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Todos
los nombres de los niños empezaban por la letra H,
en honor a Adolf Hitler.
Su trágico final, estará siempre ligado a los momentos
más terribles de la caída del nacionalsocialismo,
en la que los más ciegos fanatismos afloraron en un intento
de negar la realidad de un mundo cambiante, en el que ya no había
lugar para el régimen nacionalsocialista.
Helga
Susanne
Helga nació el uno de septiembre de 1932. Era la hija mayor
del matrimonio Goebbels y la preferida de Adolf Hitler. Paso las
vacaciones de 1936 con su abuela en Peenemünde. En 1939 sufrió
una operación quirúrgica en el cuello. Fue asesinada
a los doce años.
Hildegard
Traudel
Hildegard nació el 13 de abril de 1934, y sus hermanos la
llamaban Hilde. En una de las páginas de su diario,
Joseph Goebbels se refería a ella como ratoncito.
Fue asesinada a los once años.
Helmut
Christian

Nació el 2 de octubre de 1935. Era el único hijo varón
del matrimonio. Su deseo era ser de mayor revisor del metro. Su
padre se refería a él en una de las páginas
de su diario como clown. Fue asesinado a los nueve años.
Hedwig
Johanna
Hedwig nació el 19 de febrero de 1937. La llamaban Hedda.
En 1944 comentó que cuando fuera mayor, quería casarse
con el SS Günther Schwägermann. Curiosamente Schwägermann
fue el encargado de quemar los cadáveres de sus padres un
año después. Fue asesinada a los ocho años.
Holdine
Kathrin

Holdine nació el 1 de mayo de 1938. Su padre anotó
en su diario que su nacimiento fue muy complicado. Fue asesinada
a los siete años.
Heidrun
Elisabeth
Heidrun nació el 20 de octubre de 1940. Era el hijo más
joven de Joseph y Magda Goebbels. Fue asesinada cuando apenas tenía
4 años.
Magda Goebbels ya tenía un hijo de una relación anterior,
Harald Quandt, que nació el uno de noviembre de 1921, fruto
de su matrimonio con el millonario Günther Quandt. En verano
de 1929, el matrimonió se separó, al enterarse Günther
de que ella tenía una aventura con un estudiante. Tras presionarle
con unas supuestas cartas escandalosas, Magda consiguió la
no poca despreciable cifra de 50.000 RM por una casa y 4.000 RM
mensuales, con los que se pudo permitir una niñera y una
cocinera.
El 19 de diciembre de 1931, Magda se casó de nuevo, esta
vez con Joseph Goebbels. Harald, que por aquel entonces tenía
10 años, quiso asistir a la boda con su uniforme de la Hitlerjugend.
Goebbels, que era católico, fue excomulgado al casarse con
una protestante separada.
Fruto de ese matrimonio, vinieron al mundo 6 ñiños:
Helda, Hildegard, Helmut, Hedwig, Holdine y Heidrun.

Goebbels con su hijastro Harald, en febrero del 33.

Harald el día de la boda.
Pronto
la familia se convirtió en la familia modelo nazi, aunque
la realidad era otra. Käthe Hübner, la que fuera durante
dos años niñera de los Goebbels, ha escrito un libro
recientemente en Alemania, Los hijos del ministro del Reich,
donde pueden leerse algunos pasajes tan interesantes como los siguientes:
[...] En el fondo, los padres jamás tuvieron tiempo para
sus hijos. Joseph Goebbels permanecía la mayor parte del
tiempo en Berlín, lejos de los niños, dedicando todo
su tiempo a aceitar el engranaje de la propaganda nazi y Magda,
cuando no estaba en Berlín junto a su esposo y a Hitler,
dedicaba las mañanas y las tardes a celebrar reuniones de
té con amigos y amigas para hablar del futuro del proyecto
nazi. [...]
Así, Käthe Hübner se ocupó todo el tiempo
de los niños que vivían aislados en una mansión
en Wandlitz, en el estado de Brandenburgo cerca a la capital, donde
recibían educación con profesores privados.
[...] Goebbels, a pesar de haber sido excomulgado por la Iglesia,
hacía rezar a los niños antes de las comidas en las
escasas ocasiones en que la familia se reunía completa en
la mansión. En aquellas veladas, Goebbels manifestaba un
aprecio especial por su único hijo varón, Helmut,
a quien le gustaba perseguir juguetonamente bajo las mesas y las
camas de los cuartos y a quien siempre quiso que fuese "orgulloso
y luchador". Las otras cinco hijas no recibían tantas
atenciones de parte del padre que, sin embargo, las trataba con
cariño. [...]

Magda Goebbels con los niños Hilde, Holde, Hedda, Helga
y Helmut.
Joseph Goebbels escribió el 30 de octubre de 1940 en su diario:
43 años. Una pequeña mirada atrás. Los
niños se divierten.
Permanecen de pie, recitan sus poemas y entregan sus regalos y ramos
de flores.
Qué dulce. Miramos juntos la película que Heinz Rühmann
rodó con los niños, para reír y llorar. Tan
bonito...
Hecha
una pequeña introducción sobre los niños y
el matrimonio Goebbels, paso a centrarme a los últimos días
que los niños pasaron en el búnker, reodeados del
ambiente opresivo que lentamente fue asfixiándolos hasta
que llegó el trágico final.
La narración de los últimos días en el búnker,
se inicia con los relatos de primera mano de Traudl Junge (en el
libro Hasta el último momento), la que fuera por entonces
una de las secretarias personales de Adolf Hitler.
22
de abril, por la tarde
[
] La puerta se abrió y Goebbels fue al teléfono.
Cuando volvió, buscaba a alguien. No había nadie más
que los ordenanzas y yo. El mimistro me dijo: Dentro de un
rato llegará mi esposa con nuestros hijos. Por deseo del
Führer, se van a quedar en su bunker. Por favor, tenga la bondad
de recibir a mi familia. Dios mío, pensé, ¿dónde
vamos a alojar a toda esa gente? Seis niños pequeños
en este caos. Subí a la parte superior del bunker y busqué
a Günsche. Vació una de las habitaciones, que estaba
llena de maletas, cajas, muebles y provisiones y puso unas camas.
[...]
Joachim
Fest, recoge este momento en su libro El hundimiento
y añade lo siguiente:
[
] Más frío y desapasionado que en sus discursos
de victoria, Goebbels indicó también que los niños
sólo podrían traer un juguete cada uno y que deberían
venir sin mucha ropa de dormir porque todo eso ya no era necesario.
[
]

Algunas imágenes de la celebración del cumpleaños
de Goebbels en 1942.
Seguimos
con Traudl Junge:
[
] Los seis niños juegan felices y contentos en los
corredores. Leen sus cuentos en la mesa redonda que se encuentra
en un rellano de la parte más profunda del bunker. No oyen
los impactos cada vez más fuertes, sino que se sientes seguros
cerca de su tío. Por la tarde toman chocolate
con Hitler y le hablan del colegio. Helmut, el único varón,
lee la redacción que ha escrito para el cumpleaños
del Führer. Eso lo has copiado de papa, dice su
hermana Helga. Y los adultos ríen cuando el chico contesta:
O papá de mí. Su madre lleva en el bolso
el veneno que acabará con la vida de los seis niños.
[
]
[
]
Las mujeres pasamos casi todo el tiempo juntas. Eva Braun se suma
a nosotras. Jugamos con los niños y los perros. Todas las
habitaciones están abiertas para nosotras, ya no se trabaja
oficialmente en ninguna. [
]
26
de abril
[
] Fue Hanna Reitsch quien metió por la noche a los
hijos de Goebbels en la cama. Eva Braun le ayudó. La señora
Goebbels apenas tenía fuerzas para mantener la calma ante
sus hijos. Estar con ellos le causaba tanto dolor que luego se echaba
a llorar. Ella y su marido ya solo eran sombras y estaban entregados
a la muerte. [
]
[
]
Al pasar por la puerta de la habitación de los niños,
oí cantar a las seis claras vocecitas. Entré. Estaban
sentadas en las literas y se tapaban los oídos para no estorbarse
en el canto a cuatro voces. Hanna Reitsch cantaba con ellos y los
dirigía. Luego se desearon alegremente buenas noches
unos a otros y se quedaron dormidos. Solo la mayor, Helga, tenía
a veces una expresión triste en sus grandes ojos marrones.
Era la más silenciosa, y a veces pienso con horror que esta
alma infantil se daba cuenta de que los mayores mentíamos.
[
]
[
]
Salí de la habitación de los niños y me pregunté
cómo un ser humano podía consentir que estas criaturas
murieran por su culpa. La señora Goebbels habló conmigo
sobre esto, pues ya no había diferencias de clases, el destino
nos había unido. Esta mujer era quien más sufría
de todos nosotros. Le esperaban seis muertes, mientras que los demás
solo teníamos que enfrentarnos a una. Es mejor que
mis hijos mueran a que vivan en la vergüenza y el oprobio.
Nuestros hijos no tienen sitio en una Alemania como la que habrá
después de la guerra. [
]
Más imágenes de propaganda: la familia modelo nacionalsocialista.
Hanna Reitsch, en su biografía, también cita
a los hijos de los Goebbels:
[
] En los ratos en que no estaba ocupada en cuidar a von Greim,
me dedicaba a los hijos de Goebbels. Poco después de haber
saludado a Hitler, la Sra. Goebbels me acompaño a su habitación,
una planta más arriba, donde pude asearme y quitarme de encima
todo el polvo y suciedad del viaje. Cuando entré en esta
habitación vi seis caritas de niños entre cuatro y
doce años de edad, que me miraban con curiosidad. ¡Yo
sabía volar! Aquello fue algo que abrió inmediatamente
una puerta a la fantasía de los niños y mientras me
aseaba, todavía conmocionada por lo vivido en las últimas
horas, los niños no paraban de preguntarme y con ello me
permitieron entrar en su colorido mundo de fantasía, alejándome
un tanto de la cruda realidad que nos rodeaba. A partir de entonces
tenia que acudir a su cuarto en cada comida para contarles historias
de los países lejanos en que había estado y gentes
que había conocido, contarles mis vuelos o cuentos que escuchaban
con avidez. El amor de hermanos que reinaba entre los pequeños
era conmovedor. Si uno de ellos estaba enfermo y por ello tenía
que estar en la habitación contigua separado del resto, tenía
que interrumpir de vez encunado mi narración, para que uno
de ellos fuera corriendo a la otra habitación a contar a
su hermanito lo que yo había relatado. Nos entreteníamos
cantando a diferentes voces y les enseñé un auténtico
Tirloer Jodler que aprendieron rápidamente.
El ruido de los bombardeos que venía del exterior no les
preocupaba; porque pensaban, tal y como les había contado
el Tío Adolf que con esto vencía al enemigo,
y si en algún momento alguno de los más pequeños
sentía miedo por el estrépito de las bombas rusas,
los hermanos mayores le tranquilizaban y convencían con esta
versión.
A pesar de esta tranquila y pacífica imagen, la realidad
no cambiaba, y la tensión crecía con cada hora, cada
minuto, hasta llegar a ser insoportable. Mañana si
dios quiere, te despertarán otra vez , cantaba a los
niños por la noche antes de ir a dormir. ¿Alguien
estaba seguro de que realmente fueran a despertar otra vez?. [
]
Y la misma Hanna acaba con:
[
] Hitler estaba en la sala de mapas. Me despedí de
él con un apretón de manos. No encontraba palabras,
¿qué podía decirle en tal situación?,
le miraba mientras él con voz apagada, casi inaudible dijo:
que Dios le proteja. La Sra. Goebbels, a quien durante
aquéllos días vi como un ejemplo de serenidad en medio
de aquél caos, me dio una carta para su hijo (1),
habido de su primer matrimonio. Los niños estaban ya durmiendo,
y hubiera querido poder verlos una vez más. [
]




Rommel visita a los Goebbels y es recibido por los niños.
Traudl Jungue prosigue su relato:
[
] Eva Braun escribe cartas de despedida. Ha enviado a Munich
todos sus trajes, las joyas y todo lo que tenía valor para
ella. [
]
[
]
Juego con los hijos de Goebbels, les leo cuentos, juego a prendas
con ellos e intento mantenerlos al margen de todo lo horrible. Su
madre apenas tiene fuerzas para estar con ellos. Por la noche duermen
tranquilos en sus seis camitas, mientras que en el búnker
la espera prosigue y la catástrofe se va acercando. [
]
Traudl Junge también se refiere a los seis niños
en el documental La secretaria de Hitler: el ángulo muerto.
Transcribo algunos fragmentos de la entrevista:
[
] Y en ese búnker también estaban los niños,
y esa Sra. Goebbels moviéndose como un fantasma, con el veneno
en el bolsillo. Ya no podía hablar con sus hijos. A los niños
les explicaron: Os tenemos que vacunar, estando aquí
con el tío Hitler, dentro del búnker, porque hay mucha
gente junta. Pero a menudo me daba la sensación de
que Helga, la mayor, que ya tenía diez años, tenía
una mirada muy triste. Estaba tan callada... Me parece que esa niña
intuía algo. Fue terrible. [
]



Más imágenes aparecidas en los films de propaganda.
30 de abril
[
] De repente, siento la necesidad apremiante de marcharme
lo más lejos posible. Casi huyo por la escalera que conduce
a la parte superior del búnker. Pero a media altura veo abandonados
a los hijos de Goebbels. En su dormitorio se sentían olvidados,
nadie les ha dado de comer. Se han puesto a buscar a sus padres,
a la tía Eva y al tío Hitler. Los llevo a la mesa
redonda. Niños, venid conmigo, yo os daré de
comer. Los adultos tienen hoy tantas cosas que hacer que no les
queda tiempo para vosotros, les digo con tanta serenidad como
puedo. Les doy zumo, preparo rápidamente unos bocadillos
y alimento a los niños, hablo con ellos y los distraigo.
Hablan de la seguridad del búnker. Casi les divierte escuchar
las explosiones, que saben que no les pueden hacer daño.
De repente suena un disparo, tan fuerte, tan cerca, que todos enmudecemos.
El ruido se extiende por todas las habitaciones. Ha dado en
el blanco, dice Helmut sin imaginarse cuánta razón
tiene. El Führer ha muerto. [
]
Traudl
Junge sigue aportando más datos en el documental La
secretaria de Hitler:
[
] También tengo que decir que la doncella de Eva Braun,
Liesl, había insistido mil veces a la Sra. Goebbels: Yo
me llevo a sus niños, trataré de salvarlos.
Y la Sra. Goebbels dijo: No, eso es imposible. En un país,
en una Alemania sin nacionalsocialismo, mis hijos no tienen ninguna
posibilidad. No les expondré al escarnio y a la deshonra.
[
]
1 de mayo
Magda Goebbels se fue a sus apartamentos del antebúnker.
Ya se había reunido varias veces con el médico de
Hitler, el doctor Stumpfegger, y el ayudante de la administración
de sanidad, doctor Kunz, para saber como se podía matar a
los niños rápidamente y sin dolores. También
había entregado a Hanna Reitsch una carta para su hijo del
primer matrimonio, Harald Quandt, en la que trataba de explicar
su determinación. Había decidido, escribía,
dar a su vida nacionalsocialista el único final
decoroso posible. Luego continuaba:
"Has de saber que me he quedado con papá en contra
de su voluntad, que todavía el domingo pasado el Führer
quería ayudarme a salir de aquí. Para mí no
había lugar a reflexiones. Nuestra maravillosa idea desaparece;
con ella, todo lo hermoso, admirable, noble y bueno que he conocido
en mi vida. El mundo que venga después del Führer y
del nacionalsocialismo no merece que se viva en él, y por
eso me he traído aquí a los niños. Son demasiado
valiosos para la vida que vendrá después de nosotros,
y un Dios misericordioso me comprenderá si los libero yo
misma."
Esa
noche, Magda Goebbels acostó a los niños con una bebida
soporífera, seguramente ordenó ponerles también
una inyección de morfina y a continuación, en presencia
del doctor Stumpfegger, les abrió la boca y les echó
unas gotas de ácido prúsico. Sólo parece que
se defendió la hija mayor, Helga, que ya los días
anteriores había preguntado con inquietud que iba a pasar
con todos ellos (2); en cualquier caso, las
contusiones que presentaba el cuerpo de aquella niña de doce
años indicaba que le había suministrado el veneno
haciendo uso de la fuerza. Con el rostro gris y diciendo Está
consumado bajó Magda Goebbels al búnker profundo
donde la esperaba su marido, se metió con él en su
cuarto de estar y, llorando, empezó a hacer solitarios.
Pero
hay más versiones sobre como Magda Goebbels acabó
con la vida de sus hijos. Según Rochus Misch, telefonista
y miembro de la Leibstandarte, Magda administró cacao
a sus hijos, mezclado con un somnífero. Después los
peinó y los vistió con los camisones blancos. Más
tarde entró en la habitación el doctor Stumpfegger,
y después de estar un par de horas llorando, Magda volvió
a bajar y empezó a jugar a cartas. Otros informes sostienen
que Magda no intervino para nada en el proceso y que lo dejó
todo en manos de uno de los doctores. Otras fuentes afirman que
no fue el doctor Stumpfegger, sino el doctor de las SS, Helmut Kunz,
el que llevó a cabo el infanticidio.
Más
tarde, el matrimonio Goebbels también puso fin a su vida.
Cito textualmente del libro de Joachim Fest:
Hacia las ocho y media se levantó Goebbels sin previo aviso
y se fue al guardarropa. Se puso la gorra y los guantes y se dirigió
en silencio con su mujer a la puerta del búnker, pasando
junto a varias personas que estaban por allí. Magda Goebbels
se había puesto la Insignia de Oro de Hitler que éste
le había entregado tres días antes. Sólo una
vez, ya al pie de la escalera, dijo Goebbels unas palabras al telefonista
Rochus Misch: que ya no lo necesitaba. Y al salir añadió:
Les jeux sont faits.
Arriba, ya en la puerta, la pareja se detuvo un brevísimo
instante y salió después al exterior, a la luz de
los incendios que rugían en torno a ellos. Cuando Schwägermann
(3), desde la escalera, creyó haber
oído un disparo, hizo una señal a los SS que estaban
esperando y juntos subieron varios bidones de gasolina. Como Goebbels
había pedido que antes de incinerarlos se cerciorasen de
que él y su mujer estaban realmente muertos,, Schwägermann
mandó acercarse aun soldado de guardia, y éste disparó
uno o dos tiros contra los cadáveres, que yacían muy
cerca de la salida del búnker. Luego llegaron algunos ordenanzas,
rociaron de gasolina a los muertos y les prendieron fuego. Una rugiente
nube de fuego envolvió enseguida los cuerpos; sin embargo,
también esta vez se apagó a los pocos minutos. Pero
entretanto todos estaban atareados con la propia huida, y nadie
volvió a preocuparse de los restos semicarbonizados que yacían
en el jardín de la cancillería.
Otras fuentes hablan de que se suicidaron al ingerir ácido
cianhídrico o que ordenaron que se les disparase.
De cualquier modo, tanto el trágico final de los Goebbels,
como el de sus hijos, está lejos de ser esclarecido en cuanto
al como.
¿Y
que sucedió con los cuerpos de los niños y los Goebbels?
El dos de mayo, dos oficiales soviéticos, pertenecientes
a las unidades del mariscal Koniev, llegaron al búnker y
le preguntaron al técnico jefe del búnker, Johannes
Hentschel, que donde estaba Hitler y escucharon con interés
su relato sobre la boda del Führer, sobre el suicidio y la
incineración de los cadáveres. A continuación
pidieron ver las habitaciones de la familia Goebbels y, después
de echar una breve mirada a los niños muertos, volvieron
a cerrar la puerta horrorizados.
Los cadáveres de Los Goebbels y de los niños, que
fueron sacados de sus camas, se colocaron en el jardín del
búnker y fueron filmados y fotografiados para la propaganda
soviética.
Las imágenes del horror.

Helmut y Magda.

Hans Voss identificando los cuerpos.
Sus
restos fueron enterrados en los jardines del cuartel general del
KGB en Magdeburgo en 1946. Más tarde, Yuri Andropov, presidente
del KGB, ordenó quemar por completo y destruir definitivamente
los restos de los Goebbels, de sus hijos, de Hitler y de Eva Braun.
Sus cenizas fueron arrojadas al río Elba.
En
las fotografías de la época, los niños aparecían
muy a menudo con sus vestidos blancos. Vestidos que recuerdan a
los pijamas que lucían cuando sus cuerpos fríos fueron
alineados en el suelo del jardín del búnker y las
fotografías ya no despertaban en ellos ningún interés.
Quizás en aquellas primeras fotos ya estaban vestidos con
aquellos pijamas blancos. Quizás ya estaban esperando como
fantasmas ingrávidos, que la historia tomase su ineludible
curso.
http://video.google.com/videoplay?docid=-8973962176504385280
(1)
La carta fue escrita por Magda Goebbels el 28 de abril.
(2) Dato que también confirma el testimonio de Traudl Junge
en su libro Hasta el último momento.
(3) El Hauptsturmführer Günter Schwägermann había
prometido a Goebbels que se encargaría él mismo de
incinerar sus cadáveres.
Fuentes:
http://www.forosegundaguerra.com/viewtopic.php?t=4599
http://www.radiolaprimerisima.com/articulos/451
http://www.radiojai.com.ar/OnLine/notiDetalle.asp?id_Noticia=17539
http://de.wikipedia.org/wiki/Magda_Goebbels
http://en.wikipedia.org/wiki/Goebbels_children
El hundimiento, de Joachim Fest
Hasta el último momento, de Traudl Junge
La secretaria de Hitler: el ángulo muerto, de André
heller y Othmar Schmiderer
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