Publicado: Mié Feb 29, 2012 6:08 pm
por Wyrm
Capítulo I – El búnker
Introducción


El invierno en el este está siendo bastante más duro de lo que pensabais. Creíais que Iván se asustaría al oír el taconeo de vuestras botas al marchar hacia Stalingrado, pero lejos de amedrentarse, ha plantado cara igual que un animal cuando se siente arrinconado, resultando ser un enemigo más que difícil de combatir.
Desde hace un mes, el VI Ejército alemán se encuentra cercado y sin suministros. Sin éstos no podrán salir del kessel por sí mismos, y la ofensiva “Tormenta de Invierno” no ha resultado efectiva, siendo las fechas navideñas lejos de la patria y en condiciones penosas, un verdadero mazazo para la moral de los soldados sitiados.

Después de pasar varios meses trabajando en condiciones casi infrahumanas, con muchas posibilidades de morir, ya fuera por la explosión de una bomba mal desactivada o al extraer una mina defectuosa de entre la nieve, fuisteis usados como carne de cañón en un enfrentamiento -obligado- contra tanques rusos T-34 y KV-1. Sobra decir que no tuvisteis apoyo blindado, y que vuestro regimiento sufrió lo inimaginable en aquel combate. Sólo quedasteis vosotros, vagando por la helada estepa comiendo cualquier cosa que sobresaliese por encima de la nieve, sin rumbo fijo, hasta que topasteis con un extraño pelotón al que fuisteis directamente adscritos.
El pelotón tiene el adjetivo de extraño porque entre los cuarenta hombres que lo formabais, había miembros de distintos cuerpos del ejército; desde dotación de tanques, pasando por ingenieros y zapadores, hasta miembros de artillería; aunque la gran mayoría, eran soldados de infantería.

El oficial, un Oberleutnant de carros blindados condecorado, larguirucho, de pelo moreno, de unos 35 años con varias cicatrices por el cuello y la zona de la mejilla izquierda, en ningún momento habló de deserción, cosa que os alegró sobremanera. Posiblemente cualquier otro oficial es lo primero que hubiera soltado por su boca al momento de ver a unos soldados demacrados, de un regimiento disciplinario y sin un oficial superior cerca, pero por suerte no fue así, y fuisteis acogidos como soldados “humanos” recibiendo un trato, cuanto menos, normal.

Desde que os unisteis a dicho pelotón habéis recorrido varios kilómetros hasta encontrar un refugio, donde tenéis orden de mantener posición y aguantar al enemigo cueste lo que cueste. Está situado a unos 50km de la ciudad de Stalingrado, a pocos kilómetros de Marinovka en dirección Noreste.

Troncos hinchados por la humedad de la nieve que se condensa en el interior, apilados y unidos mediante correajes y puntas, forman un habitáculo de unos 20m2 donde podéis descansar y guareceros del clima hostil del exterior. En el centro, un gran barril de combustible, lleno de madera y libros que alguno de los chicos encontró, sirve para caldear, y proporcionar algo de luz, al gélido y lúgubre ambiente. En las paredes, apiladas una contra otra y también tiradas por el suelo, hay armas que habéis ido encontrando, alemanas y soviéticas, y es que aunque la munición sea un bien escaso y tengáis que contar las balas con los dedos de las manos, no es plan de dejarlas ahí tiradas para el siguiente que pase y las vea.

Sobre una mesa, situada en una esquina del refugio, hay un equipo de radio del que se ocupa el Gefreiter Adler, operador de radio de la 44.ª División de Infantería. Es un soldado bastante abstraído y también un poco pusilánime. Pese a todo esto, y aunque sea algo novato, es un verdadero manitas con los cacharros electrónicos y se le podría definir como un “decodificador del ejército con piernas”. Esta radio es el único medio de comunicación que tenéis con el resto del ejército, por lo que es tratada con bastante mimo por el Gefreiter.
Alrededor del fuego hay tres soldados más, todos de la 113.ª ID. Dos de ellos, el Schütze Müller y el Schütze Diederich, son soldados de asalto un tanto contestones cuyo propósito en la guerra no está demasiado claro. El otro es el Gefreiter Fritz, sanitario. Los tres han sido compañeros, y parece que se conocen desde hace tiempo.
En otra esquina, detrás del Gefreiter Adler y sentado sobre una silla, se encuentra el Unterfeldwebel Krueger fumando en su pipa, como de costumbre. Es un suboficial de la 14.ª Panzerdivision, y por el arma que usa, una Mg34 -Si, la usa él solo, sin ayudante-, debía de ser el que operaba la ametralladora en su tanque. Su uniforme de blindados, negro, aunque manchado por el barro, con la cinta cruzada de la EK2, junto con su tez blanquecina y su demacrada figura, forman una macabra a la par que elegante imagen, que impresiona con sólo verlo. Es el mayor de todos los que estáis en el lugar, rondando los 40 años.

En el exterior del refugio hay seis soldados más, pertenecientes a la 76.ª ID y a la 389.ª ID, que en estos momentos están de guardia mientras el resto descansáis. Ellos son los soldados Hans, Günter, Karl, Conrad y Rudolf, bajo el mando del Unteroffizier Heinz. Hans y Günter son “especialistas” en armas pesadas, mientras que el resto son fusileros.

Finalmente está el Oberleutnant Claus Hlaine -El larguirucho-, oficial de mayor rango de la unidad, y perteneciente a la misma división que Herr Krueger -Pero no de la misma dotación-. En el segundo ojal de su chaqueta negra porta la cinta de la EK2 en diagonal, en el bolsillo izquierdo la EK1, y debajo, lleva la medalla de herido en plata, y a su lado, la placa de Combate de Blindados en plata, símbolos de un veterano en potencia.
Es un oficial coherente y cabal, que pese a ser un oficial de blindados, bien podía haber sido de asalto, ya que desde que estáis adscritos a su extraña unidad, ha combatido siempre a pie junto a vosotros, tras salir -según él ha dejado caer alguna vez- de su tanque antes de que éste hiciera explosión por una fuga en su depósito de combustible. Además de esto, su forma de hablar, y de ser, además de correcta, es la de un auténtico caballero, siempre correcto con sus subordinados pero sin perder la línea entre oficial y soldado. Lástima que no haya muchos como él.

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