván. Le hará soltar la lengua

Hlaine sonríe y me alarga de nuevo la petaca
- Se ha ganado otro sorbo, Böhme
- Muchacho, no cabe duda que la tuya sí que es una historia -afirma Bielki mientras menea la cabeza con una mezcla de incredulidad y admiración-. Pero que me aspen si soy capaz de entenderte.